JUEVES 1Ɔ DE JUNIO DE 2000

Los cinco

 

* Adolfo Sánchez Rebolledo *

En el debate entre los candidatos al gobierno capitalino hubo luces y sombras. Luces cuando una mujer puso en el centro de la atención las cuestiones de género. Este fue el mejor momento de un ejercicio que, en muchos sentidos, pasó de noche ante los gravísimos problemas que aquejan a esta gran metrópoli.

Sin embargo, sorprendió que los candidatos de los tres grandes partidos se quedaran en la adocenada descripción de algunos males públicos --como la inseguridad, invocada una y otra vez como espantajo--, sin que ninguno de ellos ofreciera la más mínima reflexión sobre la complejidad de los problemas de la urbe, la mayor del mundo y laboratorio universal para resolver nuevas formas de convivencia urbana.

Nada de eso, los aspirantes del tripartidismo rampante decidieron reproducir a escala el improductivo diferendo que divide y polariza a los presidenciables. Unos y otros hablaron de corrido de sí mismos más que de los problemas de la ciudad. Salió a relucir, cómo no, el Fobaproa, caballito de mil batallas, y los recordatorios biográficos que a nadie sorprenden ni conmueven, aunque reducen a su mínima expresión las controversias.

Temas sustantivos como los que se refieren a la urbanización irregular, las inundaciones o la dramática carencia de agua en regiones enteras de la urbe, apenas merecieron comentarios como de pasada. Sólo Tere Vale mencionó como un asunto especialmente importante el medio ambiente, que es, sin duda, una preocupación ciudadana y un grave problema técnico que estamos lejos de resolver. Poco se habló de transporte, vivienda, empleo y mucho menos se ofrecieron propuestas para atender las causas del comercio ambulante y otras formas de crecimiento desordenado de la vida citadina. Sí hubo, en cambio, llamados un poco histéricos al orden, como si la inmensa mayoría de la población viviera en Las Lomas y no en colonias descuidadas o de plano marginales.

Llama la atención que Silva, Creel y López Obrador cayeran en la pendiente de las descalificaciones cuando la ciudad exige actitudes más reflexivas y, por así decir, más solidarias de quienes pretenden gobernarlos. Se les olvidó --o quizá nunca lo supieron-- que ésta es la ciudad del 68 y de los sismos, el punto de encuentro de los mexicanos de todas partes, en fin, la capital del país. Muchos de los comentarios que se dijeron en el debate son aplicables a cualquier municipio urbano, pero no hubo ni siquiera el intento de abordar retóricamente las particularidades políticas de la metrópoli, la urgencia de poner sobre el debate líneas de acción interestatales y proyectos de largo plazo que nos permitan iniciar el siglo XXI con mayores certezas.

En fin, el debate tuvo cinco protagonistas y eso fue lo más positivo. Hubo equidad y, como no podía ser de otra manera, la sorpresa --la única digna de ser llamada así-- la dio la representante de un partido pequeño. Articulada, con una idea clara de cuál era su papel, Tere Vale dijo las cosas más inteligentes, las expresó muy bien y fue la única en ofrecer una propuesta diferenciada que hasta ahora no se había tomado en cuenta. Los demás resultaron simples, farragosos y anacrónicos. La nota, en cambio, la dio el candidato del PARM, que dejó a todos boquiabiertos cuando, sin decir agua va, ofreció a López Obrador un pacto "bilateral" que de hecho es una declinación. Cosas veredes. *