VIERNES 9 DE JUNIO DE 2000
* Gustavo Leal F.* *
ƑProfesionales de la salud?
Una constante recorre las políticas de salud del zedillismo: diluir la responsabilidad directa de atención médica por parte del Estado, a cambio de la intervención de los "profesionales de la salud", a los que suele también llamar "trabajadores de la salud". Pareciera como si a fuerza de repetirlo machaconamente en cada pieza gubernamental, quisiera persuadirnos de algo que, por desgracia, compromete las buenas prácticas de los sanitaristas dignos.
Pero un paramédico, qué duda cabe, es tan "profesional de la salud", como la enfermera, el administrador hospitalario que labora en un escritorio o los epidemiólogos que se harán cargo de la nueva Encuesta Nacional de Salud. Y sin embargo, ante cualquier episodio de enfermedad, los ciudadanos no recurren nunca al "profesional de la salud", sino a un médico o a las terapias alternativas.
Y es que el afán "modernizador" de las actuales autoridades mexicanas es aún más ambicioso: quiere diseñar las políticas del sector desde el saber "experto" de esos mismos "profesionales", anhelo que coincide, curiosamente, con el "nuevo" discurso de la Organización Mundial de la Salud que encabeza la doctora Brundtland. Ella también se expresa con el mismo lenguaje ambiguo, por ejemplo, al proponer evaluar el desempeño de un sistema de salud desde la "equidad de las contribuciones financieras", tal como consta en el World Health Report 2000 que divulgará próximamente. "Si bien hay que suministrar servicios para todos --afirma--, no es posible suministrar todo tipo de servicios. Un desafío creciente para los gobiernos es aprovechar la energía del sector privado para mejorar el desempeño de los sistemas de salud".
Por cierto que mezclar con intencionalidad política clara a médicos y "profesionales de la salud", no es algo reciente en México. En un estudio de 1994 que pagó la entidad privada Funsalud, el biólogo G. Nigenda ya aludía a los "recursos humanos para la salud" agregando, además, "su" certeza de que la medicina alternativa constituye "un área gris del sistema de salud".
Una buena política empieza con un lenguaje preciso. Por eso, la Federación de Colegios de la Profesión Médica (Fenacome) logró que el presidente Zedillo instruyera directamente a los secretarios de Salud y Educación para que exploraran vías capaces de estimular y extender la excelencia académica de los médicos. Incluso, el doctor Benítez Bribiesca propuso que se conformara para ello "un comité de académicos expertos permanen- te, apolítico, transexenal y con un presupuesto adecuado".
Visitando a la comunidad lasallista, el abogado González Fernández, secretario de Salud, informó que la instrucción presidencial ha encontrado curso: "en la actualidad, el ejercicio médico no depende solamente de un conocimiento cada vez más preciso sobre los avances tecnológicos y científicos en la Medicina. La globalización exige que el papel de los médicos sea interdisciplinario". Posterior- mente, en la toma de protesta del Consejo Nacional de Medicina General, reconoció que la disciplina requiere de la participación gremial y que, al mes de abril, ya se habían certificado más de 30 mil médicos, gracias al establecimiento de 29 consejos estatales, restando tan sólo los de Baja California, Michoacán y Quintana Roo.
El tema es del todo relevante pues, como mostró el escándalo de los supuestos trasplantes clandestinos difundido por la televisión española, la circunstancia del doctor Gómez, el médico aludido, pudiera estar emblematizando una situación no esporádica.
Hasta la "nueva" Organización Mundial de la Salud de la doctora Brundtland se apura a señalar: "los gobiernos se hacen de la vista gorda ante un 'mercado negro' de salud, en el que la corrupción generalizada, los sobornos, el pluriempleo y otras prácticas ilegales resultan difíciles de erradicar tras haber cundido durante años".
Una buena política empieza también por establecer con claridad sus objetivos. Aunque por la naturaleza específica de su labor, la profesión médica está dotada de sus propios medios de autorregulación, es responsabilidad del Estado ver por el sector salud en su conjunto.
Y es claro que nunca será igual acudir a la intervención de los "profesionales de la salud" y sus anhelos de "reforma" sectorial, que comprometerse seriamente con aquéllos que, finalmente, tienen en sus manos la vida o muerte del paciente; es decir los médicos.
Para ellos, esos "profesionales" y su zedillista discurso de "reforma" no sólo destinan muy pocos pesos; tampoco quieren siquiera verlos. Su "reforma" busca, si pudiera, escamotearles desde el nombre, hasta la profesión misma.
* Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco