LUNES 3 DE JULIO DE 2000
* No hay ejercicio más transparente y confiable, afirmó José Woldenberg
Supera el IFE el escenario de la desconfianza
* Las boletas resultaron insuficientes en la casilla especial ubicada en el instituto electoral
Arturo Cano * Las casillas no han cerrado y ya los rebotes de las encuestas pegan duro en este remanso de paz que es el Instituto Federal Electoral ("Viéndolo bien ųdice alguienų la democracia tiene algo de aburrido"). Si en el centro de cómputo montado muy cerca de las oficinas de los consejeros electorales fueran foxistas dirían sin duda alguna: "Este arroz ya se coció".
Tres horas antes de que las televisoras comiencen a difundir los resultados de sus encuestas de salida, y cinco antes de que Joaquín López Dóriga suelte de sopetón su frase de "ya son las ocho", en el laberinto de oficinas del IFE todo es un cruzar de datos de encuestas. Y todas coinciden: Fox sí va a Los Pinos. Claro, como a lo largo de toda la jornada, hay sus diferencias: los datos que llueven de manera informal dan al panista ventajas que van de los dos a los 11 puntos.
Las empresas contratadas por los partidos o las de medios de comunicación. Por tres vías distintas se confirma un dato: a media tarde, varios gobernadores priístas reciben de la Secretaría de Gobernación, específicamente del Cisen, los resultados de encuestas donde Vicente Fox lleva una ventaja de tres puntos. Al cierre de las casillas, la ventaja se abre a cinco puntos. La bomba desde dentro.
Pero en el IFE, más que por los números, el aire de placidez lo crean consejeros, asesores y empleados que sienten salvada la tarea: el primer órgano totalmente ciudadanizado encargado de una elección presidencial ya no podrá ser tocado por sus detractores de todas las trincheras.
Para algunos la confianza en el IFE ųen sus nueve consejeros particularmenteų era posible más por contraste con anteriores autoridades que por que la hubieran acreditado en los hechos. Eso se acabó, dicen este domingo de elecciones, sin resultados todavía, muy temprano, simplemente con los datos de instalación de casillas, de ciudadanos volcados en las urnas, de irregularidades chiquititas.
Participación sin precedentes
Los consejeros electorales desfilan en los estudios de televisión y radio montados en los patios del IFE con el mismo mensaje: estos comicios son un parteaguas, la participación no tiene precedentes, las irregularidades no empañan nada.
Lo demás es un deambular constante de reporteros, asesores, curiosos, observadores y centenares de empleados (tampoco para ellos alcanzaron las 750 boletas de la casilla especial instalada a las afueras de esta institución), por una maraña de cables, cámaras, reflectores. La "macro sala de prensa" ųdesde la megaultra universitaria todo debe llevar ese nombreų es un buen ejemplo de lo que algún consejero presume como "elecciones de primer mundo" (aunque también lo sea del costo de una desconfianza bien fundada): un globo gigante donde caben centenares de computadoras, máquinas de escribir eléctricas y mecánicas, estudios de televisión, equipos de traducción simultánea y, sobre todo, las decenas de pantallas donde los resultados electorales van cayendo casilla por casilla. "No hay ejercicio más transparente y confiable", dice Woldenberg.
Es decir, pasaron a la historia, se dice en esta suerte de discreta euforia que domina en el IFE, frases como la pronunciada por un personaje que ahora forma parte del equipo del candidato del segundo lugar: "La autonomía del IFE no significa autarquía, no significa estar fuera del régimen de responsabilidades... Los abusos que cometa cualquier funcionario debilitan, desacreditan a las instituciones, eso no lo podemos olvidar".
La frase es de julio del año pasado. La dijo Jorge Alcocer, entonces subsecretario de Gobernación y hoy parte del Estado mayor de Francisco Labastida, en medio de la ruda batalla que el PRI libró contra los consejeros del IFE.
"Todo está saliendo poca madre", resume uno de los consejeros electorales quien así exorciza, quizá, la posibilidad de una nueva batalla si el PRI hubiera decidido vender cara la derrota.
