* Cada semana salen autobuses repletos de los aspirantes a braceros
Proliferan en Veracruz los pueblos "de viejos y de mujeres solas"
* En la región del Papaloapan escasea la mano de obra joven para la siembra y el corte de caña
Víctor Ballinas, enviado/ I, ejido Tilapa, municipio Carlos A. Carrillo, Ver., 17 de junio * Hace tres años se observó en los ejidos de la cuenca baja del Papaloapan un incipiente proceso migratorio de campesinos jóvenes a Estados Unidos. Primero se iban uno o dos al año. En la actualidad, impulsados por las agencias de colocación de personal de las maquiladoras asentadas a lo largo de la frontera norte, cada semana salen dos autobuses repletos.
Los efectos de esa migración se resienten ya en los doce municipios de la zona: en Tierra Blanca, Tlacotalpan, Tres Valles, Otatitla, Tuxtilla, Chacaltianguis, Cosamaloapan, Santiago Ixmatlahuaca, Carlos A. Carrillo, Tlacojalpan, Amatitlán y Villa Cula comienzan a multiplicarse las casas abandonadas, los "pueblos de viejos" y de "mujeres solas con hijos", y escasea la mano de obra joven para el corte de caña y para trabajar la siembra.
El trabajo en los ingenios
Y los ingenios San Gabriel y San Cristóbal, que habían sido motores de la economía regional durante más de un siglo ųeran los únicos empleadores y absorbían la mano de obraų, por primera vez en la última zafra no tuvieron los cortadores de caña necesarios. Ni contratando gente de otros municipios y estados pudieron completar. Todo se retrasó. Les faltaron mil 600 hombres.
Esos son sólo algunos de los impactos de la emigración de campesinos a diversas ciudades de Estados Unidos: Atlanta, Phoenix, Deming, Houston y Los Angeles. Los pocos muchachos que aún habitan estas localidades no hacen sino planear cómo irse en busca de un futuro más promisorio.
Veracruz ocupa el segundo lugar nacional entre las estados con pérdida neta de población (migración): 214 mil 154 personas han abandonado el estado, de acuerdo con informes del Consejo Nacional de Población (Conapo). El Censo de Población y Vivienda 1990, así como el Conteo de Población 1995, señalan que en el país el primer lugar lo ocupa el Distrito Federal.
Dado que este fenómeno, el de marcharse "al otro lado" de manera masiva, es muy reciente aquí, en la lista de los 233 municipios de alta intensidad migratoria a Estados Unidos, elaborada por el Conapo y la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), basada en el Censo de Población 1990 y el Conteo de 1995, no figura ningún veracruzano.
Los alcaldes de Cosamaloapan, Juan Chonti Rico, y de Carlos A. Carrillo, Enrique Molina Villegas, así como el síndico de Chacaltianguis, Gregorio Hernández Vera, coinciden en señalar que las salidas masivas de adolescentes y jóvenes comenzaron a darse en 1997. "La gente se va porque no hay trabajo y, cuando lo hay, pagan poco: 50 pesos al día en el corte de caña. Pero éste dura sólo cinco meses cada año. Después no hay manera de encontrar empleo". Aquí ųinsiste cada uno a su maneraų, las únicas industrias son los ingenios.
Molina define así la situación: "Los muchachos se ilusionan cuando regresan los amigos que se habían ido. Llegan con dinero en los bolsillos, compran tierras, hacen sus casas, y les aseguran que allá lo que sobra es trabajo. Por trabajar en el campo pagan ocho veces más que aquí. Entonces, Ƒa qué se quedan?".
Lamenta: "Nos estamos quedando sólo los viejos". En los pueblos ya casi no hay jóvenes. Por donde quiera que se le busque, en cualquier ejido, cada vez salen más a la frontera. Se van a las maquiladoras, y muchos ya están en Estados Unidos.
En el ejido Tilapa, en Chacaltianguis, en Amatepec, en Mata de Caña, en Yorka, entre otros, es común la respuesta de los padres ante la ausencia de sus hijos: "Aquí no tienen futuro. Los muchachos se van en busca de mejores empleos. Quieren mejorar, desean una vida mejor que nosotros... aquí el campo ya no da más".
Hace un año empezaron a instalarse en Cosamaloapan y Carlos A. Carrillo, "agencias de colocación de personal". Desde aquí, prometen a los jóvenes que tendrán un puesto en alguna de las maquiladoras de la frontera, principalmente en Ciudad Juárez. Esto se traduce en una inmejorable posibilidad de estar a un paso de convertir su sueño en realidad: colarse a territorio estadunidense.
A la orilla de la carretera federal 145, en Carlos A. Carrillo, se ubica la agencia Colocación de Personal y Turismo. Con ese nombre está rotulada la pequeña oficina, y en los folletos que ofrece se informa de diez sucursales de la misma en la cuenca del Papaloapan. Se encuentran desde Córdoba hasta Acayucan; incluso cuentan con sucursales en Juchitán, Oaxaca.
La joven que proporciona los informes ųse niega a dar su nombreų dice que el pasaje cuesta 650 pesos a Ciudad Juárez. Las salidas son los jueves y los lunes. "Nos interesan los jóvenes y matrimonios jóvenes sin hijos. También les vendemos boletos a menores de edad, de 16 y 17 años... a ellos se les pide carta de responsabilidad de sus padres. Sólo con autorización por escrito de uno de los padres, se les vende boleto".
En esas agencias se promete a los migrantes alojamiento por 15 días. Se aclara que "sin alimentos", porque de acuerdo con la propaganda "serán contratados de inmediato en las maquiladoras y ahí hay comedores. Con su primer sueldo, pagarán después el hospedaje a la agencia de colocación".
