JUEVES 1o. DE JUNIO DE 2000
* Improvisados impermeables, la propaganda priísta
Ni la lluvia arredró a maestros en su movilización y demandas
* Cuarta marcha desde el 15 de mayo; tercera a Los Pinos
Luis Hernández Navarro * A las cinco de la tarde, cuando cayeron las primeras gotas de agua sobre los maestros que marchaban por la avenida de la Reforma, los pasacalles con la imagen de Francisco Labastida y el logotipo del PRI, arrancados de los postes entre vítores y aplausos, se convirtieron, rápidamente, en improvisados impermeables para los mentores. Algunos manifestantes buscaron refugio debajo de los árboles. Un enjambre de vendedores ambulantes con capas de plástico colocó con rapidez su mercancía. La lluvia pareció amainar por minutos, sólo para arreciar minutos después con más fuerza. La manifestación no se detuvo.
La de ayer fue la cuarta marcha magisterial en la ciudad de México desde el 15 de mayo, y la tercera rumbo a Los Pinos. Fue, otra vez, una llamada de atención a la parálisis gubernamental como política de atención a los conflictos sociales que vive el país.
Durante años, el recorrido tradicional de las protestas magisteriales fue de la Normal Superior a las oficinas de la SEP y el SNTE. En 1983 los maestros llegaron hasta el Zócalo, plaza muchos años vedada para la oposición. La ruta se modificó esta temporada ante la cerrazón que han encontrado en el gobierno federal. Los maestros se dirigieron a Los Pinos porque el Palacio Nacional está vacío de autoridades. Las manifestaciones hacia la residencia presidencial fueron siempre el último recurso, al que se acudía cuando se habían tocado ya todas las puertas; adonde se buscaba la última respuesta. Esa es ahora la situación de los profesores. En sus estados los gobernadores no han resuelto sus demandas y en la ciudad de México los secretarios de Estado no los reciben. Y apenas ayer, por vez primera en quince días de paro (19 en Michoacán), los dirigentes oficiales de su sindicato nacional (el SNTE) buscaron reunirse con ellos.
Como uno más de los manifestantes se encontraba José González Figueroa. El ha participado en prácticamente todas las marchas que la CNTE ha organizado en la ciudad de México en los últimos veinte años. Nacido en Acapulco hace 59 años, participante con el célebre Rey Lopitos en el movimiento de los precaristas porteños de La Laja, tiene 35 años de ser profesor y activista sindical. En otros años ha representado a la disidencia magisterial en negociaciones nacionales y ha sido parte de comités ejecutivos delegaciones y seccionales. A pesar de ello sigue siendo maestro de grupo en la secundaria 301 del Distrito Federal y en la Telesecundaria 190 de Nezahualcóyotl.
El maestro González Figueroa está entusiasmado con la nueva protesta, lo que no es ninguna novedad en él, que ve en cada paro la hidra de la transformación social. Pero lo está, no sólo por los miles de educadores que han tomado las calles, sino por lo que ve de novedoso en el movimiento. Según él, "las demandas del pueblo han pasado a ser las prioritarias para la CNTE. Por eso ahora se pone por delante la defensa de la educación pública y el incremento del presupuesto al sector educativo, en lugar de las exigencias salariales". Y añade, doblemente entusiasmado: "Es un salto. Un verdadero salto".
Las mantas de los manifestantes corroboran la opinión del viejo luchador sindicalista. Muchas de ellas hacen hincapié en la defensa de la educación pública, y otras, se oponen a las privatizaciones. En un volante firmado por la CNTE, distribuido durante la protesta, hay un grabado en el que una monstruosa serpiente de dos cabezas (la del presidente Zedillo y la del titular de la SEP), que se ha engullido a los bancos, las carreteras, a Telmex, a los puertos y a Fertimex, trata de devorar, sin éxito, a un formado personaje que representa a la educación. El panfleto no exige aumento salarial, sino el "incremento al presupuesto para el sostenimiento de la educación pública hasta en 12 por ciento del producto interno bruto".
La reivindicación de los profesores desborda la lógica gremial del movimiento y ubica su lucha en el terreno de la defensa y ampliación de los derechos sociales. Más y mejores escuelas, dotación de materiales didácticos, libros de texto gratuitos para el nivel medio superior, ampliación de los desayunos escolares, demandas que comparten las comunidades donde laboran. Según Daniel Avila, de la sección 18, "el problema educativo es más fuerte que el problema social."
