SABADO 24 DE JUNIO DE 2000

Ť A 65 años de su muerte, prevalece el mito del cantor más importante de Argentina


Carlos Gardel, símbolo que llevó el canto del arrabal por el mundo

Ť Un halo de misterio envolvió su vida Ť En los tangos llevó el mensaje de los ''sin nada''

Ernesto Márquez Ť El tango, como fenómeno social, está unido al nombre de Gardel. No es posible hablar de ese género sin pensar en él, ni pensar en Argentina sin evocar la figura del Morocho del Abasto. Su trágica muerte, acaecida en un accidente aeronáutico el 24 de junio de 1935, en Medellín, Colombia, le hizo quedar detenido en el tiempo como uno de los grandes mitos del siglo XX.

Pero los mitos siempre acumulan silencios en torno a sus vidas mortales. Un halo especial de inmortalidad los rodea. Pertenecen casi a los dioses, a esencias que escapan a las simples percepciones humanas. Se cree o no en ellos. No admiten discusión. Carlos Gardel es un caso típico de elevación de un hombre hacia la altura de un trono mítico, hacia el "bronce que sonríe" desde su pedestal estatuario, que en el cementerio bonaerense de La Chacarita se cubre de peregrinos, flores, emociones, renovadas veneraciones y extraños ritos.

carro carlos gardel Gardel más que un cantor fue todo un símbolo para Argentina. Una sociedad producto de la inmigración precisó de este hombre para comprender mejor su propia génesis y desarrollo. Y creemos que fue así porque Gardel era uno de los tantos hijos de extranjeros que vieron surgir la ciudad de Buenos Aires de los cimientos de ''la gran aldea'', en las primeras décadas de este siglo, cuando el italiano, el francés y el español se fundieron con los campesinos que llegaban a la naciente ciudad para darle una configuración distinta, una característica sui generis.

Fue Gardel quien expresó el sentimiento de esa nueva ciudad en el género musical que nació de su voz: el tango-canción. El ritmo de los estratos más humildes del pueblo, que sólo se bailaba, y que "se elevó de los pies a los labios", como apunta Santos Discépolo.

Sobre su nacimiento se han tejido decenas de relatos y leyendas, al igual que sobre su fallecimiento. Muchos años pasaron sin que se pudiera afirmar con certeza de dónde vino ni cómo se fue. Lo que siempre quedaba era la visión mágica de su aparición fulgurante por las calles aledañas al mercado del Abasto.

Sin embargo, ahora se conocen muchas cosas con indiscutible certeza. Se ha comprobado que nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890; que era hijo natural de Berthe Gades, planchadora, y que llevó por nombre el de Charles Remuald Gades.

Se ha demostrado, igualmente, que antes de cumplir los tres años fue llevado a la Argentina, como tantos otros inmigrantes europeos, y que desde muy pequeño dio muestra de su gran afición y excepcionales condiciones para el canto, talento que cultivó primeramente canciones y aires camperos, y más tarde, a dúo con José Razzano, entonando lo más selecto del cancionero popular de la época, hasta que en 1917 inicia con el tango-canción al interpretar Mi noche triste, con versos del poeta lunfardo Pascual Contursi, compuestos para el tango instrumental Lita, de Samuel Castriota.

A Gardel se le puede considerar uno de los cantores populares más extraordinarios. En su arte llevó el mensaje de su arrabal porteño a latitudes muy apartadas de su Buenos Aires querido. Además, desde una óptica humana y social, es innegable que Gardel siempre estuvo al lado de los humildes, de los "sin nada". Cantó para ellos y sobre ellos.

Carlos Gardel, con su conciencia clara, favoreció también su personalidad con una indiscutible reserva (la ausencia de datos precisos acerca de su vida íntima, su relación con Bertha Gades, sus amores -que jamás aclaró, negó o confirmó-, la voluntad de no casarse y no tener hijos...), fortaleciendo con ese silencio la leyenda que rodeó siempre su vida privada.

Como lo dijera Blas Matamoro, uno de sus más importantes biógrafos: "Gardel cultiva en vida la oscuridad en cuanto a sus ascendientes y orígenes. Así es que su existencia se va poblando de entradas prohibidas, misterios y lugares vedados. Hay intimidades que Gardel sólo comparte consigo mismo".

Pero la muerte repentina y prematura del artista aquel 24 de junio de 1935 lo evade del mundo de las vivencias materiales para instalarlo en un ideal a seguir. En el fuego purificador de Medellín se quemaron sus miserias primeras, sus pecados, sus propios desaires y las ingratitudes hacia él. Y sus fieles admiradores, que eran muchos, pero no eran todos, se vieron sobrepasados por multitudes que conformaron el mito.