Luis González Souza
Justicia divina, auriazul
La aclamada presencia de Cuauhtémoc Cárdenas en la UNAM fue mucho más que un acto electoral. Conscientemente o no, el pasado 22 de junio la UNAM fue anfitriona de la justicia, de mucha justicia, de esa que llaman justicia divina. Justicia en múltiples sentidos, reparación de numerosas injusticias.
Más allá de filiaciones partidistas, era muy injusta la caída -más artificial que real- de la opción cardenista. Esa caída no hacía justicia a la lucha de muchísimos durante muchísimo tiempo. Sus raíces pueden situarse en el primer gobierno cardenista (1934-1940), o en las vertientes más profundas de la Revolución Mexicana (el zapatismo, el villismo, el floresmagonismo) o, inclusive, en los Sentimientos de la nación tal cual fueron pulsados por José María Morelos.
La caída del cardenismo tampoco hacía justicia a la diversidad y al empuje pluralista desarrollados por la sociedad mexicana, y cuyo reconocimiento es clave para cualquier transición en verdad democrática. ƑO acaso sería justo que nuestra peleadísima transición terminara en un estrechísimo menú: PRI o PAN, Fox o Labastida? ƑEs justo que con una cultura tan rica, que incluye tradiciones democráticas tan genuinas como la del mandar-obedeciendo, México termine en un bipartidismo a la americana, por demás irrespetuoso de una sociedad tan heterogénea como la estadunidense?
Ni siquiera el mentado escenario de los tres tercios -más probable que nunca, tras el acto de Cárdenas en la UNAM- es justo en un sentido social y prospectivo. Brincos diéramos si la riqueza de México realmente estuviera repartida en tres partes equiparables. Hoy por hoy, el "tercio" mayor, gigantesco, es el de los pobres (casi 70 por ciento de la población mexicana). Y mañana por mañana, México tendrá cero futuro si ese "tercio" no es atendido en serio.
Nos guste o no, la opción cardenista es la que mayor credibilidad tiene en su compromiso con los pobres de nuestro país. En cambio, Ƒcuántos pobres hay entre los Amigos de Fox? y Ƒcuántos pobres por minuto fabrica el régimen representado por Labastida?
Es justo, pues, el repunte de todo lo que represente Cuauhtémoc Cárdenas. Y para colmo de justicia, dicho repunte inició su tramo decisivo en la UNAM. Si en 1988 ésta la hizo de catapulta para la candidatura de Cárdenas, ahora en el 2000 es muy probable que la haga de ave Fénix. Sobre todo, si los partidarios del "voto útil" rectifican y comienzan por hacer de la ética y la justicia, lo más útil.
Como sea, la UNAM ya merecía una reivindicación. Por si no fueran suficientes los golpes de tanta contrarreforma burocrático-mercantilista y el virtual linchamiento de los estudiantes a propósito de su larguísima huelga, ahora éstos se dejan arrastrar hacia la peor de las intolerancias, la que desemboca en insultos y trancazos. De suyo lamentable fue el trato que recibieron en la UNAM los candidatos Manuel Camacho y Gilberto Rincón Gallardo.
Ello, sobre el cada vez más delgado filo que separa, de un lado a la ultra profesional (con chacos o con becas), y del otro, a la ultra dogmática, la ultra romántica y la ultra natural. Esta última, menos radical en todo caso, que los agravios recibidos, vía desnutrición, aun antes de abandonar el vientre materno. Ya nacidos, su vida es sinónimo de crisis y desesperanza.
Y esperanza fue precisamente lo que inyectó Cuauhtémoc a la UNAM. En primer lugar, esperanza de una educación al alcance de todos, y de la calidad necesaria para hacer de México una nación desarrollada, democrática, soberana y, por supuesto, más justa. E inyectó esa esperanza con su principal arma: la credibilidad nutrida de tanta determinación de lucha como capacidad para vencer adversida- des (siempre de atrás pa'delante en sus contiendas electorales).
Por ello logró una asistencia inclusive mayor que la de 1988. Por ello la UNAM volvió a lucir su principal activo: no sólo el respeto, sino la promoción de la diversidad. Por ello pintan mucho mejor las elecciones del 2 de julio. Y por todo ello hablamos de justicia divina, esta vez vestida de "puma".