JUEVES 1Ɔ DE JUNIO DE 2000

La autoridad moral y el nuevo orden

 

* Sergio Zermeño *

Varias enseñanzas nos están dejando los debates y la batalla electoral. La más obvia: el PRI ha perdido significativamente su fuerza en el escenario político nacional, y los excesos de la política económica y de la corrupción de los regímenes salinista y zedillista, resumidos en la blasfemia Fobaproa, han hecho estragos tremendos en el más antiguo de los edificios autoritarios del planeta. Todos esperábamos una reacción más violenta del tigre arrinconado, pero esta calma a un mes de los comicios es aún más inquietante: Ƒen qué ingeniería de la manipulación electoral se habrán invertido los fondos del blindaje y del petróleo?

Una segunda enseñanza: parece ampliarse la falta de correspondencia entre por quién va a votar cada ciudadano y por quién le gustaría votar; las preferencias del voto no están correspondiendo con la simpatía hacia los candidatos. Una gran parte de los mexicanos parece coincidir en que Cuauhtémoc Cárdenas cuenta con la más alta estatura moral de entre los políticos de nuestro país, pero eso no significa que todos esos ciudadanos estén dispuestos a hacerlo presidente. Esto es muy significativo porque quiere decir que un gran número de mexicanos, por segunda vez desde 88, están decididos a arriesgar su voto en un experimento nuevo: a ir más allá de la probada cautela de Cuauhtémoc para cambiar las cosas en los hechos y a ir más allá de la seguridad que nos brinda la relativa estabilidad financiera, cambiaria y hasta ocupacional que el régimen se ha esforzado en inculcarnos.

Tercero: esto querría decir que la idea de cambio que ahora concibe el electorado no gira tanto en torno a los postulados de política económica exhibidos en los programas de los distintos partidos (temas para los votantes "aculturados"), en donde el PRD representaría, en efecto, la opción verdaderamente "alternativa". Para el gran electorado, los referentes del cambio estarían ligados más claramente a las manifestaciones rupturistas, confrontacionistas y de bravata que han caracterizado a Fox. En contraste con las prácticas tolerantes del PRD o de componenda y trueque del PRI, el panista sugiere respuestas más contundentes: a la violencia y a la delincuencia, a las marchas; agilidad en la procuración de justicia, soluciones menos tortuosas para los conflictos de Chiapas y de la UNAM; mano dura ante el caótico escenario social y las manifestaciones de incertidumbre en que ha caído nuestro entorno (males sin solución fácil en todo el mundo, pero banderas electorales eficaces).

Cuarto: si fueran atendibles los puntos anteriores, Cuauhtémoc Cárdenas tendría que planear una estrategia política que va mucho más allá del 2 de julio. Cárdenas no puede quedar muy por debajo de 20 por ciento de la votación, porque necesitará una fuerza relativa para tres cosas: 1) para preservar la existencia de la organización de centro-izquierda más importante de nuestro país, es decir, hacia el interior del PRD, porque debido a la terrible regresión en el nivel de vida y de cultura del medio popular (al que únicamente esta organización da voz y participación), los autoritarios liderazgos locales y barriales (leche Bety), y las federaciones de pandillas, que se conforman a partir de ellos, están generando un efecto de pulverización y lucha de sectas con visos de antiintelectualismo, le están ganando la batalla a los cuadros más programáticos, mejor formados (al "grupo universidad", como les gusta decir en el conflicto universitario). Tanto pragmatismo en un nuevo escenario, sin una autoridad política unificadora, podría provocar la desbandada. 2) Por estas mismas razones --desordenamiento social acelerado, oportunismo pragmático y las de nuestra propia mexicanidad--, si el foxismo pasa a la Presidencia, muchísimas de las fuerzas dentro del PRI, ya sin Estado, podrían caer en los más deplorables oportunismos, aliándose a lo que interpretarán como una nueva hegemonía. Ahí se necesita también una autoridad moral y un principio de unidad del centro-izquierda que atraiga importantes desgajamientos del viejo régimen. En efecto, a diferencia de la primera etapa eufórica de los regímenes de oposición que han llegado al poder, en América Latina al menos, en el resto del camino los compromisos trasnacionales debilitan severamente los apoyos sociales de estos regímenes (previsiblemente en el caso del PAN y su derechización), y es ahí cuando es necesario el programa alternativo, ya sin la confusión que genera este autoritarismo moribundo. 3) Porque puede haber un empate electoral entre el PAN y el viejo régimen y, en ese caso, es indispensable que una tercera figura, con toda su fuerza moral y electoral, encuentre una salida honorable y de concordia para todos los mexicanos. Si bien Cuauhtémoc Cárdenas no fue llamado a ocupar la Presidencia de nuestro país, tiene frente a sí un papel más importante: conducir a los mexicanos a un nuevo contrato social y político al caer el viejo régimen. *