DOMINGO 18 DE JUNIO DE 2000
Ellos, nosotros y el voto útil
* Guillermo Almeyra *
La realpolitik ha hecho verdaderos estragos.
Gente que es seria en otros campos habla hoy sin pestañear del "voto útil" y de la necesidad de subordinar "lo deseable" (el cambio social, incluso el predominio de la ética, por ejemplo) a la obtención de "lo posible" (o sea, el mal menor). No habría pues que intentar salir de la sartén; eso sí, hay que exigir que nos frían sólo con mantequilla...
Si les escuchásemos, en Italia no quedaría otra vía para evitar el triunfo de Silvio Berlusconi que tratar de mantener a toda costa a Giuliano Amato, brazo derecho de Bettino Craxi, el que ųcon fondos y apoyos clandestinosų hizo de Berlusconi, un oscuro pequeño empresario de la construcción, un magnate televisivo y el líder actual de la derecha. Y en Inglaterra habría que votar por Blair contra los conservadores.
El olvido de que el "mal menor" se basa en una relación de fuerzas sociales determinada y de que cualquier empeoramiento de la misma (para las clases dominadas) agrava automáticamente dicho mal es realmente funesto. Porque la relación de fuerzas no es fija, no está dada para siempre, y depende sobre todo de la claridad política, de la moral de los contendientes que se enfrentan en el conflicto social, de la posibilidad de tener o no propuestas alternativas y organización propia.
Todo lo que confunda a las clases dominadas y las subordine política e ideológicamente al adversario dominante naturalmente refuerza a éste frente a aquéllas. Por lo tanto, lo "posible" es cada vez peor y lo "deseable" se aleja quizá para siempre. Porque lo "deseable" o incluso la utopía es un faro que desde el futuro ilumina el camino, hoy y aquí, hacia el mismo y sin luchar por lo "deseable", por la utopía, lo "posible" no contiene ningún elemento que permita abrirse paso adelante sino que es impuesto directamente por el capital financiero.
La tercera vía, totalmente subordinada a la política de éste y que es una vía intermedia entre la socialdemocracia que, aceptando el marco capitalista, lo quiere reformar, y el neoliberalismo, excluye no sólo cualquier intento reformador sino que quiere también eliminar el conflicto social. Pretende creer y hacer creer que se acabaron las ideologías mientras defiende la del fundamentalismo neoliberal, y que se acabaron las clases mientras defiende a banqueros e industriales.
Es notable, sin embargo, cómo consigue engañar incautos y hacerles olvidar el elemental "ellos" opuesto a ese "nosotros" tan presente en la visión del mundo de los dominados. Por eso, al eliminar toda caracterización de clase y política, todos los gatos se tornan grises y la política desaparece sustituida por la maniobra, de modo que, para algunos, resulta posible aliar la izquierda y la parte peor de la derecha si eso les permite sacar algún provecho frente a otra parte de ésta (para después, quizás, aliarse con ésta contra aquélla si acaso les conviniese). Programas, proyectos, objetivos, principios, pasado de los contendientes, no tienen importancia para los nuevos alquimistas, empeñados en convertir en oro las materias más viles.
Este desvío hacia abruptos y oscuros precipicios sociales que se recomienda con tanta seriedad a aquellos a los que habría que reforzar en su independencia política, su espíritu crítico, su conciencia social, su autoorganización, precisamente para avanzar hacia la utopía posible (en el sentido de Bloch) y condicionar así incluso lo "posible", es un valioso aporte al neoliberalismo, a la despolitización, a la reducción del campo de lo político, a la construcción de la visión de un mundo donde todos "son iguales".
"Ellos" (los de los crímenes impunes desde el Cono Sur hasta Centroamérica, los de los fraudes, la corrupción, el robo descarado de las finanzas públicas, los hombres al servicio del capital y de la opresión, los promotores de una Iglesia católica preconciliar) se oponen a "nosotros" (las víctimas de todo eso). Esa frontera es la única que no puede ser cancelada sin causar daños irreparables.
El 68 francés, entre otras consignas, enarboló una que contiene una gran sabiduría sociológica: "Sé realista, exige lo imposible". En efecto, la lucha por lo imposible hoy puede hacer que sea posible mañana y, de paso, puede dar como subproducto que el poder deba ceder posiciones y hacer concesiones, mejorando lo actualmente posible. La educación política de masas en la idealidad y el rigor es fundamental tanto para la construcción de una alternativa social como para la resistencia a la opresión y la dominación. La realpolitik tiene su lugar en la basura. *