Ilegales. Parciales. Autoridades electorales con "filias y fobias". Presas del "espíritu beligerante" de Andrés Manuel López Obrador. Todo eso dijo el PRI de la mitad de los consejeros electorales. Fue una larga batalla la que libraron los priístas.
Las oposiciones cerraron filas en aquel marzo de 1999, y lo hicieron a través de personajes que hoy están todavía en el candelero: el IFE "es depositario de la confianza ciudadana en la limpieza electoral. Su consejo refleja un acuerdo y un pacto de todas las fuerzas políticas de México. Intentar romper ese pacto significaría un grave retroceso para la construcción de un régimen plenamente democrático", se dijo en la declaración conjunta de Luis Felipe Bravo Mena, Andrés Manuel López Obrador y Manuel Camacho, presidentes de sus respectivos partidos.
No es que a media tarde esté a la vista una impugnación priísta, no.
"No pedimos un cheque en blanco, pedimos trabajo conjunto, discusión razonada, buena fe, y creo que lo logramos entre todos", dice José Woldenberg, el consejero presidente, en uno de los muchos mensajes del día.
ƑHay margen entonces para las apuestas que se desatan apenas se sueltan los primeros datos? ƑQué traerá el adiós al PRI, a un PRI que se lanzó a esta contienda, decían los analistas, con el más legítimo de los candidatos de su historia y con una ventaja resultado de su elección interna?
Si algo dejan claro los mensajes de los candidatos es que los ajustes de cuentas no comenzarán aquí, que el IFE la libró y que en adelante la democracia electoral mexicana batallará en otros escenarios, distintos al de la desconfianza en las autoridades.
ƑQué hizo la magia además del vuelco de los indecisos y el voto útil?
En una de las muchas oficinas repletas de computadoras que reciben la información electoral, el encuestador de Cuauhtémoc Cárdenas, José Barberán, regresa a una hojita que le entregó al perredista hace una semana. Ahí aparecen porcentajes, millones de votos y un ejercicio: Ƒqué porcentaje de casillas debía ser manipulado para que Labastida obtuviera una victoria con alrededor de un millón de votos? Apenas 7 por ciento. Alguien, entonces, "amarró las manos" de los operadores electorales del PRI. Y sólo pudo ser alguien con más poder que el candidato presidencial.
Una especie de rugido, apenas mayor que el motivado por un gol de Francia en la Copa Europea, se alza en el IFE cuando el presidente Ernesto Zedillo reconoce el triunfo del "licenciado Vicente Fox".
Es uno de los pocos momentos en que las cosas toman otro cauce, porque en el IFE la calma es la divisa del día. Incluso los consejeros electorales se dan tiempo de salir de la sede del instituto, de regresar y pasearse por los patios.
Ya muy temprano, los golpes de las encuestas de salida dejan poco espacio para el nerviosismo.
Lejos, muy lejos, queda aquel marcador final 38-8, con el que según el PRI se cerraron las encuestas. En las próximas horas se "consolidarán" los resultados oficiales contra los sondeos que abrumaron a los mexicanos durante meses. Desaparecerán del mapa, dicen los que saben, quién sabe cuántas empresas de encuestadores armadas al calor del negocio electoral... Sólo para volver dentro de tres años o antes, según manden los comicios locales.
Por lo pronto, en el IFE nada pasa, salvo que ya entrada la noche las simpatías son reconocibles fácilmente. Unos se paran frente a los monitores cuando Vicente Fox es entrevistado junto con sus hijas. Otros cuando Cuauhtémoc Cárdenas reconoce el triunfo del panista. Los priístas, invisibles largos minutos en las pantallas, no se ven por ningún lado. Ni siquiera cuando Labastida da la cara después del presidente de la República.
Ya. Ganó Fox. ƑY mañana? "ƑMañana? Pues estaremos en la oposición como siempre", suelta aquí, en el IFE de la paz y la alternancia, un perredista que confiesa y presume su voto útil.