Nunca he recibido ingratitud de la literatura, dice en entrevista
A Monterroso, el Príncipe de Asturias
Angel Vargas * Desde las cuatro de la mañana no ha dejado de sonar el teléfono en la casa de Augusto Monterroso. Ha sido un día muy agitado este miércoles, pero también muy dichoso. Y no es para menos, pues el entrañable escritor fue designado en España ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000, uno de los más prestigiados en Iberoamérica.
Las felicitaciones y las entrevistas son ríos de apariencia interminable. No obstante, Tito Monterroso ųcomo se le conoce afectuosamente al cuentista guatemalteco, considerado entre los grandes de Latinoaméricaų no resiente cansancio alguno. "Siempre hay segundos aires", dice mientras sonríe y se acomoda en la estancia de su casa en la ciudad de México para conversar con La Jornada.
Platica el autor, nacido en 1921, que la literatura ha sido un elemento perenne en su vida: "Me crié en medio de una familia muy literaria. Mi padre era periodista; publicaba revistas literarias y, naturalmente, el ambiente que se vivía en mi casa era, en verdad, de locura artística. Lo mío es una herencia cultural familiar. Para mí los libros eran alimento de todos los días, desde niño".
Sin verse nunca en el dilema de tener que sacrificar algo para poder realizar su pasión por las letras, señala que la brevedad, en el sentido de la economía del lenguaje, es un elemento inherente a su formación intelectual.
"Me formé leyendo mucho a autores griegos y latinos. Yo era tan pobre que no podía comprar libros en Guatemala. Entonces me refugié en las bibliotecas públicas, pero éstas, a su vez, eran tan pobres que sólo tenían libros buenos. Esa conjunción de dos pobrezas hizo que yo encontrara a los mejores autores: a los clásicos, porque, repito, las bibliotecas de los países pobres latinoamericanos no tienen presupuestos para comprar lo que está saliendo; apenas si pueden conservar lo que poseen. La misma pobreza me hizo no distraerme en lo nuevo, en lo que está de moda. Esa es una paradoja, la necesidad se convirtió en un beneficio", indica.
Hacedor de cuentos, fábulas, ensayos y novelas, Monterroso se define como un hombre con buena estrella que nunca ha recibido un gesto ingrato en su trabajo literario:
"He tenido mucha suerte. Siempre encontré puertas abiertas en periódicos tanto en Guatemala como en México; cordialidad, apertura, aceptación; incluso mi primer libro ni siquiera lo propuse para ser publicado, sino que alguien me pidió que lo preparara. Nunca anduve con mi libro bajo el brazo viendo quién me lo editara. He sido traducido a muchos idiomas por iniciativa de los editores extranjeros. Si eso no se llama suerte, no sé entonces a qué se le podrá llamar".
Esa concepción de vida ha repercutido en el creador para asumir su exilio ųllegó a México en 1944ų no como un hecho doloroso, sino como una experiencia que le ha dejado una gran enseñanza:
"Las circunstancias negativas se vuelven positivas, como el exi- lio. Este ha sido para mí una gran riqueza; nunca me he quejado de él. Lo digo con toda sinceridad y no con frases hechas: me he encontrado en los ambientes y con las personas adecuadas".
El Príncipe de Asturias 2000 es un premio que llega a tiempo a la vida de Augusto Monterroso, según apunta él mismo: "Los premios llegan cuando tienen que llegar, no es algo que se pueda forzar ni soy alguien para buscarlos y grillar para conseguirlos. Se dan siempre, supongo, oportunamente. El premio llega, se aprecia, la gente por unos días se fija en el premiado, luego todo vuelve a la normalidad y la vida sigue".
Si bien el autor de Viaje al centro de la fábula (1981) acepta que en su literatura ha permeado cierto compromiso político, subraya que lo suyo es predominantemente lo literario. "Mis preocupaciones políticas las dejé siempre para la acción, para las manifestaciones de la calle, para las adhesiones a causas, pero no puse la literatura al servicio de esto. La literatura es otra cosa. Por eso tengo cuentos y ensayos con intenciones políticas, pero fundamentalmente quiero hacer una obra literaria artística. Si logro a través de lo literario y lo artístico reflejar una preocupación política, šqué bien!".
La plática llega a su fin después de casi 30 minutos. Otros periodistas esperan ya al escritor y el timbre del teléfono no ha parado de sonar. (Más información en las páginas 3a y 4a)