El imperio de la sociedad

 

* José Blanco *

a nacido el imperio de la sociedad y ahora crecerá. Sin retorno. La sociedad ahora impera y en la jornada electoral experimentó, intensamente, la conciencia de su poder incontestable. Nadie volverá a expropiárselo. En adelante la sociedad volverá a evaluar a los mandatarios, y una y otra vez decidirá a quiénes quiere en el gobierno. Nadie en particular es ya dueño del poder; lo es la sociedad cambiante. Iluminados y caudillos se encaminan al cementerio y al museo.

El imperio de la sociedad ha podido nacer gracias a los instrumentos de la democracia, gracias a las instituciones que la sociedad ha creado a través de sus mediaciones políticas: los partidos y el gobierno de la República. El Instituto Federal Electoral (IFE) ha probado su bondad y su eficacia. La sociedad tiene en el IFE un instrumento formidable de organización y decisión de la propia sociedad. Habremos de cuidarlo como el gran tesoro que es.

Por primera vez, gracias a ese instrumento, la sociedad ha tomado en sus manos su propia decisión, en la completa extensión del significado de este hecho incuestionable. Millones de ciudadanos acudieron a las más de 113 mil casillas electorales donde los operadores protagonistas fueron los propios ciudadanos. Los consejeros ciudadanos de los institutos electorales involucrados soportaron, coordinaron, vigilaron el proceso. Y al final, la sociedad civil, parte relevante de los ojos que miraron con lupa ese proceso, hizo las primeras encuestas de salida y dio los resultados después verificados por los datos oficiales. El gobierno, en el pasado omnipresente, fue ahora, de punta a punta, el gobierno omniausente. Fueron los medios de comunicación, como parte sustantiva de la sociedad civil --Televisa, primero en tiempo, dato importante sólo desde el punto de vista periodístico--, los que encuestaron, contaron y convirtieron en hecho aprehensible por la conciencia, la buena nueva para la sociedad, acerca de lo que la sociedad misma había hecho: el cambio del poder del siglo.

El nacimiento del imperio de la sociedad, mucho más que el triunfo de Vicente Fox y del PAN, es el dato relevantísimo de la aurora del siglo XXI mexicano. Pero la sociedad ha decidido, por los mecanismos de la democracia, investir a Vicente Fox con la Presidencia de la República y, por tanto, a quienes votamos por otros partidos nos toca acatar, sin más, tal decisión. Así lo han hecho, ejemplarmente, los adversarios del nuevo elegido, así lo hizo digna, categóricamente, el Presidente de México. Si el punto más esencial de la democracia es saber perder y reconocer la victoria de quienes ganan en cada batalla electoral, hemos estrenado nuestra democracia mostrando que tenemos, en esos protagonistas, tales prendas democráticas. Nuestra celebración tiene que ser, por ello, jubilosa.

Por los primeros signos, el PRI se retira con seriedad y con prudencia, dando a su adiós inicial el sentido político de quienes saben que la historia no tiene estaciones finales de llegada, y que la propia sociedad le ha confiado más de un tercio de los votos y una amplia representación en el Congreso. La vida sigue. Veremos ahora su capacidad para recomponerse y para apoyar el desarrollo del país desde la oposición. De ello depende su futuro.

El PRD tiene el reto enorme de la reflexión autocrítica. No podrá hacerla si parte de la creencia de que los electores se equivocaron. O si cree, como le ha ocurrido históricamente a la izquierda, que es en todo tiempo la dueña de la verdad histórica. Ocasión habrá para comprobar, tal vez, que el voto del domingo no fue principalmente el sufragio del hartazgo, sino el voto de los huéspedes del sector moderno de la economía y de aquéllos sobre los que éstos hoy ejercen su hegemonía. Votos a favor de, no votos en contra de. Pero votos, de otra parte, que no se volverán sufragios clientelares. En cada elección deberán ser ganados.

Esta jornada electoral ha reafirmado la pluralidad que somos. La elección de Fox nos deja en las mismas trincheras que ya ocupábamos y desde ellas seguiremos pensando, analizando, ejerciendo la crítica: en lo social y en lo económico nada ha cambiado con la elección. Superar la desigualdad social sigue siendo la meta política y social fundamental. Pero como ha dicho con lucidez Gilberto Rincón Gallardo en una hermosa frase: una sociedad de iguales sólo se alcanza si nos aceptamos mutuamente como distintos. Es una premisa básica. *