La Jornada miércoles 31 de mayo de 2000

Claudia Sheinbaum Pardo
Utilidad del voto del mercado

Vivimos en un país donde la distribución del ingreso se ha hecho cada vez más desigual y donde el crecimiento económico no ha garantizado ni la disminución de la pobreza, ni mayor equidad (Boltvinitk, La Jornada, 28/04/00). El aumento de la desigualdad, sin embargo, no parece ser característica exclusiva de nuestro país. A diferencia de lo que el Banco Mundial sugiere en su última publicación (La Jornada, 12/05/00) los últimos Reportes de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (RDH-PNUD) muestran que la desigualdad ha empeorado en la era de la globalización económica y de la liberalización del mercado, la cual ha abierto oportunidades para algunos países y para ciertos grupos sociales, pero para muchos más ha significado menor consumo y mayor marginalidad y pobreza.

En 1998, por ejemplo, el Reporte de Desarrollo Humano dedicado al tema del consumo, reportó que 20 por ciento de la población mundial que vive en los países de mayor ingreso gasta 86 por ciento del total del gasto para consumo privado, mientras el 20 por ciento que vive en los países más pobres gasta sólo 1.3 por ciento. Otros resultados del mismo reporte indican que la quinta parte de los habitantes más ricos del planeta consume 45 por ciento de toda la carne y el pescado que se vende en el mundo, mientras la quinta parte más pobre sólo consume el 5 por ciento. De manera similar, la quinta parte más rica consume 58 por ciento de toda la energía comercial y la quinta parte más pobre tan sólo el 4 por ciento (PNUD, 1998).

En 1999, la publicación del mismo nombre dedicada específicamente a la globalización, establece que la distancia en el ingreso entre la quinta parte de los habitantes del planeta que viven en los países ricos y la quinta parte que vive en los países más pobres era de 30 a uno en 1960; de 60 a uno en 1990, y alcanzó una diferencia de 74 a uno en 1997. De hecho, más de 80 países tienen ingresos per cápita menores de los que tenían hace una década.

Bajo estas circunstancias y por sólo mencionar algunos datos, de los 4.4 miles de millones de personas que viven en los países en desarrollo, cerca de un quinto no tiene acceso a servicios modernos de salud, un tercio de los niños menores de cinco años no tienen suficiente peso, y una quinta parte de los niños no llega al quinto grado de primaria (RDH-PNUD, 1999).

En el caso de México, esta misma publicación reconoce que la tasa de mortalidad infantil alcanza 29 de cada mil niños nacidos vivos (en Canadá, seis; en Estados Unidos, siete; en Chile, 11; Argentina, 21), una tasa de mortalidad de niños menores de cinco años de 35 de cada mil nacidos vivos (Canadá, 7; Estados Unidos, 8; Chile, 13; Argentina, 24); 107 doctores por cada 100 mil habitantes (Canadá, 221; Estados Unidos, 245; Chile, 108; Argentina, 268) y 2.8 por ciento del PIB destinado a gasto público en salud (6.9 en Canadá, 6.5 en Estados Unidos, 2.3 en Chile y 4.3 en Argentina).

Desde mi punto de vista, la reflexión sobre esta situación es indispensable en estos momentos en que en nuestro país se debate entre el voto útil y los programas de gobierno. Porque si algo nos muestran estos datos, es que la inequidad en el ingreso y el aumento de la pobreza se han dado precisamente en un ambiente en donde se han magnificado los alcances del libre mercado y se ha satanizado la participación del Estado como agente que permite la redistribución del ingreso y la promoción de los servicios básicos.

En los últimos días Vicente Fox se ha querido colocar como el candidato del centro, cambiando su discurso dependiendo de quién es el interlocutor. Sin embargo, el programa de gobierno del candidato de la Alianza por el Cambio solamente reconoce la importancia de aumentar el presupuesto a la educación pública como política social, y en cambio mantiene un esquema neoliberal en lo que se refiere a la política de salud, de redistribución del ingreso y de combate a la pobreza.

Para Vicente Fox, por ejemplo, la pobreza se combate aumentando el PIB al mágico número del 7 por ciento, la política fiscal no la define como un mecanismo de redistribución del ingreso, y el papel del Estado ni siquiera es claro en lo que se refiere a la salud, donde de acuerdo con su programa de gobierno la democratización de la salud implica que ''todo mexicano debe tener la oportunidad de afiliarse a una organización para la protección de la salud que opere sin el monopolio del Estado y que ofrezca servicios de calidad'' (www.vicentefox.org.mx/propuestas). ƑQué quiere decir que la salud no deberá operar bajo el monopolio del Estado? Hasta donde uno puede dilucidar de esta frase, es que la salud no será, bajo el gobierno de Vicente Fox, obligación estatal sino un bien disponible en el mercado.

El empeoramiento que el país ha tenido en cuanto a ingreso, inequidad y pobreza, requiere de años de reversión y, para ello, el Estado no puede abandonar su papel como promotor al menos de la salud y la educación. El mercado ha demostrado ser un agente incapaz de disminuir la pobreza y la desigualdad, por el contrario, los datos a nivel mundial son alarmantes. Si para Vicente Fox ni siquiera la salud es obligación estatal, entonces, como buen empresario y poco estadista, la utilidad que busca es la del mercado.