LUNES 19 DE JUNIO DE 2000
* Carlos Bonfil *
En el país de no pasa nada
La Cineteca Nacional ofrece, del 6 de junio al 2 de julio, una retrospectiva del trabajo de Maricarmen de Lara, directora egresada del CUEC, quien se ha destacado en las últimas dos décadas por una producción de corto y mediometrajes sobre temas de salud reproductiva, prevención del sida y diversidad sexual. Este trabajo, auspiciado por organizaciones muy combativas como Gire o Mexfam, posee un valor testimonial considerable. En él De Lara recoge las voces de la marginalidad (sexoservidoras, mujeres seropositivas, travestis juchitecos), con ecos muy fuertes de intolerancia social, prejuicio religioso y desdén sexista. Los títulos son elocuentes: No es por gusto, Nosotras también, No les pedimos un viaje a la luna y Géneros e identidades en el nuevo milenio. Este último trabajo, el más reciente, es una estupenda exploración de los usos y costumbres de la población en Juchitán, Oaxaca, y de sus muestras inusuales de tolerancia hacia travestis y homosexuales.
La retrospectiva coincide con el estreno comercial de En el país de no pasa nada, primer largometraje de la directora y que marca un sorpresivo distanciamiento de su larga labor documentalista. Con un tono de comedia ligera, De Lara incursiona en el terreno de una farsa social que incluye y resume, a su modo, algunas de sus propuestas anteriores como la prevención del sida (la negociación femenina de la protección sexual) y la perspectiva de género. Aunque es por supuesto válido y estimulante abordar estos temas sin la solemnidad habitual de la labor didáctica o del compromiso político, resulta muy azaroso hacerlo en un medio fílmico donde la mercadotecnia no siempre requiere del talento de un director o de un guionista para promover exitosamente sus productos en taquilla. Si esta mercadotecnia falla, los mejores propósitos se derrumban, pero si la estrategia publicitaria funciona, la mera eficacia de los gags basta para compensar cualquier insuficiencia de la cinta. No son así pocos los que aplaudieron la eficacia de Sólo con tu pareja, sin importarles su modo frívolo de hacer del sida algo chistoso y de poder reírse del drama de un supuesto seropositivo. O la manera burda en que se aborda la inseguridad capitalina en la comedia Todo el poder, de Fernando Sariñana (Hasta morir), un director capaz de lograr estupendos registros dramáticos.
De Cilantro y perejil a Sexo, pudor y lágrimas la comedia ligera ha conquistado un público masivo, el mismo al que Maricarmen de Lara parece dirigir su primer trabajo industrial, pero aun cuando es mucho el empeño de la directora por sacar el mejor provecho de un buen reparto (Julieta Egurrola, Fernando Luján, Alvaro Guerrero), su manejo de las situaciones humorísticas resulta obvio y muy previsible, más cercano a cualquier comedia de Julián Pastor que al tratamiento fársico que transforma los excesos en virulencia y denuncia política (La ley de Herodes). Y no son pocos los temas políticos que aborda De Lara: desde la corrupción que trafica con la miseria urbana, hasta las complicidades entre políticos y empresarios que terminan en operaciones de lavado de dinero y cuentas bancarias en Suiza. Sin embargo, todo un largo episodio ųel secuestro del empresario Enrique Lascuráin (Luján)ų conduce a un solo gag memorable, de consumo estrictamente local (Alvaro Guerrero imitando la voz de Chabelo), en tanto el resto de la comicidad de la cinta se concentra en la manera en que la esposa de Lascuráin (Julieta Egurrola) construye su parodia de un ama de casa burguesa que se entretiene con una fantasía cibernética de emancipación virtual.
Hay referencias a escándalos relativamente recientes, alusiones veladas a figuras políticas reconocibles y en la sucesión de viñetas humorísticas se destaca la idea de la nación como cuantioso botín para unos cuantos pillos. Cualquier espectador podría resumir esa corrupción en una sola palabra: Fobaproa; en la cinta se simboliza con el nombre de la empresa Comosupo. Lo que finalmente prevalece en la trama, pese a sus mejores intenciones, es un banal episodio de comedia conyugal donde un marido infiel padece la irónica revancha de su esposa ofendida.
La originalidad de Maricarmen de Lara ha sido innovar, abrir brecha en la discusión de temas sociales polémicos, en la afirmación de un punto de vista y de una perspectiva de género que contrastan con un cine light muy vinculado con la mercadotecnia y la complacencia humorística. Una directora muy prometedora, Marise Sistach (Los pasos de Ana), tuvo hace años un fuerte descalabro al incursionar en una comedia involuntariamente sexista: Anoche soñé contigo. Por su parte, la realizadora de No es por gusto tiene, al parecer, muy poco que ganar diluyendo sus inquietudes más interesantes en una propuesta comercial de alcances por demás modestos.