JUEVES 6 DE JULIO DE 2000

* Reynaldo Velázquez exhibe Trayectoria en la galería de la SHCP


Desnudar la madera constituye

''mi pasión sin límite de tiempo''

* El artista chiapaneco mantiene, con los árboles, una complicidad sin pudores

* Si ese material me agrada es por su parecido con la piel humana, revela el escultor

Mónica Mateos * Con fuerza y devoción, con terquedad y ternura, pero principalmente con paciencia y coraje, las manos de Reynaldo Velázquez (Tuxtla Gutiérrez, 1946) desnudan la caoba, el cedro, el ciprés, el capulín, el eucalipto, el chicozapote, el quiquisquián, al guayabo, al palofierro o el nogal.

Entre los árboles y el escultor existe una complicidad sin pudores que hace surgir de la madera a seres que siempre han vivido dentro y que, de una manera que sólo es comprendida por el artista, le señalan a éste el momento y el ánimo con el que deben adquirir forma.

A veces, el encuentro entre el tronco y el tallador es un escarceo sensual, pero con frecuencia Velázquez libra agotadoras batallas. El resultado de esa lucha de 30 años se presenta en la exposición Trayectoria, que se exhibe en la galería de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) en la cual el creador chiapaneco muestra 80 piezas realizadas entre 1970 y 1999.

Cuando era niño, Reynaldo Velázquez descubrió que con una navaja de afeitar podía construir sus propios juguetes: barcos de madera que no se parecían al de ninguno de sus amigos. Sin embargo, cuando creció y quiso profesionalizar ese pasatiempo tomando clases en la Academia de San Carlos, descubrió que en la enseñanza artística ''nunca se piensa en la escultura. En México no hay una cultura en torno de ese rubro a pesar de que existe una tradición muy fuerte de escultores; no se sugiere ni en los juegos escolares. Hay remedos de modelado, pero no una enseñanza evidente de la escultura como sucede con la pintura. Esa es la causa de que existan tan pocos escultores en el país y tan escasas oportunidades para ellos, en comparación con los pintores".

 

El artista y los caprichos

del trozo de madera

 

Por esta razón, entre 1986 y 1988 estudió grabado en el taller Laura Almeida y Nunik Sauret, pues esa actividad lo mantendría cerca de la madera, ese material que siempre le ha ''hablado". Hasta que un día, frente a un tronco, tuvo la idea de ''sustituir un cuerpo vivo por uno creado. No pensé que eso era hacer escultura. Las primeras piezas fueron surgiendo así, porque sentía que sólo estaba agregando mi lenguaje al que percibía en la madera. Toda la naturaleza tiene una forma de expresarse y los árboles no son la excepción, me dicen infinidad de cosas pues cada uno de ellos ha vivido mucho".

Velázquez dialoga con pedazos de cedro, jacaranda o caobillo, de los cuales brotan manos crispadas o fetos descarnados, y tersos cuerpos masculinos que no esconden sus falos erectos:

''Si la madera me gusta es por su parecido con la piel humana. En este sentido, tallar la madera es como disfrutar de la música, es decir, no prefiero un tipo de madera sobre otra, depende mucho de mi estado anímico y de percibir la memoria que guardan cada uno de los nudos del árbol. Cuando existen coincidencias entre la pieza y lo que pretendo, el proyecto fructifica ya que corresponde a esa forma particular que tiene cada árbol.

''Una vez que estoy con el pedazo de tronco no sé lo que va a pasar. Puedo tener una propuesta que anteriormente plasmé en un dibujo, pero me enfrento a los caprichos de la madera a la hora que empiezo a cortar. Ella es la que me indica los cambios, no mi voluntad y esa ruta es la más pura verdad porque se trata del contacto definitivo que tendré con la pieza.''

 

Temática que tiende a ser íntima

 

''Es decir ųprosigue Reynaldo Velázquezų a veces llego con una idea y la madera simplemente me la rechaza. No es magia. Sucede que trabajo con un material que de alguna forma está vivo todavía. Es una disputa algo agresiva, pues uno está cortando la madera y ella, en algún momento, se venga."

Por ejemplo, explica, la madera ya cortada de años, produce sustancias tóxicas que pueden provocar neumonía, como le sucedió hace seis años. ''En ese tiempo estaba trabajando con palo de rosa, que es una madera muy bonita. Cuando la cortas se ve normal, pero con el paso del tiempo y la oxidación adquiere un color morado intenso y así se queda. De todos los riesgos me he ido enterando sobre la marcha porque yo no tuve una formación profesional como escultor o ebanista. He ido aprendiendo a trancazos que uno tiene que protegerse, pues la madera se defiende.

''Otra ocasión, cuando trabajé con el matagüey (que es la madera que se usa para hacer las yuntas), me empezaron a salir llagas en las manos y en las plantas de los pies. Lo que hice fue apurarme a terminar el colgante en el que estaba trabajando, porque hasta la fecha no me gusta trabajar con guantes. Aún así, a las dos semanas de que terminé la pieza se me cayeron las cejas. Fue un envenenamiento."

Con todo y los contratiempos, Reynaldo asegura que nunca abandonaría la que considera su ''pasión sin límite de tiempo" que le ha hecho obtener, entre otras distinciones, el Premio Invitado Especial en la First Rodin Gran Prize Exhibition que organizó en 1986 el Open Air Museum de Japón. Una de sus obras, un bebé hecho en caoba, se exhibe en París, como parte de la exposición Soles mexicanos que se presenta en el Petit Palais.

''Actualmente me obsesiona realizar figuras humanas más grandes que el tamaño natural, para rebasar la idea del status del hombre al natural y convertirlo en monumento, pero no para hacer escultura pública pues creo que la temática que abordo tiende a ser íntima", concluyó Reynaldo Velázquez quien exhibe Trayectoria en la galería de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en Guatemala 8, Centro Histórico. La exposición estará abierta hasta el 9 de julio y después será inaugurada en el centro cultural del ex Convento de Santo Domingo, en Chiapa de Corzo, Chiapas el 1 de agosto foto- REYNALDO-2 .