* Iván Restrepo *

El obispo que no hacía milagros

Sin duda, don Onésimo Cepeda es el prelado de la Iglesia católica mexicana que más procura estar cerca del poder político y económico. De igual forma, el obispo de Ecatepec tiene una enorme debilidad por los medios informativos: declara a la menor provocación y sobre los temas más variados. De su gozo por el poder existen muestras visibles: gracias a su amistad con los hombres de dinero, logró edificar la catedral más ostentosa de la nueva América Latina, la cual contrasta con la pobreza de sus feligreses. Por razones desconocidas, el papa Juan Pablo II se negó a inaugurarla, asunto que corrió a cargo del presidente Zedillo, admirador de Benito Juárez.

En cuanto al mundo de la política, conocido es su poder de convocatoria: lo procuran lo mismo el Presidente que secretarios de Estado, gobernadores y dirigentes políticos, en especial los del PRI. Cuando juegan los Diablos Rojos del Toluca, don Onésimo aparece en el palco, donde se reúne la cúspide política que maneja los asuntos del estado de México.

Recientemente, ataviado con la ropa que los obispos utilizan para las grandes ceremonias religiosas, bendijo la nueva sede de beisbol capitalino, a invitación de dos de sus amigos empresarios: Carlos Peralta y Alfredo Harp. Lamentablemente para don Onésimo, esa tarde la lluvia deslució la inauguración y fue otra personalidad, con muchísmo menos ropa que el obispo, la que se llevó la admiración del público: la actriz y fisicoculturista Lorena Herrera.

Ahora don Onésimo nos ha dado una gran sorpresa: también convive con los pobres de Ecatepec. Con motivo de las lluvias que el jueves inundaron varias colonias de ese municipio, el pastor de almas resolvió llevar consuelo y solidaridad a los que vieron cómo a sus casas penetraba agua "cochina". Con botas altas, sotana remangada a la cintura, pidió que llegaran pipas para que bombearan esa agua sucia y solicitó que se donaran botas (por favor, llevarlas a la catedral, dijo) para que la gente pudiera caminar sin peligro en medio del lodazal. Debe agradecerse su visita, pues fue la única importante que recibieron ese día los damnificados: ni el gobernador ni las demás autoridades estatales o locales hicieron acto de presencia en las áreas inundadas por falta de drenaje, por la irresponsabilidad oficial.

Horas más tarde, Joaquín López Dóriga logró una entrevista con el obispo, ya para entonces instalado en su cómoda residencia. La pregunta del periodista fue precisa: su opinión en torno a la inundación de Ecatepec y quiénes, a su juicio, eran los responsables de que miles de familias se vieran afectadas por las aguas negras, que en algunas zonas subieron un metro de altura. Fue imposible la respuesta adecuada. Se impuso la incontinencia verbal del prelado para ocultar lo obvio. Atropelladamente reconoció, sin embargo, que la obra pública, el drenaje, había fallado, no era el requerido.

Hoy Ecatepec, que sufre por falta de agua cuando no llueve y registra inundaciones cuando hay fuertes aguaceros, anda a la deriva: su presidente municipal pidió licencia para irse a reforzar a los candidatos del PRI y, en especial, al que debe sucederlo en el cargo. Cuando bajan las aguas y hay temor de que se presente otra inundación, cuando los altos funcionarios no aparecen para auxiliar a las familias, cuánta falta hace el poder de convocatoria del obispo Cepeda. Con llamar a algunos de sus amigos que aparecen en la reciente lista de Forbes, resolvería el problema material que ahora aqueja a miles de sus ovejas. Con una llamada a sus amigos políticos, se pondría en marcha esa maquinaria oficial que, a cambio de votos, hace milagros. Pero don Onésimo parece haber perdido la voz cuando realmente más la necesitan en Ecatepec. Cuando se acerca el día de las elecciones y sus candidatos deben ganar.