* Orlando Delgado *
Fox: empleo y salarios
La discusión sobre el segundo debate entre los candidatos presidenciales, intensa y desigual, ha prestado poca atención al tema de la naturaleza del modelo económico que está detrás de sus propuestas económicas. Se concede mayor peso a la defensa de Vicente Fox y a la valoración de la eventual recuperación por su desempeño el "martes trágico", que a los contenidos excluyentes de su propuesta; prácticamente se olvida su ataque, tanto a Cárdenas como a Labastida, por regresar al planteo de responsabilizar al Estado de corregir lo que el mercado genera.
El modelo económico que se ha venido impulsando en nuestro país y en la mayor parte del mundo, ha tenido como una de sus más notables consecuencias el aumento de la desigualdad con su correlato obvio: mayor concentración del ingreso entre las familias y de la producción entre las empresas. Uno de los aspectos asociados al proceso de crecimiento que se ha dado en los pasados 20 años, ha sido el desempleo; en el mundo entero, en diferentes proporciones, miles de ciudadanos han sido reajustados y les ha resultado enormemente difícil reincorporarse a un empleo, al tiempo que los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo tampoco logran emplearse.
En México, como se sabe, el indicador oficial del desempleo, la llamada tasa de desempleo abierto, ha venido decreciendo de manera consistente en los últimos meses, pese a que los datos oficiales muestran que hay un déficit en la creación de los empleos anuales requeridos, sólo para enfrentar a los nuevos buscadores de trabajo del orden de más de 3.5 millones en este sexenio. La propuesta panista se centra en la meta de crear un millón 350 mil empleos anuales, fustigando a Labastida porque se atreve a proponer una meta menor, ya que dejaría a decenas de miles fuera de la posibilidad de trabajar y, con ello, de incorporarse a la vida moderna.
El tema central, sin embargo, no es cuántos empleos se propone crear, porque Fox no tiene restricción alguna para establecer compromisos, lo hace todos los días frente a diversos públicos, sin importar que resulte incongruente con el compromiso anterior. El asunto es quién va a crear esos nuevos empleos. En el mundo se ha acuñado un concepto para caracterizar lo que ha venido ocurriendo en los últimos años: crecimiento sin creación de empleos (jobless growth); de modo que crecer a 7 por ciento, como propone Fox, por sí mismo no generará los empleos a los que se compromete; tampoco lo hará el sector exportador, ya que aunque crecen los empleos en la maquila, en otros sectores se reduce, de modo que el efecto neto resulta insuficiente para absorber a los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo. Precisamente por esto, lo que ha venido ocurriendo en nuestro país es el crecimiento de la ocupación en las actividades informales.
En consecuencia, resulta iluso pensar que el asunto está resuelto con la propuesta de crecimiento del producto. Ilusión, por cierto, típica de la mentalidad neoliberal ortodoxa que piensa que el propio funcionamiento del mercado logrará emplear a todos los mexicanos y mexicanas, no importa que esto no ocurra en ningún país del mundo. Para Fox, lo importante es repetirlo insistentemente para que impacte a los electores, no importa que en la práctica no se logre. Además puede haber puestos de trabajo disponibles que nunca se ocupan, porque pagan salarios cercanos al mínimo legal o, incluso, al mínimo manufacturero, que es equivalente a 1.6 veces el salario mínimo. La información proveniente del Servicio Nacional de Empleo lo confirma, mostrando que si las vacantes no ofrecen una remuneración adecuada al trabajador, permanecen largas semanas sin ocuparse y, cuando lo logran, la duración en el trabajo es muy breve.
Empleo y salarios están ligados, de modo que es cada vez más evidente que si no mejoran los salarios y se crean empleos con salario mínimo, lo que ocurrirá será un aumento de las vacantes, no del empleo. Fox, como corresponde a su concepción económica, señala que los salarios no pueden aumentar por decreto; para él, eso es regresar al pasado. El deterioro de los salarios, como saben bien los luchadores sindicales, no ha sido el resultado del funcionamiento de las fuerzas del mercado, sino de una política deliberada de topes salariales; esto quiere decir que fueron reduciéndose en términos reales debido a la decisión administrativa de los gobiernos neoliberales.
De esta manera, recuperar el poder adquisitivo de los salarios, arrebatado por una política económica que ha utilizado la contención salarial como ancla antinflacionaria, es atentar contra las sagradas fuerzas del mercado y volver al estatismo. La propuesta foxista es, claramente, mantener la situación del empleo y los salarios tal como están; el cambio del que habla es, en consecuencia, una ilusión.