SABADO 24 DE JUNIO DE 2000
Ť En Roma, relatos de horror de las víctimas
Se estrecha el cerco en torno a militares argentinos represores
Ť Continúan los testimonios de los sobrevivientes de la dictadura
Stella Calloni, corresponsal/II y última, Buenos Aires, 23 de junio Ť Paralelamente a los intentos en América Latina por juzgar a ex dictadores como el paraguayo Alfredo Stroessner y el chileno Augusto Pinochet, en Italia continúan los testimonios de sobrevivientes de la represión durante la última dictadura militar argentina, en el juicio por la desaparición de ocho ciudadanos argentinos de origen italiano.
El coronel retirado José Luis García, del Centro de Militares Democráticos Argentinos, entregó la semana pasada al tribunal penal de Roma un documento con órdenes firmadas por el ex general Suárez Mason, que daba cuenta de operaciones encubiertas durante esa dictadura (1976-1983).
En la "orden de operaciones número 9\77, zona I", fechada el 13 de junio de 1977, se precisa que las acciones tendientes a "lograr el aniquilamiento del oponente" explican que esas "operaciones encubiertas" deberán además lograr "mantener el temor" de los opositores.
Además de este documento, el coronel retirado García entregó otras directivas firmadas por el ex dictador Jorge Rafael Videla, destinadas a modificar las zonas en que se había dividido la ciudad e incluso el país para su control militar.
Así, se asigna una parte de la provincia de Buenos Aires al general Santiago Omar Rivero, otro de los siete imputados.
García relató también a la corte de Roma que los secuestrados eran fusilados tras sufrir numerosos tormentos, para ser sepultados como NN (desconocidos) o sus cuerpos eran "volados" con explosivos; tam- bién podían ser arrojados sedados y atados al mar desde aviones, en los llamados vuelos de la muerte.
La semana pasada la audiencia, que juzga la desaparición de ocho ítalo-argentinos, aunque el número de italianos y sus descendientes víctimas de la dictadura es inmensamente mayor, vivió un día de "memoria del horror" cuando declararon varios sobrevivientes.
Uno de los casos más dolorosos fue el de Marta Francese de Bettini, de 76 años, quien pertenecía a una de las familias más acomodadas de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. El primero en desaparecer, en 1976, fue su hijo Marcelo. Aunque el padre del estudiante de 21 años y esposo de Marta era un juez que militaba en la derecha católica, también fue luego secuestrado y desaparecido.
En 1977 siguió el yerno de la mujer, el oficial de marina Jorge Devoto, cuando intentaba averiguar con sus colegas el paradero de su suegro y su cuñado. Nunca salió del edificio Libertad de la fuerza.
En este caso, el arrepentido ex capitán Adolfo Scilingo relató en 1995 que Devoto fue especialmente atormentado por sus colegas, quienes lo arrojaron al mar sin colocarle la inyección de drogas para sedarlo, como hacían con el resto.
Pero no acabó allí la tragedia: la madre de Marta, quien se quedó en Argentina por su edad (tenía 77 años) después que su hija había huido a España, fue también secuestrada y desaparecida.
En los juicios que se llevan a cabo en La Plata para tratar de esclarecer el destino de los 2 mil desaparecidos en esa ciudad, Marta había acusado "al episcopado argentino por su complicidad con la dictadura".
Una hermana suya, monja incluso, fue a pedir ayuda a Suárez Mason, quien tuvo bajo su control más de 40 campos clandestinos, pero éste, quien fuera también un hombre clave en la Operación Cóndor, le recomendó que por seguridad volviera a su casa y se callara.
Otro testimonio fue el de Estela de Carlotto, madre y abuela de dos desaparecidos y presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
Su hija Laura Estela estaba embarazada al ser secuestrada y tuvo a su niño, al que saben que llamó Guido, en el campo clandestino de detención de La Cacha. Los restos de la joven aparecieron luego, pero al niño lo siguen buscando.
También presentó su testimonio el cineasta Marcos Bechis, quien dirigió la premiada película Garaje Olimpo, en la que cuenta parte de su propia historia por haber estado detenido en el campo clandestino Club Atlético, del que pudo salir por las gestiones de su padre, un alto funcionario de la Fiat italiana.
Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz 1980, se presentará también ante la corte, ya que durante su encarcelamiento en la policía convivió con un adolescente, hijo de un alto empresario italiano que debió pagar un rescate millonario para salvarlo.
Pese a la campaña para impedir que los juicios en Italia fueran cerrados por el fiscal Antonio Marini, bajo el argumento que los militares argentinos habían sido ya juzgados en su país, los organismos humanitarios de Argentina e Italia lograron que continuara el proceso al establecer que estos acusados fueron liberados por la aplicación de las leyes de obediencia debida y punto final y por los indultos de 1990.
Una luz se abre ahora para aquellos familiares que nunca descansaron en su búsqueda por la verdad y en su exigencia de justicia ante el genocidio.