SABADO 3 DE JUNIO DE 2000
Ť Mariana Frenk-Westheim festejará mañana 102 años de prolífica existencia
Me gustaría recibir como obsequio el mundo entero, aunque sea sin envoltura
Ť Se le reconoce en el país por haber hecho de la traducción un verdadero acto de creación
Ť La historia es un afán utópico, asevera la escritora que está a punto de conocer su tercer siglo
Miryam Audiffred Ť Más allá del siglo que dormita en su rostro, Mariana Frenk-Westheim es la apasionada traductora de la obra de Juan Rulfo y la escritora que siempre se ha dejado seducir por los aforismos. Mañana cumple 102 años -se festejará con sus hijos, nietos y bisnietos- y, sin embargo, su inteligencia y su juvenil sonrisa siguen siendo los sellos más sublimes de una personalidad perfumada, desde 1930, por las brisas de Oriente y Occidente.
Los primeros regalos de cumpleaños han llegado a su puerta con la memoria guardada en tarjetas de felicitación que sólo pueden ser comprendidas por la Mariana de ayer y de hoy. Por la mujer que, con más de siete décadas de residencia en México, aún se expresa en alemán y mantiene la costumbre de proteger su tetera caliente con una cofia de tela.
Su lucidez y seguridad podrían abrumar a cualquiera. Y la profundidad de tal sorpresa sólo sería comparable con la ternura que despierta escucharla decir: ''Me gustaría que me regalaran al mundo entero aunque sea sin evoltura".
A más de dos años de haber recibido un homenaje en el Museo Rufino Tamayo, Mariana Frenk comenta que, si en 1997, se describió como ''un bebé de ciertos talentos" hoy puede decir que sólo es ''una mujer sobre la tierra y bajo el cielo" que desea seguir viviendo y ''hacer algo que valga la pena".
Tiene toda una historia en México y no obstante evita la banalidad de ignorar una tierra para acoger otra. Así, se reconoce oriunda de Hamburgo y se dice incapaz de señalar qué porcentaje de mexicana o europea hay en su sangre.
Además, asegura que no es nacionalista y que, por eso, espera que en un futuro muy próximo sólo exista la ''nacionalidad humana", como lo anunciaba un hombre que conoció siendo joven y que solía andar en un camper que tenía la siguiente inscripción: Mi hogar es el mundo, mi familia la humanidad.
''Desde ese día he pensado que los nacionalismos sólo sirven para simplificar las cosas y para hacernos olvidar que hay matices. Y éstos son muchas veces lo más importante."
Aprehender el alma
Especialista en arte y traductora de toda la obra de Paul Westheim -uno de los grandes críticos de este siglo- Mariana Frenk es reconocida en México por haber hecho de la traducción una verdadera creación. Y es que no son un secreto las dificultades que este quehacer implica y que -en palabras de la escritora- requiere tener la sensibilidad de aprehender el alma del autor original.
De hecho, aclara que ''para hacer una buena traducción hay que nacer traductora" y alimentar día con día ese algo que, en ella, se convierte en ''don".
''Es un oficio muy duro que no se hace de la noche a la mañana" y que requiere, primordialmente, de pensar que los libros son los compañeros insustituibles de la cotidianidad.
Si bien confiesa que hubiera querido hacer mucho más de lo que ha conseguido a lo largo de su vida -''las fuerzas nunca son suficientes para hacer lo deseado"-, Mariana es la responsable de que los escenarios de El llano en llamas y Pedro Páramo hayan cruzado las fronteras de México y Alemania, tarea que, reconoce, necesitó de mucho tiempo porque la ''prosa de Rulfo es muy difícil".
Se muestra ansiosa por conocer el libro que reúne las cartas amorosas del escritor jalisciense a Clara Aparicio y, al respecto, sólo señala que considerarlas cursis sería un ''sacrilegio".
Vocabulario sin superlativos
Entusiasta lectora de Thomas Mann, Frenk hizo su primera traducción a los siete años, cuando vertió al alemán un poema francés que, en español, tendría como título De la alegría. Son muchas las décadas que ha dedicado a esta metamorfosis literaria y no obstante está segura de que es imposible señalar cuál fue su obra maestra porque -añade- en su vocabulario ''no existen los superlativos".
A pesar de esto expresa que si se trata de mencionar traducciones insuperables habría que señalar los trabajos que Tieck Schlegel realizó con la obra de William Shakespeare.
Mujer a punto de conocer un tercer siglo en su existencia, Frenk comenta que el tiempo siempre le ha inspirado miedo -''me parece que es un invento del hombre"- y que la historiografía es una gran mentira, pues siempre ha sido escrita por los vencedores que no han sido siempre los mejores.
''La historia es un afán utópico", concluye la escritora. Así es que, entre sus proyectos en puerta, están el cuidar su salud y alimentar su optimismo escuchando música clásica.
Sabe que dejó cosas pendientes -como la carrera de cantante que inició y suspendió de manera brusca siendo miembro del coro Bach de México- pero eso no importa. Todavía es, dice de sí misma, un ''bebé precoz".