MIERCOLES 28 DE JUNIO DE 2000

* El tráfico y la incomodidad en los escenarios, algo más que obstáculos


El viaje de los aficionados a los estadios, un verdadero viacrucis

* Hasta los dirigentes han sido clientes de revendedores * Ligan a Jiménez Espriú con porros

Miguel Angel Ramírez/III y última * En un ascenso al Gólgota llega a convertirse el viaje de los aficionados al estadio, cuando el pronóstico es de un lleno. El tráfico, el transporte, los revendedores, el clima y el enterarse hasta de las ideas del vecino con lo apretado que se llega a estar, son algo más que un obstáculo.

Para el partido América-Bolívar (17 de mayo del 2000), por ejemplo, quien eligió llegar al Azteca en automóvil o micro parecía que iba de rodillas; toda la calzada de Tlalpan fue a vuelta de rueda.

Si la opción era el Tren Ligero, los que no se ensardinaron en la estación Tasqueña, veían como los choferes ignoraban las paradas antes del Coloso de Santa Ursula. Y si las unidades llegaban a detenerse para que alguien intentara la misión casi imposible: abordar, empezaba un balanceo nada alentador; el tren era sometido en serio a la prueba de equilibrista.

Al llegar al estadio, lo primero que aparecen son las taquillas ambulantes. Los revendedores, mínimo le aumentan un 50 por ciento al precio oficial de los boletos , y únicamente falta que ofrezcan localidades para el palco de honor. Funcionan cual mejor empresa. Cuando a un dirigente se le ocurrió encararlos por el insultante acaparamiento de los boletos, le sacaron credenciales que los acreditaban supuestamente como empleados del Azteca, y de milagro se salvó de una paliza.

Viva la paz

En el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, el personal de Servicios Auxiliares de la UNAM tiene entre sus funciones detener a la gente que se dedique a la reventa en los alrededores del escenario. Pero, en el Pumas-Santos pasado, había gente que ofrecía los boletos sin ningún recato. ''En esta zona debemos estar ocho (vigilantes), pero quien sabe donde andan mis compañeros. Y si yo quiero detener a alguien, pues se me echan encima todos, y son muchos. Por eso mejor no hago nada'', confesó uno de los guardianes.

Agregó que no falta quien se le acerque para pedirle que lo detenga como revendedor, pero sólo para librar la primera aduana del estadio; más que tiempo ahorran al no formarse.

Entre los clientes de los revendedores se han llegado a contar hasta los clubes. En una liguilla, se le olvidó a la empresa que vende los boletos para el estadio Azul, apartar la cuota de Cruz Azul, y los cementeros tuvieron que ir a comprarlos a la reventa para cumplir el compromiso con su gente.

Al que no le quitaron la etiqueta de incumplido fue a Manuel Negrete, director de Actividades Deportivas de la UNAM, y eso, al parecer, fue lo que ocasionó el hostigamiento a los integrantes del equipo Necaxa, cuando se dirigían al estadio para el compromiso contra Pumas (21 de mayo del presente año), por los cuartos de final de la pasada liguilla. ''Dijeron que había ofrecido cinco mil boletos, pero cómo voy a hacerlo, si ni rectoría maneja tantos, ni soy el dueño del estadio'', indicó Negrete.

Dijo que un grupo de estudiantes se acercó a él con un programa para dignificar a la UNAM, en el que estaba incluido el deporte, y le hicieron una petición de boletos. Según él no les prometió nada. Sólo que iba a ver si los podía ayudar en algo.

Javier Jiménez Espriú, vicepresidente de los Pumas, salió al paso ese día para acabar con el lío (obsequió unos boletos), y rechazó que el problema de inseguridad haya sido culpa del club; puntualizó que afuera del estadio la seguridad correspondía a las autoridades capitalinas. Pero a Jiménez Espriú no le ha ido mejor que a Negrete.

En su columna Itinerario Político (El Universal, 12 de febrero de 2000), Ricardo Alemán, apuntó: ''...Pues bien, Javier Jiménez Espriú, desde el paro universitario de 1977 hasta la fecha, ha estado ligado con los grupos porriles de la UNAM. Durante muchos años fue el jefe del poderoso Brígido Navarrete ųque como ya lo dijimos aquí es el operador de los grupos de choque, y que se encarga de contratar golpeadoresų y que a la distancia, en el paro universitario de fin de siglo, son señalados como los responsables no sólo de la provocación de la Preparatoria 3, sino de financiar a los infiltrados en el CGH''.

A Brígido lo podían acusar de todo, menos de discriminar. Una vez desapareció media hora al hijo de un dirigente del club auriazul.

La tierra prometida

Ni logrando entrar al estadio, los aficionados pueden cantar victoria. Principalmente los que van a la zona donde sólo están marcados los asientos (la medida mínima por lugar es de 30 centímetros, y la máxima de 55 centímetros, según Federico Sordo, director del estadio Azul). Los de cadera ancha desequilibran el aforo. ƑCómo impedirles que no se pase de la raya? Pero como todo cabe en un jarrito...

Donde no se superan los problemas de lugares es en los sanitarios. Al medio tiempo o final del encuentro, hay quien de plano no se aguanta para orinar y utiliza hasta los lavabos (en el caso de los hombres, por supuesto).

El aficionado también puede sufrir por la lluvia o el inclemente sol. No obstante, nada se compara a lo que se padece por la derrota de su equipo.

Algunos hasta pierden la razón y buscan un culpable. Para desgracia de los árbitros, son el blanco favorito.

''Pinches árbitros rateros, hijos de su..., porque traen consigna contra el Atlante. A ver si con una calentadita se te quita lo mamón y dejas de expulsar cada que vienes'', reportó el 14 de abril de 1995 el silbante León Padró Borja.

El veto al estadio puede ser lo único que ganen los rijosos.

Y entonces se perderían otro envidiable peregrinar.