* Lourdes Galaz *
Periodismo de barandilla
* Cuenta un periodista que pasó más tiempo en los tribunales que en la redacción * Tv Azteca y sus abusos de poder * La Jornada presenta quejas de responsabilidad contra magistrados
Por estos tiempos en los que algunos periodistas han (hemos) sentido el acoso de fundamentalistas de derecha, el hostigamiento de políticos con desmedida ambición de poder, la abierta descalificación de autoridades y partidos políticos; por estos días cuando el procurador general de Justicia del DF, empeñado en resolver un caso, aun a costa de su prestigio personal y el del gobierno del que forma parte, llama a declarar ante el Ministerio Público a un reconocido comentarista de televisión, para engrosar la averiguación de un homicidio y sus posibles vinculaciones con el narcotráfico, el tráfico de influencias y hasta el uso ilegal de recursos públicos y quizás de lavado de dinero; cuando en algunos sectores del gremio periodístico pareciera que se desató una muy especial paranoia que en ciertos casos llega hasta el delirio de grandeza cuando en Televisión Azteca ųpresunta implicada en la averiguación del procurador Del Villarų publicitan el "abuso de poder", vale traer a cuento casos de verdadero acoso a los periodistas por su trabajo profesional, no por asuntos que desde hace meses se ventilan en las barandillas de los juzgados porque, se presume, tienen que ver con actos ilícitos tipificados en la legislación vigente.
ƑQuién no recuerda el caso Watergate que llevó a la dimisión del presidente de Estados Unidos? El periodista Ben Bradlee, aquel que dirigió el Washington Post en la época de mayor prestigio del diario, cuenta en su libro de memorias que en aquel tiempo su vida transcurría entre la redacción y las cortes. "Tengo la impresión de que durante los años 70 y 80 gasté mucho tiempo en los tribunales... claro, siempre acompañado del abogado Phil Geyelin". Y Bradlee, como Katherine Graham, la propietaria del diario, sufrió toda clase de acosos y amenazas de parte del gobierno y de grupos privados. El periodista nunca eludió la ley y cuenta que jamás le pareció necesario andar por las calles, llegar a casa, a la redacción del Post y mucho menos a los tribunales acompañado de personal de seguridad, golpeadores, guaruras o representantes de comisiones defensoras de derechos civiles... Un caso parecido es el del trabajo del equipo de Página 12, dirigido por Ernesto Tiffenberg. El periodista, fundador del diario en plena democracia argentina, ofreció disculpas a sus colegas, directores de medios de todo el mundo reunidos en Nueva Jersey, pues abandonaría el encuentro en razón de que estaba citado en los tribunales de su país, para responder ante acusaciones del propio presidente Carlos Saúl Menem por un reportaje publicado en Página 12.
Y en las últimas semanas, el propietario de Tv Azteca, Ricardo Benjamín Salinas Pliego, y algunos periodistas y empleados de su empresa, se han presentado en distintos tribunales mexicanos. Pero esa es otra historia, muy diferente por cierto. El dueño y los empleados de la televisora se acostumbran ųcuentanų a los tribunales. Luego del homicidio de Francisco Stanley, el 7 de junio de 1999, se presume que el equipo de Salinas Pliego es "carne de barandilla", como se dice en la jerga judicial. Y como la confusión no sirve a nadie, vale aclarar que el despacho de abogados que sirve a Tv Azteca trabaja a marchas forzadas en varios casos judiciales. Bueno, no sólo en los juzgados penales, como en el Tribunal Superior de Justicia del DF, tienen quehacer los abogados de Salinas Pliego. También han tenido mucho qué ver en el Consejo de la Judicatura, allá donde se administra la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y no precisamente porque su equipo de periodistas haya recibido denuncias por hacer bien su trabajo y luchar contra la impunidad, la corrupción y tantas otras irregularidades del sistema en el que estamos inmersos. Qué va... El patrón de quienes ahora se desgarran las vestiduras en la denuncia del "abuso de poder" ha presentado denuncias penales contra una veintena de periodistas, cinco de ellos del diario La Jornada. Algunos casos llevan más de tres años, y ciertos periodistas ųbien conocidos por ciertoų han preferido llegar a acuerdos extrajudiciales con los abogados o los personeros del denunciante, y es que "arrieros somos... y más vale un buen arreglo que un mal pleito", me comentó uno de los acusados.
Las demandas que Salinas Pliego tiene contra varios periodistas de La Jornada están aún en litigio. Otra más, contra Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV (editora del diario), es por "el pago de una suma que no podría ser inferior a un millón de pesos por concepto de daño moral", presumiblemente causado por una nota publicada el 27 de enero de 1997. La sentencia judicial resultó favorable a La Jornada en primera instancia (juez sexto de lo civil) y también en segunda instancia (Quinta Sala del Tribunal Superior de Justicia del DF). Salinas Pliego siguió el asunto y demandó un amparo en el Séptimo Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito. El 4 de febrero de 1999 se dictó la ejecutoria a su favor, en un fallo en que los magistrados argumentaron un presunto error de semántica que habría causado el "daño moral" a Salinas Pliego. Ya con el amparo en la bolsa, Tv Azteca pagó desplegados de una plana en varios diarios anunciando "La Jornada es culpable". Y como la ley es la ley y en La Jornada creemos en la justicia, no nos asustan los tribunales. Nuestros abogados ya presentaron ante el Consejo de la Judicatura Federal dos quejas por responsabilidad contra los magistrados del Séptimo Tribunal Colegiado en Materia Civil. La primera porque se presume "indebida e inexacta" la motivación de los magistrados para resolver el amparo solicitado por Salinas Pliego contra los fallos del juez sexto de lo civil y de la Quinta Sala del Tribunal de Justicia del DF, y la segunda porque los mismos magistrados habrían caído en violaciones procesales en la aplicación de la Ley de Amparo... y seguimos en los tribunales... En esas andamos y, por fortuna, nada hay que obligue a reporteros, cronistas, analistas, comentaristas de los medios, a negarse a sí mismos la libertad de expresión en aras del artificial equilibrio entre corrientes, partidos, ideologías, y entre quienes están y quienes aspiran al poder.
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