La Jornada domingo 4 de junio de 2000

José Agustín Ortiz Pinchetti
El final de la transición en la capital

EL EXPERIMENTO DEL PRIMER Gobierno del Distrito Federal elegido democráticamente va por el camino de terminar bien. Las rupturas que se preveían no se han producido. La relación entre los poderes federales y el poder local han sido tensas. La agresión sistemática de la Presidencia de la República, de la Secretaría de Gobernación y de los medios electrónicos ha hecho difícil gobernar la capital (centro de una enorme región económica de cerca de 20 millones de habitantes). Las cuentas no son malas. Ha disminuido la criminalidad en 35 por ciento al romperse las cadenas entre los mandos superiores de la policía y la delincuencia organizada. La contaminación ambiental es la más baja en 12 años. Se han creado cerca de 300 mil empleos. Se ha transformado la participación ciudadana, al punto que la capital va teniendo un rostro cívico nuevo. Son logros magros en comparación con las enormes necesidades de la urbe, pero no son insignificantes para el periodo de 20 meses en que ha operado el nuevo gobierno, sobre todo si se toma en cuenta el legado de la corrupción y el desorden en que empezó su gestión.

Ha quedado pendiente la reforma política anunciada; Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles impulsaron este proyecto de reorganización institucional en la primera hora. Parecía contar con buenos augurios. Sin embargo, el proyecto se estrelló contra la negativa a la Secretaría de Gobernación y del comité local del PAN. La única razón para explicar este saboteo es que no se quería dar méritos a Cárdenas para fortalecer su candidatura a la Presidencia. Estos son los niveles de generosidad en los que se mueve la política en México.

Sin embargo, los "astros" parecen alinearse bien para la reforma nuevamente. Sucede que todos los candidatos a la jefatura de Gobierno la favorecen. Santiago Creel, que fue el único panista de primer nivel que se empeñó en abrirle camino en 1999, la ha convertido en un emblema de su campaña. Andrés Manuel López Obrador ha tomado muchos de sus puntos. Alejandro Ordorica, quien también batalló en la Cámara de Diputados por la aprobación del proyecto establece en ese punto su alianza con López Obrador. El licenciado Silva Herzog conoce perfectamente el problema. Tuve la oportunidad de platicar en privado cuando apenas era precandidato del PRI y lo encontré con una actitud muy positiva que ha mantenido en la campaña.

Lo único que podría oponerse es la voluntad de los partidos o las autoridades de mantener "bajo control" a la capital más allá de la racionalidad política.

ƑQué está pendiente de la reforma? 1. La eliminación de la facultad del Presidente para pedirle al Senado la destitución del jefe de Gobierno. Se trata de un poder abusivo que no está orientado al servicio público sino a los golpes bajos de la política.

2. Que el DF pueda definir su propio proyecto de gobierno y su presupuesto y que pueda administrar sus deudas de acuerdo con las necesidades de los habitantes.

3. Que el DF tenga su Constitución. Que su Congreso local tenga plena capacidad para legislar, que la legislatura local participe como la de los estados en la aprobación de las reformas constitucionales.

4. Que el jefe de Gobierno, como cualquiera de los gobernadores, pueda nombrar a los responsables de seguridad pública, como el procurador y el jefe de la policía, sin pedirle el beneplácito al Presidente.

5. Que se establezca un sistema de rendición de cuentas del jefe de Gobierno y el Congreso local frente a la ciudadanía.

6. Lo más grave y urgente es regular la figura de los jefes delegacionales, que serán elegidos por primera vez el 2 de julio. Como lo ha señalado Ignacio Marbán, la legislación vigente sujeta a las autoridades delegacionales a un control discrecional del jefe de Gobierno del Distrito Federal. Las delegaciones carecerán de un consejo similar a los cabildos de los municipios. Los jefes delegacionales pasaron de pequeños dictadores en potencia a funcionarios menores, sujetos a un control casi tiránico. Esto puede ser fuente constante de conflictos y afectaría la administración de la metrópoli.

Es muy posible que el PRI pierda la mayoría en el Senado de la República y que la oposición coaligada tenga la mayoría en la Cámara de Diputados. Si esto se asocia a una muy probable victoria del PRD en el Distrito Federal, las condiciones para un cambio institucional definitivo estarían dadas.

Los ciudadanos del Distrito Federal debemos exigir que con independencia del partido del que emerja el jefe de Gobierno, se revise y se reforme la actual estructura jurídico-política de la capital para que nuestro gobierno pueda ejercer sus atribuciones y darnos una mejor calidad de vida. Esa es finalmente su misión.