DOMINGO 18 DE JUNIO DE 2000

Ť El prestigiado grupo portugués es capaz de materializar lo divino


Madredeus. Antología, música para cambiar la existencia de los mortales

Ť La interpretación vocal, como siempre, corre a cargo de la bella Teresa Salgueiro

Ť Dos nuevas composiciones de Pedro Ayres Magalhaes se incluyen en este nuevo disco

Pablo Espinosa Ť Una oleada de placer se descascara desde los audífonos y/o los altavoces: mortales, buena nueva, flamante disco de Madredeus habemus.

salgueiro-t-cantante Como el mar, que siempre recomienza en un poema de Paul Valery, los efectos que surte en cuerpo y mente la música del grupo portugués es avasallante, siempre el mismo pero más intenso cada vez: los músculos se vuelven suaves, los ojos entornados, el rostro se inclina -impelido por hadas invisibles-, la mejilla se anida en la palma de una mano y sólo un sonido opaco parece interrumpir el oleaje calmo de la música que suena: un suspiro.

Pocas músicas, aun las músicas dormidas (como se llaman un cuadro de Tamayo y una partitura de Lavista), son capaces de despertar tantos suspiros y tan hondos como lo hace Madredeus. Cada hoyito de la epidermis está perfectamente erecto. Eso que los clásicos denominan piel chinita pero que no es otra cosa que una epifanía, es decir, la materialización de lo divino.

Privilegiados mexitecas

He aquí un nuevo motivo para que cronopios, famas y esperanzas se vuelvan más dichosos: ha llegado a México el compacto prodigioso titulado Madredeus. Antología (EMI) y que contiene dos creaciones nuevas de Pedro Ayres Magalhaes, Oxalá y As brumas do futuro, encabalgadas en una de las voces más bellas del planeta. Esa voz tiene nombre y apellido: Teresa Salgueiro.

Pocas músicas como la de Madredeus tan poderosas como para cambiarle la existencia a tantísimos mortales. Los mexitecas somos harto privilegiados en tal aspecto, pues estos paisanos de maese Saramago nos han visitado en varias ocasiones, desde que Teresinha Salgueiro era una muchacha virginal hasta que retornó recientemente, tocada más aún por la gracia divina, con una bebé en los brazos, tan hermosa como ella.

Nadie de entre los mortales que estuvimos una noche de octubre en la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, confundidas en el rostro lágrimas y lluvia, olvidaremos esa música hendiéndosenos en vivo, como otra noche en el Zócalo de la ciudad de México, lleno de muchachas y muchachos, todos sentados en silencio, escuchando a los ángeles cantar: los músicos hijos de la Madre de Deus, ángeles enfundados en negros ropajes, pulsando instrumentos tallados por Fra Angelico en un fresco florentino. Y Teresa Salgueiro mientras canta es Venus naciendo del mar, ella entonces pintada por el maestro Sandro Boticcelli.

Pedazos de ternura que llevamos atados al ventrículo derecho: O Pastor, Vem, Haja o que Houver, Guitarra, A andorinha da Primavera, Céu da Mouraria, Ao Lounge o Mar, O Sonho, Alfama, O Paraíso, O Mar, Ainda, O Tejo. Tal es el material que anima este disco que nos retorna al útero, nos recupera al paraíso, nos hace recobrar la forma humana.

Pocas músicas hacen tanto y tan hondo suspirar. Oh, camaradas, de qué manera tan bella y tan irónica nos sonríe esa señora tristalegre llamada saudade.

Cuando uno escucha a Madredeus y siente sobre el pecho, desnudo, una lágrima que quema, ésta no puede ser sino de dicha.

ƑPor qué carajos nuestros paisanos los suecos no han creado aún el Nobel de la Belleza para otorgárselo ipso facto a Madredeus?