JUEVES 1o. DE JUNIO DE 2000

 


* Gabriela Rodríguez *

El Vía crucis de Fox

"ƑQué dices tú que eres?, preguntó el procurador. Digo lo que soy. Soy rey de los judíos. ƑY qué es lo que pretende ese rey de los judíos? Todo lo que es propio de un rey, por ejemplo, gobernar a su pueblo y protegerlo [...] Soy rey de los judíos. Confiesa que eres enemigo de César. Soy rey de los judíos y mi boca no se abrirá para decir otra palabra''

En el Evangelio según Jesucristo, Saramago no nos aclara si fue virtud o vicio la terquedad de Cristo al afirmarse frente a Pilatos como rey de los judíos, y de lo que no hay duda es que tal actitud lo llevó a la cruz.

''Pilatos suspiró, le dijo al sacerdote, šcállate! y, volviéndose a Jesús, preguntó, Ƒqué más tienes que decir? Nada, respondió Jesús. Me obligas a condenarte. Cumple con tu deber. ƑQuieres elegir tu muerte? Ya la he elegido. ƑCuál? La cruz. Morirás en la cruz''.

Una muerte de mártir, como la de los 27 mexicanos canonizados el pasado 21 de mayo, así es la muerte política de Fox; caer, levantarse y volver a caer, seguir los pasos de Cristo hacia el Calvario, hasta terminar crucificándose a sí mismo. Dos años de campaña y apenas descubrimos que la carrera de santo le interesa más que la de presidente, y aunque el pueblo no le dé su voto, en la encuesta del Vaticano sí que va ganando, ya cumple con dos de los tres requisitos exigidos por Juan Pablo II para alcanzar un lugar en los altares: demostrar que es siervo de Dios, ser venerado en un culto local después de haber sido mediador de un milagro y le falta el tercero, otro milagro que lo haga digno de un culto universal.

Como siervo de Dios, el candidato de la Alianza por el Cambio se comprometió con el Episcopado Mexicano a atender el reclamo de libertad de creencias, a eliminar los impuestos en sus trabajos asistenciales y a abrirle acceso en los medios masivos.

La virtud heroica y el martirio implicado en esos actos son dignos de veneración, tener que reconocer la libertad de creencias como un reclamo fue su primera y dolorosa caída en el Vía crucis electoral.

Pero supo levantarse y dejar un gran margen de acción a la Iglesia, reconocer la existencia de diversas religiones sin necesidad de comprometerse con otros derechos religiosos, tales como la libertad de conciencia, de expresión y de culto. Tres omisiones que exigiría un Estado laico, un Estado cuya legitimidad se apoya en la soberanía popular y no en el origen sagrado del poder del rey.

Ningún candidato en la historia republicana del país había ofrecido a la Iglesia el dominio de las conciencias de los menores y jóvenes a través de la escuela pública, los programas asistenciales y ese poderosos instrumento cultural que representan hoy los medios masivos de comunicación.

Tres espacios estratégicos más efectivos que los templos y las escuelas confesionales para reforzar el culto al sufrimiento, la esperanza de alcanzar la felicidad en el ''más allá'', el desprecio al cuerpo, la compasión de los desvalidos y la resignación de los pobres, cimientos ideológicos que permiten multiplicar la miseria y cerrar las ventanas de la resistencia y de la crítica del régimen.

El primer milagro colectivo lo logró, al aparecer insólitamente, en el debate del viernes pasado. Después de su segunda caída mortal en la famosa negociación predebate, y contra todas las predicciones científicas, un espíritu se materializó frente a millones de espectadores para hacer un último llamado a la conversión.

Desde el Vaticano se escucharon las oraciones y el mensaje de aliento: 27 mediadores locales ųejemplos de vida y muerte en la feų lo veneraron desde nuevos y flamantes altares.

Pero para canonizarse le falta realizar un segundo milagro y, éste sí, muy pocos lo logran. Para revertir las tendencias electorales, el candidato de la Alianza por el Cambio necesita de la intervención especial y divina de Dios, si no Ƒcómo resucitar el 2 de julio y desafiar las predicciones científicas?