LUNES 26 DE JUNIO DE 2000

Contra los frívolos y suicidas

 

* Carlos Fazio *

Decía Carlos Quijano, ese gran uruguayo que murió en el exilio mexicano, que mucho más fácil que analizar despiadadamente los hechos, es agitar palabras encendidas. Todo análisis de los hechos; todo ensayo de interpretación de los mismos, a la luz de la crítica y la razón, es más ingrato y provoca mayores reacciones, que tomar el pulso a la corriente y embanderarse en las filas de las pasiones del momento.

Muchas veces la razón termina siendo inútil. La política suele ser o es normalmente alógica, antintelectual, irracional. Más ahora que se ha vuelto virtual. Pero la "razón" es una amante celosa y fastidiosa. El momento que vive México nos exige ser lúcidos. Y la lucidez consiste en ver con claridad el presente que huye y el futuro que se anuncia. En no ceder a los reclamos de la moda, en no inclinarse ante los triunfadores supuestos o reales del momento, por la solución de la moda o el triunfo. Tarea áspera y difícil. Lo verdadero y lo falso no aparecen con nitidez.

Encontrar el rumbo no es fácil. Nuestro juicio es falible, nuestra intuición, limitada. También es cierto que los espíritus perezosos se dejan ir cómodamente con la marea. La peor pereza es la mental. Una resistencia tenaz a enterarse, a inquietarse, a darse cuenta. Por eso florece la charlatanería huera, barata. Muchos nos acusan de negativos; dicen que para nosotros todo está mal. Pero el peor de los negativismos es el de los perezosos que se entregan a la dolce far niente intelectual y... moral.

México está en una encrucijada. Es inútil que cerremos los ojos; el país no admite más parches. Puede explotar delante de todos. No queremos ser profetas de mal agüero; creemos que decir lo que está mal puede ser positivo, aunque no tengamos recetas. El papel del periodismo es estimular las conciencias, atraer la atención sobre los asuntos, plantearlos. Es colaborar con el público. La historia es una compleja trama, pero la hacen los hombres. La voluntad de los hombres puede encauzar los hechos. Nunca más resplandeciente la causa de las oposiciones, que cuando se encontraron desposeídas y perseguidas, en el desamparo. Siempre hay, abundan, ingenuos o tontos que colocan la esperanza donde no deben. Siempre hay ambiguos que no se comprometen y que apuestan a la banca para tener un mañana seguro. Siempre hay "realistas" que se inclinan ante el hecho consumado.

Vivimos tiempos de definiciones tajantes, pero no es bueno creer en dogmas. La democracia no es sólo elecciones. No es un partido el que está en el banquillo. No es un régimen, tampoco. Es todo eso y algo más: una mentalidad y varias generaciones de mexicanos. La verdadera batalla contra los cínicos y los crueles, contra los hipócritas y los frívolos, contra los asesinos y los cleptómanos del poder no empezó ayer. Tampoco empezó ayer la batalla contra el posibilismo de los políticos abyectos. Se trata de una sucesión de luchas, que tiene aristas muy marcadas en 1988 y en 1994. Luchas legales y armadas. De esas luchas está naciendo una política nueva. Tal vez esa lucha no ha encontrado todavía una definición. Sin duda las grandes masas populares todavía no aciertan a descubrir en ella el camino de su liberación y la expresión de sus reclamos y necesidades. Pero ahí está la esperanza y ella es el mañana.

Dijo Lenin en 1920: "los amigos se conocen en la desgracia". ƑQué hacer? Es preciso hacer política, pero política de enérgica y firme oposición. Y política de oposición no significa ni transar ni olvidar; implica condena. El viejo México está crujiendo, es cierto. Pero la transición a la democracia no está a la vuelta de la esquina. Es preciso hacer política; política real, no virtual. La construcción de un nuevo México es tarea de todos. Y esa política constructiva no significa ni expectativa mesiánica ni esperanza expectante. Menos oportunismo light. Implica voluntad y acción, y por encima de todo requiere conciencia y confianza en las propias fuerzas. Sin sobrestimarlas, pero también sin subestimarlas.

A la larga, las únicas derrotas irreparables son las de los principios. Preferimos ser intransigentes. Intransigentes frente al mal, en todas sus formas. Hay que tener fe. Fe en las posibilidades de las masas populares, que es la única que no puede perderse. Sin esa fe no hay convicciones democráticas, y todo cuanto se hace es farsaico y deleznable.

La lucha del porvenir será la misma de ayer: defensiva y ofensiva contra las fuerzas reaccionarias y por la salvaguardia de nuestra libertad nacional e individual. Es una lucha contra la oligarquía y sus operadores políticos del PRI y del PAN. No hay cambio ni alternativa real dentro del sistema. Dejémonos, pues, de imaginar conciliaciones imposibles y no olvidemos. Los pueblos que olvidan o ignoran la historia están condenados a repetirla.

ƑCómo apresurar la caída del partido de Estado? Y más importante, Ƒqué vamos a hacer cuando el PRI se desmorone y se inicie el largo y difícil camino de la transición? ƑQué plan nacional, qué proyecto, qué visión de país tenemos? Democracia, ruptura del molde capitalista. Otro México vendrá. ƑCuál? No sabemos. No hay modelo. El que seamos capaces de construir. *