* Angeles González Gamio *

La nueva sala Mexica

Se podría decir que la historia de los museos en México se inicia cuando don Lorenzo de Boturini es encarcelado por deudas, y confiscada su colección de antigüedades, que incluía esculturas, cerámica y códices prehispánicos, principalmente. A su muerte las piezas fueron entregadas en custodia a la Real y Pontificia Universidad, que en 1774 decide abrir una gran sala para exhibirlas al público.

La muestra se enriqueció cuando el virrey, conde de Revillagigedo, dona a la universidad las dos monumentales "piedras" encontradas en el Zócalo capitalino: la Coatlicue y el Calendario del Sol.

Cerrada la universidad durante la guerra de Independencia, reabre sus puertas y vuelve a exponerla en 1822. Tres años más tarde el presidente Guadalupe Victoria la traslada al edificio que había sido la casa de Moneda, imponente construcción ubicada en la calle del mismo nombre, e inaugura el primer Museo Nacional Mexicano, cuyas colecciones, ya muy nutridas, se dividieron en un Conservatorio de Antigüedades y un Gabinete de Historia Natural.

En 1834 el presidente Valentín Gómez Farías, deseoso de fortalecer la identidad nacional, ordena la creación de las cátedras de historia antigua de México y de historia universal, para capacitar al personal que debía administrarlo.

Allí se estableció en 1901 la Escuela Internacional de Arqueología, Historia y Etnografía, donde se formaron muchos de los historiadores y antropólogos más relevantes de México, con los mejores profesores del país y del extranjero.

Ya hemos comentado, llamándola la madre de los museos, que de aquí salieron los materiales para formar algunos de los museos más importantes del país: el de Historia Natural, el del Virreinato, el de Historia y el magno de Antropología, dedicándose el hermoso edificio de la calle de Moneda a albergar el Museo Nacional de las Culturas.

Hoy vamos a hablar del Museo Nacional de Antropología, que reestrena salas, entre otras la Mexica, de importancia primordial en la ciudad de México. Sin duda uno de los más importantes en el mundo en su género, este museo es el gran escaparate de arqueología nacional, enriquecido con las salas de etnografía, que muestran las raíces del pasado, vivas en el México de hoy.

La construcción se inició en febrero de 1963 y concluyó un año y medio más tarde, tiempo récord para obra de tal magnitud. Bajo la dirección del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, participó en su realización un enorme equipo de arquitectos, albañiles, artistas, antropólogos y mu-
seógrafos.

Ubicado en el corazón del legendario bosque de Chapultepec, abarca una superficie de 70 mil metros cuadrados y 45 mil metros de construcción; de éstos 30 mil están dedicados a exhibición y 15 mil a talleres, laboratorios y anexos. Además tiene una excelente biblioteca, auditorios, tienda, una bóveda de seguridad en donde se guardan valiosos códices prehispánicos y un restaurante con vista a un lindo patio.

Actualmente lo dirige la talentosa historiadora Mercedes de la Garza, quien ha sido responsable de llevar a cabo la actualización de las salas del recinto, con el propósito de adecuar la información científica de la ar-
queología y la etnografía mexicana y la modernización de su museografía, para entrar con paso firme al nuevo milenio.

Hasta el momento se han adecuado cinco salas, entre las que sobresale la Mexica. En este trabajo participaron expertos de la talla del antropólogo Felipe Solís, quien realizó la investigación científica, la elaboración del guión, la selección de piezas y la redacción de cédulas, con el apoyo de arqueólogos e historiadores; la museografía estuvo a cargo de Patricia Real Fierros y su equipo.

A finales de 1998 se inició el proyecto y con buen tino se acordó contar con un equipo de consultores académicos del más alto nivel, invitando al doctor Miguel León Portilla, al maestro Eduardo Matos Moctezuma y a la doctora Beatriz de la Fuente.

También se solicitó la opinión de los doctores Alfredo López Austin y Leonardo López Luján. La nueva sala Mexica comprende 20 secciones, todas fascinantes. Para mencionar sólo algunas: El urbanismo y las ciudades de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco; El comercio y el tributo; La vida cotidiana y las actividades artesanales; El mito y la historia de los mexicas y el carácter militarista de su cultura; su cosmovisión y los cultos más
importantes.

Los que tienen el sabroso hábito de visitar con cierta frecuencia el maravilloso museo, se van a sorprender de la cantidad de piezas nuevas que muestra la sala Mexica.

Felipe Solís, "buceó" en las bodegas y sacó piezas magníficas, por lo que alrededor de 70 por ciento son novedad. Otro acierto fue abrir el jardín, en donde se aprecian fragmentos de esculturas y una pirámide que se encontró en las excavaciones del Metro.

Para comer, en las cercanías está el que indudablemente es el mejor restaurante japonés de la capital (dicho por japoneses): Tori, Tori. Situado en Anatole France 71-b, junto al parque de Los Espejos, en Polanco. No hay que amilanarse por su modesta apariencia, como de cafetería. Hay que decirle a Kazu, que es la dueña y cocinera, que mande el menú del día, y frente a sus azorados ojos van a surgir innumerables platitos con suculencias inimaginables, preparados con lo que la cheff japonesa encontró más fresco esa mañana en el mercado. Los domingos
descansa.

 

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