La Jornada miércoles 31 de mayo de 2000

José Steinsleger
El gran elector

ƑPara qué elegimos presidentes? En América Latina, desde hace más o menos quince años, la pudibundez idealista se niega a ver el origen de la quiebra política y moral de nuestros países en la quiebra del sistema económico que nos rige.

Podría ser diferente. ƑPero qué hacer si los políticos toman al pie de la letra aquello de "la nave del Estado"? Si la imagen de Maquiavelo vale...

ƑQué papel juegan los pueblos en ella? ƑEl de olas quietas o agitadas aunque navegables para quienes conocen las leyes físicas de las aguas y de los vientos?

El tipo de político estándar de América Latina ya está a la altura de los del primer mundo: mentalidad chata, una ostensible o secreta gran idea de sí mismo, ególatra, celoso, intrigante, frío, cínico, desnudo de todo escrúpulo, sin amigos, solitario y dispuesto a abrirse camino, no importa cómo.

ƑQué tiene que ver la política con los perfiles de los Menem, Frei, Bucaram, Fujimori, Balaguer, Sanguinetti y tantos dragoneantes de oficios turbios? ƑQué tiene que ver la democracia con los fracasados de la literatura y otras artes y de toda clase de diletantes de la aventura?

Ciegos para la dinámica de la historia y para el verdadero juego de los hechos sociales, los liberales y los social-demócratas de hoy serruchan la rama que los sostiene. No. La historia no se repite. Continúa. Y de las circunstancias propicias emergerán las alegrías o los dolores del porvenir.

ƑCómo llega el pueblo a la arena política cuando los políticos continúan fieles al hacendoso empeño de hacer un olimpo con la basura de las "libertades" británicas, el "comunismo" ruso, la "democracia" del Fondo Monetario Internacional?

Si el ejercicio de la política y la democracia resulta funcional a la carrera de algunos ricos desocupados, conviene recordar la clásica paradoja de que sólo con el poder dictatorial de los tiranos, sostenidos por las masas, los griegos frenaban los desmanes de las oligarquías.

Los tres traidores máximos de la Revolución francesa --Talleyrand, Fouché y Siéyes--, tres de los más consumados actores de la comedia política, fueron sacerdotes. Y hoy, la mística de la libertad burguesa le da nuevamente la mano a la teologal del Evangelio: no merma en un adarme la explotación vampiresca ni la ultrajante desigualdad ni la muerte por ayuno involuntario a fin de salvar la renta de los Cresos.

Del papel de los escritores y artistas, mejor no hablar. Casi siempre están con cualquier política abierta o encapuchadamente reaccionaria. Porque su cultura, como en el Renacimiento, sigue siendo humanista y libresca.

ƑLa globalización? Vámonos con ella cuando camine junto a la razón. Pero cuidado si sólo tiene en cuenta la razón instrumental, en la que predomina el mensaje emocional de los medios electrónicos y los prejuicios que los políticos constatan técnicamente en encuestas para plegarse y obtener más votos.

Decía Goebbels, el San Pablo del nazismo: "La propaganda debe desarrollarse hasta ser un arte político del Estado... La opinión política se hace".

Exaltada como una técnica, la propaganda política es tan fraudulenta como la propaganda religiosa o la comercial. No tiende a que el individuo escoja o decida por sí mismo sino a que el hombre colectivo no pase de mero rebaño y obedezca bovinamente a sus pastores.

Pese a todas las cristianas y democráticas monsergas, 80 por ciento de los latinoamericanos no participan de los bienes materiales ni espirituales de la sociedad. Ya no hay que preguntarse acerca de los porqués de esta situación. El mero sueño de participar de tales beneficios ha sido declarado crimen.