JUEVES 6 DE JULIO DE 2000
* Astillero *
* Julio Hernández López *
Este lunes 3, al empezar la noche, los gobernadores priístas estaban seguros de que el fin de semana siguiente se habrían de volver a reunir con el presidente Ernesto Zedillo para acordar los términos en los que habría de desenvolverse el futuro priísta: las nuevas reglas de la vida partidaria, las estrategias para enfrentar las acometidas foxistas, el relevo por consenso de Dulce María Sauri, Esteban Moctezuma, Emilio Gamboa y demás responsables de conducir la primera campaña presidencial tricolor derrotada de la historia.
La tarde de ese lunes, en Los Pinos, el doctor Zedillo había presidido una reunión que por momentos parecía no haberse dado plena cuenta de que horas antes el PRI había perdido las elecciones. Gobernadores acostumbrados durante años a la actitud servil hacia el presidencialismo, disimulaban a la hora de hablar frente a Zedillo las críticas ácidas que en privado y en susurro hacían por la apresurada cesión del poder que el hombre de la sana distancia había hecho a favor de Fox el domingo apenas pasado.
Hubo, sin embargo, voces que se alzaron. Con distintos matices de intensidad, lo hicieron el chiapaneco Roberto Albores Guillén, el sinaloense Juan S. Millán, el chihuahuense Patricio Martínez y, especialmente, el oaxaqueño José Murat. Criticaron los errores cometidos en la campaña de Labastida y señalaron que era necesario el relevo de Dulce María, Esteban, Emilio y demás compañía perdedora. El doctor Zedillo ofreció formar una comisión de trabajo que analizaría escenarios, propondría acciones y ayudaría a mantener la unidad priísta en estos difíciles momentos.
Madruguete o albazo, como se le quiera llamar
Pero esa misma noche, cuando muchos de esos gobernadores ya iban de regreso a sus estados, se comenzó a convocar a una reunión del Consejo Político Nacional en la que presentarían su renuncia Dulce María y su dulce compañía (de directivos derrotados), y se elegirían nuevos jefes partidistas. No se habían respetado los acuerdos de Los Pinos, según esto porque ya en la noche de ese lunes, cuando los gobernadores incómodos se habían ido, Dulce María Sauri había presentado su renuncia y, por sí misma, había convocado a reunión de consejo.
La maniobra (a la que el catálogo de visitas del Museo Jurásico Tricolor clasifica como "madruguete" o "albazo") pretendía impedir que los indeseados opositores a los tratados Zedillo-Fox pudiesen hacerse del control del PRI y fuesen a ensuciar con sus berrinches las enormes y limpias vidrieras en las que se muestra, sobre todo para azorado consumo internacional, la instantánea conversión de la dictadura perfecta en la concertación perfecta.
El martes, por la mañana, en Villahermosa, Roberto Madrazo se enteraba de los tempraneros aprestos que se realizaban para imponer a Francisco Labastida o a Jesús Murillo Karam como presidente del PRI. No era mucho lo que en ese momento podía hacer, con todo y el jet oficial, para llegar con una postura fuerte a la reunión citada para las 11 de la mañana.
En la ciudad de México, el oaxaqueño Murat era buscado por algunos notables del tricolor deseosos de oponerse al nuevo dedazo presidencial. En un restaurante de la cadena del Carlos cuya única inversión está siendo la hecha a favor de Labastida, se reunieron el gobernador oaxaqueño, el presidente del PRI en esa entidad, Ulises Ruiz, y los senadores salientes Guillermo Hopkins, Humberto Mayans, Marco Antonio Bernal y Samuel Aguilar.
Las milagrosas apariciones de Jesús
Murat encabezó así la arremetida contra la decisión de hacer presidente y secretario general a Jesús Murillo Karam y a César Camacho, que fueron subsecretarios de Gobernación con Labastida. Murillo Karam que, por ejemplo, fue el único personaje que no tenía razón representativa para estar en la primera de las dos reuniones que el presidente Zedillo tuvo con el CEN del PRI el pasado lunes.
En esa reunión de mediodía ya se había expresado la decisión de Sauri (tomada por sí misma u ordenada) de renunciar y ya se perfilaba la intención de instalar como sucesor al ex gobernador hidalguense Murillo Karam de, aparentemente, innecesaria presencia.
