DOMINGO 2 DE JULIO DE 2000
Votar por la oposición
* José Agustín Ortiz Pinchetti *
Ha llegado la hora de la verdad. Me propongo ir temprano a votar, antes de las largas colas y de la lluvia de la tarde. Voy a votar por Cuauhtémoc Cárde-nas. En la encuesta de la Fundación Rosenblueth a principios de junio aparece Fox rozando el 40 por ciento; Labastida (en una caída aparentemente irreversible) en 32 por ciento, y Cárdenas, subiendo espectacularmente de 16 a 23 por ciento en un mes. Esta encuesta coincide casi exactamente con la de Alduncin y Asociados. Es probable una muy alta votación, 75 por ciento o más del padrón. En Estados Unidos vota menos de la mitad del padrón y la tendencia al abstencionismo se está marcando claramente en casi todas las democracias industriales.
Me propongo votar contra el PRI y a favor de la oposición. Estoy consciente de que no voto en contra de un partido sino de la oligarquía que está atrás de él. Voy a votar por Cárdenas pero no descalifico a los que lo harán por Fox o por Camacho. Entiendo que este proceso sí es un plebiscito. Votamos por la alternancia o por la supervivencia del "Sistema". Noam Chomsky ha dicho que la alternancia en México es una ilusión. El no sabe cuál es la estructura del poder real de México, por eso puede creer que gane quien gane las cosas van a seguir iguales. Se equivoca; si la oposición gana se abrirá la puerta de los cambios profundos.
Voy a votar contra el PRI a pesar de que yo mismo fui priísta implícito cuando participé en la corriente de don Carlos Madrazo de 1967 a 1969. Muchos de mis mejores amigos son priístas. Y sé que muchos de los mejores hombres del país son priístas. Pero ellos no son el PRI. Labastida es un hombre decente y bien entrenado pero está acorralado por una maquinaria de complicidades manejada por una mafia. Debemos votar contra el PRI para hacerle pagar la decadencia en que ha metido al país. No hay un solo indicador de bienestar que no hubiera declinado severamente en los últimos 20 años.
La decadencia del país se muestra en todo. Sus vínculos con el poder político son evidentes. La incapacidad para detonar el crecimiento económico, reducir la desigualdad social, impedir la destrucción del ambiente y la pérdida de la soberanía, autonomía e identidad nacional y de sus valores han sido fruto siempre de estrategias políticas mal orientadas, vinculadas siempre con los intereses de los grupos que están detrás de la fachada del PRI. La constatación de la decadencia del país puede documentarse en las estadísticas y documentos del propio gobierno. Sin embargo, sabemos que la verdad es mucho peor de lo que se reconoce porque el gobierno ha utilizado como política en su comunicación para el pueblo la mentira, el disimulo, las medias verdades.
Se dice que en el sexenio de Ernesto Zedillo se han producido grandes "avances" hacia la democracia. Esto es expresión de nuestra idiosincrasia regalista. Consideramos que el monarca hace un mérito cuando concede libertades y derechos al pueblo. El PRI y el Presidente trabajaron muy duro para hacer ineficaz la reforma electoral. Todos los avances logrados en el IFE se vuelven endebles cuando sabemos que la ley electoral es un tigre sin dientes. La Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales carece de presupuesto, recursos y voluntad política para prevenir o sancionar los delitos electorales. De todas las partes de la República están llegando reportes de una enorme maquinaria para coaccionar o comprar votos. Ni la ley ni los aparatos encargados de reprimir estas prácticas son eficaces. No tenemos ninguna garantía de elecciones justas.
El votar por la oposición y abrir el camino a la alternancia no significan para el pueblo de México el fin de la época difícil. Pero sí abre una puerta de salida. Si gana un candidato opositor no tendrá que soportar la carga abrumadora de la nomenklatura que le impedirá cualquier acción profunda de beneficio colectivo. Tendrían, por supuesto, que lidiar y negociar con ello, pero no sería un gestor de sus intereses. Un presidente opositor no sería otro tlatoani por la simple razón de que carecería de recursos para serlo. Se encontraría acotado por la pluralidad y la fragmentación política. Su tarea fundamental sería completar la transición y controlar el deterioro económico y social. Si no lo hiciera perdería el poder antes de cumplir su término. Ni la población ni los demás partidos pudieran tolerarlo.
Hay que votar y votar por la oposición. El IFE va a contar bien los votos aunque no esté en condiciones de impedir las presiones sobre los votantes. Pero lo verdaderamente difícil vendrá después. Gane o pierda la oposición, la actitud del pueblo frente a los resultados será decisiva. México puede caer en una espiral de problemas sociales si los opositores y sus votantes no creen que sea justo el resultado. Si gana la oposición, la alianza de los partidos democráticos y el apoyo de todo el pueblo a quien resulte elegido serán el elemento clave para permitir que el triunfo en las urnas se convierta en un cambio histórico. *