A sólo unos pasos, en un tendajoncito ųdonde lo mismo venden refrescos que empleosų una señorita se desvive por atender a quienes desean cambiar de aires. Y unos metros más allá ųestá dura la competenciaų, a la entrada de una fondita, puede leerse en una manta que se ofrecen "viajes turísticos". Aunque en realidad no es así. Los lugareños saben que también desde ahí puede uno acercarse a Estados Unidos. En este caso, el autobús sale de Minatitlán y va de pueblo en pueblo, recogiendo gente.
En los ejidos, los agentes municipales explican el fenómeno migratorio como lo han vivido. Primero, se iban uno o dos jóvenes de manera esporádica. Luego empezaron a marcharse en pequeños grupos de amigos, vecinos o familiares. Ahora, cada semana salen dos autobuses de Cosamaloapan y Carlos A. Carrillo con jóvenes y familias completas de campesinos. Se van al norte.
Y en los ejidos todos saben y conocen a los que se fueron a la frontera y los que están de mojados en Estados Unidos. Los ubican por manzanas, y por casas. Todos se conocen. Cuando se encuentran en los ejidos, se preguntan por sus hijos, conocidos o parientes. Por eso saben en dónde están... y también saben de sus progresos.
En el ejido Tilapa, del municipio de Carlos A. Carrillo, una señora de 60 años espera sentada, en la barda de una tienda, la llamada de sus hijas que se encuentran trabajando en Ciudad Juárez. "Me dijeron que me iban a hablar como a las cuatro de la tarde de hoy miércoles. Tengo media hora esperando; aquí seguiré.
"Es que a veces, cuando ellas hablan, el dueño de la tienda nos manda buscar a nuestras casas, pero luego no me encuentran, o en lo que llego a contestar, ya colgaron. Por eso, mejor aquí espero."
Se llama Micaela Cruz Gutiérrez. Dos de sus tres hijas se fueron a trabajar a las maquiladoras de Ciudad Juárez. Cuenta sus pesares: "Así hemos estado desde hace dos años. Cada quince días espero sus llamadas. Allá ųen la fronteraų estaban mis tres hijas, pero una acaba de venirse hace como un mes. Se regresó porque su hijo tiene ataques epilépticos, y allá no había quién lo cuidara. Ella trabajaba en la noche.
"Lo trajo todo moreteado de los golpes que se daba cuando le venían los ataques. Es que se tiraba al piso, y con los temblores se pegaba con la puerta, con la cama. Al verlo mal, mi hija se tuvo que regresar".
Desde la tienda donde espera recibir la llamada, Cruz Gutiérrez se protege de la lluvia; sólo observa los charcos y el lodazal que se han formado con el aguacero que acaba de pasar. Continúa: "Mis hijas cortaban caña, pero apenas ganaban 20 pesos al día. Por eso se tuvieron que ir. No alcanza aquí la paga. Mejor se van".
Paula Cazarín Cruz llega a alcanzar a su madre. Le trae una sombrilla para cubrirse de la lluvia. Es la hija que se tuvo que regresar de Ciudad Juárez. Ella dice: "Allá trabajaba en una maquiladora. Mi turno era de siete de la noche a siete de la mañana. También trabaja turnos extra para sacar un poquito mejor. Con eso pagaba luz, agua y mi cuarto. Ya tenía dos años en la maquiladora, pero mi hijo se puso mal. La medicina que le daban no le servía. No tenía quién lo cuidara.
"Me daban 600 a la semana"
"Allá me daban 600 pesos a la semana, y de renta al mes pagaba 500 pesos por un cuartito. Mi trabajo consistía en armar cafeteras, planchas y licuadoras. Les quitaba la rebaba, las pulía y limpiaba. Era un trabajo fácil y mejor pagado que el corte de caña".
En el ejido Los Cocos, que ese día estaba anegado por la fuerte lluvia, el agente municipal, Modesto Grande Salinas, hace memoria de las personas que han emigrado. "Son 85 las que se han marchado al otro lado y a Ciudad Juárez".
Y pronto se van a ir otros, advierte Grande. Explica: "Ahorita que todavía hay corte de caña, pagan 50 pesos al día, pero en unos días más esto se acaba. Después qué hacemos, porque la zafra ya se acaba. Aunque todavía hay caña, con las lluvias ya no se puede cortar nada. La temporada de aguas es larga, de aquí hasta octubre. Sin trabajo y sin dinero, qué se hace... por eso los jóvenes se van. Ellos pueden hacerlo, nosotros ya estamos viejos".
"La mayoría de los que se han ido ya tienen fincada su casa. Y otros están ahorrando para llevarse a su familia. Los matrimonios jóvenes se van juntos. Esos ya no quieren regresar. Otros se van sólo unos meses, pero la mayoría ya no quiere volver, ya les gustó la buena vida".
El agente municipal explica: "El campo está abandonado. El maíz nos lo compran a 80 centavos el kilo, ni siquiera sacamos lo que nos cuesta sembrarlo. Los precios del café, del arroz, la caña, el de la naranja, se han caído. El campo ya no da... y con la crisis que hay".
Eusebio Rodríguez, del ejido Amatepec, quien conoce a todos los que se han ido al norte y a Estados Unidos en esa comunidad, dice: "Aquí tenemos 300 familias, casi todos tienen ya un hijo, un hermano, o un pariente fuera de aquí".
Ubica, con señas, las casas que se están construyendo con block o ladrillos. "Esas las están haciendo los que se fueron al otro lado. Los migrantes mandan dinero a sus familias, y con eso fincan. Con esa ilusión se van los jóvenes".