Una enorme manta del contingente de Michoacán con el retrato del secretario de Educación, es terminante: "Limón Rojas, šresuelve o vete!" El México pedagógico que tomó las calles el día de ayer no se reconoce en los discursos oficiales. De acuerdo con la burocracia oficial, cada año se obtienen triunfos inocultables en materia educativa; según los profesores, el deterioro en la calidad del sistema es creciente. A decir de los manifestantes, en el sector educativo la modernización asumió el rostro de la devastación.
Los daños provocados por la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal están a flor de piel: en las nuevas escuelas se ha ido reduciendo el espacio de movilidad para los niños; en las comunidades rurales las escuelas son unitarias y un solo maestro atiende tres grados escolares de manera simultánea, al tiempo que la hace de intendente y director. Son, en la práctica, la vieja figura del Milusos.
Su rechazo a la reforma no responde a cuestiones ideológicas, sino a la experiencia que han vivido.
Un maestro amuzgo de La Montaña de Guerrero está convencido de que detrás de la descentralización educativa se esconde la intención de privatizar la educación pública. Pone como ejemplo su región: varias obras municipales han debido detenerse para poder pagar a los maestros. Al traspasar competencias y facultades, pero no recursos, la Federación se deshace de una responsabilidad. De acuerdo con su experiencia, el gobierno federal ha construido una escalera que sólo puede recorrerse hacia abajo, para desentenderse del asunto: ya le pasó el paquete a los estados, los estados se lo quieren mandar a los municipios, el presidente municipal se lo va a dejar a los comisariados ejidales y éstos a los padres de familia.
Al rato, dice, van a ser los padres los que van a tener que desembolsar el dinero de su bolsillo para sufragar el mantenimiento de las escuelas y el salario de los profesores. Así ha pasado antes con muchas obras comunitarias.
Pero la protesta magisterial responde también a una afectación de sus niveles salariales y laborales.
Coinciden en ella demandas insatisfechas, viejos agravios y oídos sordos de las autoridades responsables.
No todos los que ayer marcharon rumbo a Los Pinos tienen problemas laborales, pero muchos sí los padecen. Su mundo escalafonario y laboral evoca un taller de reparaciones de coches, en el que las herramientas están tan desordenadas que el mecánico requiere casi tanto tiempo para encontrar el instrumento de trabajo como para arreglar un auto. Es el laberinto de las claves administrativas y de la discrecionalidad. Con frecuencia, plazas presupuestales que tienen, no corresponden a las funciones que desempeñan. Muchos laboran durante años con plazas interinas que pertenecen a mentores que tienen licencia. Otros, desempeñan funciones de responsabilidad docente o administrativa que no son adecuadamente compensadas. Centenares están contratados como temporales o becarios y reciben salarios de hambre. Algunos privilegiados cuentan con licencias sindicales con goce de sue ldo y no están obligados a trabajar.
La queja es constante. Está ya en las calles. Lejos de homogeneizar salarios, la política oficial ha buscado diferenciarlos a través de acciones como el Programa para Abatir el Rezago Educativo, financiado por el Banco Mundial, o la misma carrera magisterial o de viejos criterios como el de la antigüedad. Así las cosas, maestros que realizan el mismo trabajo reciben ingresos diferentes dependiendo del estado, zona económica y localidad donde laboran, de sus años de servicio, de su preparación o de sus relaciones con la autoridad. En Chiapas, por ejemplo, existen dos zonas económicas con compensaciones diferentes, aunque el costo de la vida es similar en todo el estado. Los maestros de Morelos reciben 90 días de aguinaldo, mientras la mayoría obtiene sólo 40 días, y en varias otras entidades federativas tienen, además, una compensación anual por veinte días más. La política salarial es cada vez menos una cuestión gremial y cada vez más un asunto individual. Las disputas internas se han atizado. Por eso marcharon ayer por Avenida de la Reforma. Por eso han soportado todo tipo de incomodidades en el Distrito Federal. Por eso esperan que las autoridades competentes los reciban.
Ya en Los Pinos, cuando la lluvia había menguado, varios profesores sacaron unas pequeñas sillas plegables y se sentaron a esperar una respuesta a sus demandas. Tienen prisa pero también paciencia. Defienden la educación pública. Están en la ciudad de México desde hace quince días. En 1986 sus compañeros de Oaxaca aguardaron aquí mismo más de un mes para obtenerla. Llevan 20 años luchando. Han visto pasar a cuatro presidentes. Aunque han querido dejarlos sin recreo, tarde o temprano los funcionarios gubernamentales han terminado negociando con ellos. No quieren empañar el proceso electoral. Están aquí y no en sus estados porque allí no tienen respuestas a sus demandas. Pero necesitan salidas y no palabras. Y aquéllas las tienen, según ellos, las autoridades federales y no los gobernadores.