LUNES 26 DE JUNIO DE 2000

 


* León Bendesky *

Dilema

A medida que se acerca la elección del 2 de julio es más claro el dilema que enfrentan muchos ciudadanos para decidir sobre su voto. Ese es el caso, cuando menos, de esa masa de indecisos que, al parecer, tendrá un gran peso específico en el resultado. Y éste es un dilema en el sentido estricto de tener que elegir entre dos posibilidades igualmente buenas o malas. Las encuestas publicadas en las semanas recientes indican que 60 por ciento de los electores tiene la intención de no votar por el PRI, pero que habría hasta 20 por ciento que no decide aún su voto. Este puede decidirse en el momento en que se tenga lápiz en mano y se esté de pie ante la boleta, y ya sea por la supuesta seguridad que daría la continuidad o por el cansancio y el hartazgo que el sistema político provoca cada vez más en la sociedad.

Pero, los dos partidos que están en la delantera, según esas mismas encuestas, no representan opciones deseables para muchos votantes. Por ello el cambio de partido en el gobierno, lo que se ha llamado como un fin de régimen y no sólo como alternancia, se ha convertido en el principal objetivo de la elección. Y la verdad es un objetivo mayor y necesario. La forma en que se presenta el cambio de gobierno representa por eso una especie de desilusión con respecto al camino que toma el tránsito a la democracia. En esto no estamos, entonces, frente a ninguna situación ideal y parece que muchos optarán por una forma de pragmatismo político que representa uno de esos desagradables aspectos de la evolución de nuestra sociedad. No por ello se debe eludir.

La situación política que se concentra ahora en la elección presidencial recuerda la distinción entre el zorro, que sabe muchas cosas, y el erizo, que sabe una sola. En este caso la alusión al zorro tal vez no es una mera coincidencia, aunque paradójicamente Vicente Fox representa más bien al erizo, que se ha propuesto como meta primordial terminar con el régimen del PRI. Los zorros están en desventaja, se ha ido reduciendo el campo de su acción y de su influencia, mientras los erizos promueven el voto útil. En este momento de la historia del país se colocan los acontecimientos políticos en un lugar privilegiado, y hay menos espacio para consideraciones más variadas y, también, más específicas que, sin embargo, pueden marcar diferencias muy grandes en la vida pública, pues se vinculan con las formas inmediatas de la vida de los individuos y los grupos. Cualquiera que sea el resultado de estas elecciones y cuando se haya superado el momento político habremos de enfrentar esa dimensión más interna de la existencia social. Esa dimensión que se desprende de los proyectos económicos, de las medidas que encauzan el bienestar social, la educación, la cultura y el ámbito de las libertades.

Así está planteado hoy el dilema de la libertad para nosotros. No somos totalmente libres y, no obstante, tenemos que partir de la convicción de que lo somos. El voto libre será ejercido en muchos casos sin la posibilidad de una pureza política o ideológica en la decisión que se adopte; sin sofisticaciones teóricas y, en cambio, a partir de una larga experiencia que lleva a la convicción del límite al que se ha llegado en la organización y el ejercicio del poder en el país. Y parte de la libertad es saber bien que no hay garantías derivadas de nuestra elección.