DOMINGO 25 DE JUNIO DE 2000

 


* Antonio Gershenson *

Hoyo de dona y abandono

Se informó en estas páginas sobre la "desaparición" de dos islotes, el Bermejo y el Punta Arenas, cuya ausencia, en el momento de la medición, ocasionó la pérdida, para nuestro país, de una parte de la superficie de los llamados "hoyos de dona", en la zona limítrofe con Estados Unidos en el Golfo de México. Esta región ha cobrado importancia por los yacimientos petroleros existentes en toda esa zona, y no sólo en el área que se ha estado discutiendo.

Detrás del problema está el abandono de muchos años, por gobiernos ocupados sólo de lo más inmediato, de las aguas profundas del Golfo de México. Así como la pérdida de Texas y otros territorios no fueron producto sólo del expansionismo del norte, sino del abandono por parte de los gobiernos mexicanos centrales y centralistas, ahora se nos vuelve a presentar una situación así.

El asunto ya tiene años en desarrollo. La declinación final de las reservas petroleras de Estados Unidos ha llevado a ese país, junto con Canadá, a realizar la mayoría de las perforaciones petroleras del mundo, sólo para que la caída de la producción del energético no sea tan pronunciada. Esto incluye las aguas profundas del Golfo de México.

El Servicio de Administración de Minerales del vecino país considera como aguas profundas las que tienen más de 1000 pies entre la superficie y el lecho marino, o sea, poco más de 300 metros. La técnica actual permite perforar con profundidades marinas hasta de 3 mil metros.

La producción petrolera estadounidense en aguas profundas ha aumentado gradualmente, entre 1992 y 1999, a 550 por ciento para crudo y a 800 por ciento para gas natural. La producción en estas aguas es ya la quinta parte de la de todo el país vecino.

La profundidad marina en el hoyo de dona oeste, que es el que ahora está siendo objeto de un tratado, va de 2000 a 2500 metros. Hace un par de meses estaban operando en el Golfo cuatro equipos de perforación que pueden operar a la mayor de esas profundidades, y algunos más para las partes menos profundas; pero están en construcción 15 equipos más que pueden perforar en cualquier punto del citado "hoyo".

Por otro lado, y haciendo a un lado esta realidad que ha estado siendo reflejada en las publicaciones especializadas, en México no se han querido explorar ni siquiera las áreas contiguas a las zonas marinas existentes, pese a que se sabe de su potencial. Ante la insistencia en el sentido de que las verdaderas reservas en la Sonda de Campeche, de la que salen las tres cuartas partes de la producción nacional de crudo, son insuficientes para el desarrollo nacional, la respuesta ha sido: lo que estamos haciendo es lo más barato y lo más rentable. El costo de perforar en zonas más profundas es mayor.

El costo de corto plazo sí es mayor. A largo plazo, que ya se nos hizo corto, es ruinoso. El convertir a Pemex en un botín de la recaudación fiscal para poder subsidiar al sector financiero, lo ha descapitalizado y endeudado. Las verdaderas reservas probadas en las regiones marinas, sobre la base de las Memorias de Labores de Pemex, llegaron a 16 años de la producción de 1999; pero del gas natural cuya presión impulsa al crudo hacia la superficie, tenemos para 8 años de la producción del año pasado. En la práctica, no es que en ocho años se vaya a acabar el gas, sino que su producción declina irremisiblemente y tenemos que importar más. En cuanto al crudo, la declinación voluntaria por la concertación con otros exportadores se convierte, en poco tiempo, en declinación a secas.

Es fundamental que se cambie esa política. Debemos explorar y desarrollar los yacimientos mexicanos en las aguas profundas del Golfo, tanto en las cercanías de las actuales regiones marinas petroleras, como cerca de los límites con Estados Unidos. Por un lado, es asunto de soberanía nacional y de que no haya nuevas "Mesillas" (la pérdida de La Mesilla anterior se inició con un extraño cambio en el curso del Río Bravo) y, por otro, de aprovechamiento racional de nuestros recursos naturales estratégicos.