DOMINGO 25 DE JUNIO DE 2000
Si las mujeres mandasen...
* Néstor de Buen *
Mi madre, madrileña, bella, rubia y de ojos azules, tenía un amor absoluto por la zarzuela. Y de pequeños, al menos Jorge y yo pequeños, y Pacita y Odón ya mayorcitos, nos llevaba al teatro, en Madrid, a ver alguno de aquellos programas más que hechos: "La Dolorosa", "Los Claveles" y "Los de Aragón". Y vimos Francisquitas y Luisas Fernandas y esa hermosura que es "La del manojo de rosas", aunque esta última, en Barcelona, en plena guerra, nada menos que con el barítono Marcos Redondo.
De aquellos tiempos y algo de los primeros años en México, con las cosas de Pepita Embil y su marido Plácido Domingo, padre de quien ustedes imaginan, data mi amor zarzuelero. No faltaban programas de radio y en sus principios, también en la tele.
El hecho es que yo, que de los cuatro hermanos soy el único que no ha cantado en la vida: Paz no lo hace nada mal y Odón era un excelente barítono, como Jorge es buen tenor. Yo, dibujo. Pero eso no quita que traiga algún disco del otro Plácido o la "Luisa Fernanda" completa en el automóvil cantada por mi fraternal amigo Carlos (Loperena) Santacruz. Y me veo solo cantando para mí aquellas viejas romanzas que siguen siendo bellas. Afortunadamente solo.
En estos días, no sé por qué, me he acordado de una canción que no ubico en una zarzuela en especial. Lo que recuerdo dice que "Si las mujeres mandasen, si las mujeres mandasen, en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones" y tararí tararí...
Pero el jueves recibí del licenciado Antonio Puig Escudero, director general del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, un libro espléndido que contiene los resultados preliminares del décimo segundo Censo General de Población y Vivienda 2000. Y me encontré con notables sorpresas. La primera, que es de lujo, que la tasa de crecimiento 1995-2000 ha sido sólo de 1.6, en tanto que en los años 1960-1970 fue de 3.4. La segunda, que la población total de México es menor que la prevista, sólo 97 millones 361 mil 711 habitantes. Y la tercera ųy de ahí el recuerdo zarzueleroų, que ha aumentado notablemente el número de mujeres sobre el de hombres: 50 millones 7 mil 325 sobre 47 millones 354 mil 386.
Con razón las damas están dando tanta lata con aquello de "equidad y género", una forma eufemística de decir que quieren estar en todo y sin diferencias.
La verdad es que mi experiencia laboral me indica que ni en la Ley Federal del Trabajo ni en los convenios colectivos las mujeres son discriminadas. Por lo contrario. En el contrato colectivo de trabajo del IMSS se jubilan un año antes que los hombres. Y se podrían buscar otros ejemplos.
Algo de ese espíritu mayoritario se empieza a advertir en la política. Si no me equivoco el PRD obliga a un porcentaje mínimo de candidatas a los puestos de elección popular. Hace unos días, me parece que en el Toreo de Cuatro Caminos, se llenaron las tribunas de mujeres perredistas que aclamaron a Cuauhtémoc Cárdenas. Y el pasado jueves 22, Maricruz Montelongo Gordillo, responsable del "Programa para la participación de la mujer" del PRI, llevó nada menos que 10 mil mujeres al Auditorio Nacional.
Del joven Vicente no tengo noticias de reuniones femeninas, pero en un desayuno al que fui invitado no hace muchos días, era notable el entusiasmo femenino por el guanajuatense, aunque no sé si se trataba de entusiasmos políticos o de los otros. Que al fin y al cabo Vicente es solterito.
Las experiencias de gobiernos femeninos no son escasas. Aunque no fue presidenta del Gobierno de la República española, Dolores Ibárruri, La Pasionaria, ocupó el espacio de la mayor importancia política en España, antes, durante la guerra, en el exilio y en su regreso a casa. Benazir Bhutto, en Paquistán, no lo ha hecho tan mal, aunque ahora esté un poco exiliada. Indira Gandhi fue otro ejemplo de gobierno femenino muy importante. Y no olvidemos a la tal Margaret Thatcher, nada grata políticamente, pero sin la menor duda, una dirigente sensacional. Y en tiempos no tan remotos, un presidente tan importante como Franklin D. Roosevelt tuvo como competidora a su propia esposa, Eleanor, fea en su vejez de manera notable y hermosa siempre en su espíritu liberal (del liberalismo bueno, el de aquellos tiempos, y amiga de la República española).
Será la próxima vez. Pero me encantaría que dentro de seis años (si no estoy, ahí me lo cuentan) los carteles electorales vuelvan a tener sonrisas como la de la bella Cecilia Soto, aquella sorprendente candidata del PT. Pero ahora de todos los partidos. *