LUNES 3 DE JULIO DE 2000

Saldos electorales

 

* León Bendesky *

Fueron muy grandes las expectativas que se crearon en torno a los resultados de las elecciones presidenciales. Tal vez, como nunca, esas elecciones se convirtieron en un momento de decisión relevante para los ciudadanos que vieron lo que se jugaban. En esta ocasión se hizo aritmética política e igualmente se defendieron principios y posiciones. En los cafés, en los taxis, en las reuniones sociales o de trabajo y en las calles se vivió el periodo de las campañas de una manera en la que en todo el país se expresaban abierta y hasta emotivamente las preferencias políticas.

Este proceso sirvió para darse cuenta que el resultado de la elección era como nunca un hecho trascendente y eso tendrá que ser una señal para quien conduzca el gobierno, un modo de establecer su liderazgo. Tendrá que darse cuenta de lo mucho que significa la segmentación del electorado en una sociedad en la que hace apenas menos de veinticinco años hubo un solo candidato a la Presidencia y se inició una etapa de crisis continua en el país con enormes costos para la sociedad. Esa señal deberá ser también un hecho definitivo para establecer cada vez de modo más decisivo la distinción que en México es tan poco clara entre gobierno y Estado. Ha sido el gobierno, por medio de sus dependencias, el primero en cruzar la raya de esa diferencia de un modo tan burdo que los señalamientos provinieron de dentro de las mismas instituciones. Los casos de Pemex o de la Secretaría de Relaciones Exteriores son sólo dos muestras, pero significativas, y los hechos quedaron entre lo grotesco y lo baboso que puede surgir sólo del servilismo de funcionarios de tamaño pequeño. Están otras conductas que en un país que quiere ser moderno vale la pena recoger. Una es la del sindicalismo oficial que amenaza a la sociedad si el triunfo electoral no favorece al PRI; otra la del gobernador de Michoacán que se mostró tan simple; y una más es la corrección del principal ejecutivo de un gran banco que seis años después y tras lo ocurrido en este lapso dice lo obvio, es decir, que en el país no debe haber caos, porque no ganará el candidato del gobierno.

Esta elección logró también poner en evidencia que el voto sirve para establecer las relaciones entre los poderes, o sea que éstas no las define el Presidente a su gusto. Los pesos que tienen el Ejecutivo, por un lado, y el Congreso, por el otro, empezaron apenas a mostrar alguna efectividad en esta legislatura y quedarán como marcas las sesiones de instalación y el discurso de Muñoz Ledo. Pero el Congreso no logró ser eficaz en su trabajo. En la Cámara de Diputados las leyes se negociaron hasta el cansancio y con poca eficiencia, lo cual lo hace costoso y excesivo en el número de los representantes que tenemos; los tiempos se alargaron de modo innecesario y se dejaron grandes vacíos de legitimidad en la forma en que se enfrentaron grandes asuntos nacionales; lo mismo se puede decir del Senado por la manera tan primitiva en que se ejerce la mayoría priísta.

El gran tema de los tres años de la actual legislatura es el caso Fobaproa y sus derivaciones. Los debates que pare-cían a veces pleitos de callejón, los arreglos poco claros, la forma en que se pretendió sacar provecho político, la evidente posición de algunos diputados, que finalmente se ha vuelto vergonzante, y el juego de las claves del disco de la auditoría no son, precisamente, hechos que engalanen la vida legislativa de México. Pero aparte de eso el asunto sigue apareciendo como una gran nube de humo lleno de sospechas en torno a las operaciones que se realizaron y a los posibles casos de impunidad. Hoy resulta que se le puede pedir al auditor canadiense que entregue las claves del famoso disco, mientras que por meses se ha dicho que no es posible en tanto los grupos parlamentarios no entreguen su pedazo de clave. Esa clave la han guardado celosamente como quien participa en un pleito de infantes ante la impotencia de la sociedad, negándola o entregando una copia ilegible mientras nos hacen participar en la farsa. Los diputados de todas las fracciones partidistas tienen mucho que explicar y sobre todo que ganar en credibilidad ante la población.

Hoy ya empezamos a saber cómo se irá fraguando el tránsito del gobierno y el establecimiento de la nueva administración. Un saldo favorable de esta elección será la mayor capacidad de exigencia que por muchos medios puede hacer la población a sus gobernantes y a sus legisladores para que cumplan. *