Ya de regreso al edificio de Insurgentes Norte, los miembros del CEN del PRI empiezan a discutir, ese lunes, sobre la presunta renuncia de Dulce María y su dulce compañía (de la que ya sabía el Presidente, quien a esa hora todavía estaba con los gobernadores, prometiéndoles comisiones de estudio para llegar a consensos). Milagrosamente apareció el nombre de Murillo Karam. Elba Esther Gordillo y Heladio Ramírez no estuvieron de acuerdo. De uno de los dos integrantes de esa dupla salió la propuesta, por ahí de las seis de la tarde, de que el propio Labastida fuera el nuevo presidente priísta. Otros dos priístas le dieron vueltas toreras al asunto para oponerse sin ser rudos: el candidato derrotado ha sufrido un severo desgaste físico en su campaña, y ahora sumaría un desgaste emocional.
ƑPresidente? šAunque sea del PRI!
Ya está a esas horas el sinaloense en el CEN del PRI, viéndose pelear por un cargo devaluado, por una presidencia aunque no fuese la del país entero, sino la de un partido en debacle. Entonces entra una llamada telefónica, de un hombre llamado Diódoro. No, dice el sinaloense, él no se está promoviendo, son algunos de los miembros del CEN los que lo están proponiendo. Para evitar los oídos indiscretos, Labastida pasa a otro salón a seguir hablando por teléfono con Diódoro. Ya no regresa a la reunión.
Enredados de nuevo, los directivos priístas regresan a la fuente que fue de su poder, pero que ya no lo es: a Los Pinos. Ahí, una voz fuerte (quijadas trabadas, diría alguno) aseguraba que hasta el último día de su mandato trabajará para hacer del PRI una institución verdaderamente democrática. La jalisciense María Esther Sherman, secretaria de Gestión Social del CEN, critica abierta y duramente la postura de Zedillo.
Platicar con Tere
Cuando le preguntan a esa voz (ese lunes, cuando habían pasado menos de 24 horas del acontecimiento fúnebre) sobre la posibilidad de que Labastida sea el nuevo dirigente, esa voz reflexiona como para sí misma: él va a hablar con Teresa. Y al otro día, por la mañana, ese martes que iba a ser el consejo que no fue, Francisco, efectivamente, comentó a algunos que había platicado con Teresa y que no era adecuado proponerlo para presidir el PRI.
Y llegó la mañana de la rebelión abierta. Con Murat lanzado contra la decisión de imponer a Murillo Karam. Con Madrazo enviando desde Tabasco su descalificación epistolar. Ellos y otros decididos a no permitir que el mismo grupo zedillista-labastidista mantuviera el control del partido.
Y de ahí la decisión de mantener a Dulce María en la insólita postura de ser una presidenta con una renuncia irrevocable en la mano, virtualmente aceptada, pero obligada a mantenerse en funciones (Ƒqué funciones?), mientras este viernes y sábado se reúnen de nuevo los gobernadores priístas, los dirigentes estatales y los líderes de los sectores para tratar de pactar, ahora sí, un relevo consensado, tal vez democrático, tal vez libre, si no vuelven a atravesarse las ansias del doctor Zedillo por cumplir con rigor los términos de los tratados políticos que firmó con Fox para la cesión pacífica del poder y la conformación plural del próximo gabinete, en el que desde ahora ya se especula si habrán de estar salinistas-zedillistas como José Angel Gurría, Carlos Ruiz Sacristán y Luis Téllez; o salinistas en receso como Pedro Aspe; o zedillistas-labastidistas como Esteban Moctezuma.
Astillas: No sólo la familia González Torres hace buenos negocios a nombre de la democracia, también los Riojas han recibido en curules el justo pago a las desesperaciones aliancistas del PRD. Gustavo, quien dice presidir el llamado Partido de la Sociedad Nacionalista, será diputado federal, al igual que su hermana Norma. Ambos llegarán a San Lázaro sin mayor esfuerzo, por la vía plurinominal, gracias a la audacia de haber creado un membrete político, validos de la circunstancia de decirse o ser parientes de la difunta Diana Laura Riojas de Colosio.
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