JUEVES 15 DE JUNIO DE 2000

Chiapas, otra vez la virulencia

 

* Sami David *

Todo acto de violencia debe ser repudiado. Y más cuando con ello se pretende crear un clima de fragilidad a fin de cerrar los caminos del orden y de la democracia. Los nuevos actos de sangre en Chiapas evidentemente buscan deteriorar la imagen de gobernabilidad y de confianza, precisamente cuando los partidos políticos buscan encauzar la participación ciudadana y la energía social de la gente.

Indebidamente se busca deteriorar la tranquilidad de los ciudadanos en el proceso electoral que enfrentaremos a nivel nacional el próximo 2 de julio y en el ámbito estatal el 20 de agosto. La intemperancia provoca desasosiego y crispación. Incluso polariza las comunidades. Ni a la sociedad ni a los institutos políticos ni mucho menos a las autoridades conviene la turbiedad ni la confrontación. Ni siquiera la ideológica. La espiral de arrebato que busca asentarse en Chiapas es contraria al sistema de partidos que vivimos. Y más si se provoca de manera artificiosa.

La disputa por el voto tampoco puede ser pretexto para desfogar odios y rencores. El pluralismo, la observancia de diferencias y disensos permiten la sana marcha de la política. Y la política --lo he repetido en muchas ocasiones-- constituye un privilegio, puesto que concilia la acción con el pensamiento para alcanzar un bien común. La política, la buena política, busca combatir la pobreza, las desigualdades, para alcanzar la estabilidad y la armonía.

No es posible, entonces, que al amparo de la intemperancia se pretenda frenar la marcha civilizada de mi entidad. No podemos caer en ninguna expresión virulenta, en ningún exceso. O en actos tan reprobables como los que acontecieron en esta semana en El Bosque. Chiapas es más grande que el afán de quienes pretenden desatar la iracundia, enturbiar el estado de derecho que vivimos, como si la rudeza fuese el sustento de la transformación que el país desea.

Los ojos del mundo siguen puestos en Chiapas. Pero Chiapas no es una metáfora de la violencia o del encono. Y la provocación no es un simple fantasma, sino una realidad. Pero ni al gobierno federal ni a nuestras autoridades estatales ni mucho menos a los partidos políticos conviene que se privilegie la violencia.

En las manos de los chiapanecos está el lograr una patria chica digna, como lo señalé al presentar mi registro como candidato del PRI a la gubernatura de Chiapas, el pasado 15 de mayo. Tenemos el conocimiento, la sensibilidad, la energía social y la inteligencia para hacerlo. El camino del diálogo y del respeto es indispensable para crear una nueva dinámica social, un futuro alentador, donde el indígena, los adultos de la tercera edad, los jóvenes y mujeres, nuestros niños, los artistas e intelectuales, así como los artesanos y los deportistas se desarrollen en paz y en armonía.

Todos somos víctimas en este nuevo embate para desestabilizar a la entidad. Con la violencia se pretende enturbiar la confianza y la seguridad. Y ello merece el repudio de todos. Conjurar la violencia y la confrontación por medio de la gobernabilidad, representa un imperativo. La legalidad y el respeto al marco jurídico sobre todo. La seguridad y la armonía, apoyada en la gente. Primero la gente. El cambio gubernamental a través de los comicios debe realizarse a través del sufragio, del voto razonado, no por la vía de las armas ni de la violencia. México y Chiapas anhelan y merecen un cambio con rumbo, un cambio armónico, civilizado, no a través de la intolerancia o de acciones provocadoras. *