JUEVES 1o. DE JUNIO DE 2000
* Jean Meyer *
Africa en el abismo
La guerra grande entre eritreos y etiopes, las atroces guerritas de Sierra Leona y Liberia, la guerra de exterminio en Sudán, las guerras de Congo, Ruanda, Burundi, Angola, de... y sin hablar de los tiranos que medran por todos lados, con la ayuda de los señores de la guerra, de las compañías petroleras y de los traficantes de lo que sea, diamantes, esclavos o marfil. La enumeración podría ser interminable como desesperante. ƑSerá Africa un continente maldito, en "el corazón de las tinieblas?"
Amnistía Internacional responsabiliza a las grandes compañías petroleras del hecho de que el ejército sudanés despeje a sangre y fuego las zonas ricas en petróleo: desde 1983 la guerra que hace el gobierno integrista musulmán de Jartum contra la población cristiana y animista del sur ha costado más de un millón de vidas y desplazado a más de 5 millones de personas.
En Sierra Leona, Angola y Congo, el diamante tiene los mismos efectos que el oro negro en otras partes; hace 10 años que la guerra asola a Sierra Leona, matando y mutilando a sus habitantes, desplazando (šqué palabra tan sencilla!) a la mitad de la población total: el año pasado los rebeldes sacaron 70 millones de dólares de las malditas piedritas. Cuando Congo era Zaire llegó a ser líder mundial de la producción de diamantes industriales; hoy las piedras alimentan la guerra y a sus jefes. En cuanto a Angola, con un subsuelo tan escandalosamente rico como el de su vecino congolés, vive en guerra desde 1961: 15 años de guerra contra el ejército colonial portugués y luego la guerra civil hasta hoy, con un costo para esta última de 500 mil muertos. El rebelde Jonas Savimbi vendió el año pasado 150 millones de dólares en diamantes y el gobierno tres veces más. Muchos grupos no tienen ningún interés en tomar el poder --Ƒqué harían con él?--; lo interesante es la guerra porque permite muchas cosas, muchos negocios a su amparo.
En el caso del diamante, la única pequeña esperanza proviene de la gran compañía De Beers, productora de 40 por ciento de las piedras brutas; tiene interés en luchar contra el contrabando de los señores de la guerra, Ƒpero será suficiente? ƑY qué decir del comercio de armas ligeras, medianas y pesadas? Mientras todo el mundo sabía que la ham- bruna siempre ronda en el cuerno de Africa, Etiopía y Eritrea podían gastar decenas de millones de dólares en tanques, aviones, cañones; siempre encuentran vendedores: anglosajones, franceses, alemanes, suecos, brasileños, che- cos... ƑQuieren más?: chinos, israelíes, rusos, ucranianos. Y más.
El nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura (1986), declara: "Una ola de destrucción, de deshumanización recorre el continente, algo que es especialmente amargo para quienes alegremente anunciaron el renacer africano. Vemos justo lo contrario al progreso que parecía marcar el final del apartheid. En la médula de ese retroceso está el síndrome de poder, que destruye Africa país por país (...) Los líderes africanos hunden a sus países en el abismo (...) Antes que tomar a Nelson Mandela como modelo, líderes como Mugabe en Zimbabwe prefieren ver a su país en llamas antes que abandonar el poder".
Concluye su triste reflexión: "Lo que está en juego en Sierra Leona no es sólo el rescate de un puñado de cascos azules, sino el de las propias Naciones Unidas". Efectivamente, frente a ese tipo de conflictos, demasiado presentes en Africa, pero que existen en muchas partes del mundo y pueden surgir en cada momento en otros lugares, se necesita una fuerza militar contundente, realmente capaz de acabar con los malvados; pero esa fuerza debe ser imparcial y legítima, comprometida con una visión global de la crisis y de su solución. Ni con las mejores intenciones podría actuar una potencia militarmente eficiente como Estados Unidos o China; tiene que ser una fuerza de Naciones Unidas. Urge que la ONU se dote de una poderosa Legión Extranjera ofensiva.