DOMINGO 25 DE JUNIO DE 2000

ƑPor quién vota el que no vota?

 

* Guillermo Almeyra *

En algunos casos, lo hace directamente por las botas (sobre todo en los países donde el poder, como en Perú o Ecuador, depende de los militares, o en aquellos donde la derecha se apoya en éstos), pero siempre, siempre, por los "patrones del barco" social, o sea, por los poderes fácticos y por el gobierno de turno. En efecto, los banqueros, los grandes empresarios, "votan" todos los días (y forman la opinión para que otros voten) simplemente ejerciendo la dominación, controlando y moldeando las conciencias.

"Votan" también las grandes empresas extranjeras y sus revistas, y los gobiernos, por el solo hecho de comunicar sus acciones y posiciones y de aplicar políticas que tienen profunda influencia en el tejido social, también inducen el voto y "votan" cotidianamente (a veces, por si eso fuera poco, tratan de comprar voluntades agitando en periodos electorales las obras públicas que hacen e incluso los actos de justicia que es su deber realizar).

En cambio, con el predominio de la política-espectáculo y la reducción de los espacios para la política misma que impone el capital financiero, en todo el mundo, con escasas excepciones, crece el abstencionismo, sobre todo en los sectores populares. En efecto, aunque los más ricos, que ejercen el poder, podrían no votar, generalmente van a las urnas por razones culturales y para dirimir las divisiones internas en las clases dominantes.

Este abstencionismo de las franjas más pobres tiene varias razones: una es la desmoralización, la ignorancia, la despolitización que se expresa en el "Ƒqué gano con votar?", "el voto no me da de comer" o "Ƒpara qué votar si son todos iguales?". Otra es la decepción y el deseo de castigar a los que la causaron, lo cual es muy común entre los votos que antes eran de izquierda y en buena medida siguen siéndolo pero se niegan a seguir sufragando por los Felipe González, los Schroeder, los D'Alema, los Blair y otros ex socialistas hoy social liberales que, efectivamente, en todo son semejantes a los neoliberales.

La tercera es el escepticismo y el criticismo frente a una izquierda que, como las demi-vierges, habla de virginidad pero no la tiene, ya que busca alianzas y componendas con los de la tercera vía, o sea, con los agentes de los agentes neoliberales del capital financiero. Esta última motivación, al fin de cuentas, expresa deformadamente la necesidad de un partido de izquierda real que no existe y la rabia de un sector que no tiene la paciencia ni la claridad necesarias para construirlo.

Otra causa, por último, es el dogmatismo y el sectarismo, enfermedades infantiles y seniles de la izquierda, que se expresa en frases ejemplares de la tontería humana como "tanto peor, mejor", "hay que desenmascarar a los reformistas moderados: que los derroten", "elecciones no, šrevolución!" y otras semejantes que se basan en el silogismo según el cual cuantas más derrotas y golpes sufran "las masas" menos ilusiones tendrán y, por lo tanto, más fácil resultará que se rebelen.

Ahora bien, no hay una Muralla China entre las reformas y la revolución y hay también reformas que en efecto mejoran y consolidan al sistema pero igualmente otras cuya conquista, en cambio, organiza para ir más allá del mismo y que son incompatibles con la política neoliberal. Del mismo modo, hay proyectos y candidatos que, sin acercarse ni de lejos a lo que sería necesario para construir una alternativa al régimen basado en la explotación y la dominación capitalistas permiten, por lo menos, debilitar la dictadura del "pensamiento único" liberal y resquebrajar el frente de los adversarios de los trabajadores.

Por lo tanto es necesario diferenciarlos de los demás y, al mismo tiempo que se preserva la propia independencia de juicio y de acción, dar algunos pasos juntos por la común vía de la democracia y de la independencia nacional frente a los hombres del capital financiero. Ser, en cambio, una ínfima minoría y no buscar convencer, tanto en la discusión como en la acción común, a los sectores más cercanos, numerosos y afines es encerrarse en un aislacionismo aristocrático muy poco político, muy poco eficaz y muy peligroso, ya que si aplastan la democracia y desbaratan a los demócratas-a-secas no se sabe muy bien sobre cuáles bases podrían desarrollarse quienes dicen querer una democracia social... *

 

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