Luis Linares Zapata
Conspiraciones
De pronto, y como salida de las truculentas entrañas de la vida pública mexicana, apareció, para enredar la campaña electoral, la más simplona de todas las consejas conspirativas que se pudieran inventar en la actualidad: un oscuro arreglo cupular entre PRD y PRI para imposibilitar la alternancia, dar al traste con el triunfo del PAN, y permitir la continuidad del corrupto sistema imperante. El priísta, siguiendo la línea argumental de tan disparatado complot, ganaría la Presidencia, y el perredista, después de luchar durante doce años ininterrumpidos y cientos de muertos en el estribo, le daría a su partido y heredero la jefatura de gobierno de la capital y una decena de importantes puestos adicionales.
De sólo mencionar tan dispareja y turbia transacción es difícil entender quién pueda prestarle oídos y, más aún, reproducirla con gran desparpajo y tono casi doctoral en los mismos medios de comunicación. Pero los hubo. Firmas como la del senador Aguilar Zínser, un estratega de Fox, la avalaron (ver Reforma, viernes 26 de mayo). Varios desplegados, a plana entera en los diarios leídos por la clase media acomodada (mismo diario), la denunciaron en tono y lenguaje airado, colérico. La insondable sociedad civil quedó, una vez más, apresada bajo firmas encautadoras de su representatividad.
Bien se guarda el articulista mencionado de calificar como conspiración tan vergonzante acto prefigurado. Sin duda un mínimo prurito de rigor y otro tanto de su antigua amistad y colaboración tuvieron cabida. Pero, por sus alcances, bien se puede catalogar, dice, como una convergencia indudable. Los efectos disolventes sobre las posibilidades de que Fox reúna, en su derredor, los votos suficientes como para destrozar a Labastida y consolidar, sólo bajo este supuesto, la ansiada alternancia, son inocultables para el senador. Sacar al PRI de Los Pinos es la prioridad última. Le parece la más preciada de las formas democratizadoras que hoy requiere el largo proceso mexicano de la transición. La alternancia es, para él, el gran paso final, el empujón consolidador de los esfuerzos de apertura política y madurez cívica que hoy sólo encabeza su adalid. El obligado desenlace de la bipolaridad electoral en la que Cárdenas no tiene cabida, a pesar de su fútil aspiración a manosearla. Las encuestas así lo señalan. No hay más que discutir.
Se muestra entonces una pieza analítica, pormenorizada en detalles y carente de respeto por el elector, para coronar, en el discurso, la nueva y estrecha visión de la derecha nacional. La desembocadura obligada de toda esta serie de endebles silogismos que han venido sosteniendo aquéllos que hablan de la existencia de un significado inequívoco, unidireccional y de validez innegable del llamado voto útil a favor del adelantado del PAN. No respaldar a mi candidato es caer en el oscurantismo; es dar un paso atrás, dicen las consignas. Es adherirse a las complicidades. Es, como grita reiterativamente Fox, en estos postreros días donde constata la indiferencia y el rechazo cardenista, tan sencillo como traicionar a la transición, a la misma patria.
Pero más lamentable aún parece el uso que se le dio a tal conspiración antiFox, como argumento para rescatarlo en su desgraciada aparición de cuerpo completo, de bulto y a todo color, frente a sus atónitos simpatizantes que, con mucho rubor y vergüenza, no sabían dónde meterse al oírle las incoherentes frases y sus irritantes desplantes del martes negro. El ridículo fue monumental y millonario en ciudadanos expectantes. Conocidos articulistas, académicos y comentaristas rediofónicos intentaron salir al auxilio del boqueante candidato. Los malabarismos en la argumentación de sus apoyadores y las predicciones de la supuesta invulnerabilidad de Fox que reflejan las encuestas ad-hoc rayan en lo idílico.
Las posturas de la alternancia como prerrequisito indispensable para la modernidad democrática pasan de largo, sin revisarlos, varios hechos de la actualidad. Unos que provienen de la historia de cruentas luchas emprendidas por grupos de la sociedad, partidos e individuos, y donde Cárdenas y el PRD ocupan un lugar destacado. Otros provienen del refinamiento, efectividad y grado de confianza que las instituciones electorales, que se crearon recientemente, han alcanzado en el país. Algunos nos vienen de fuera y permiten comparaciones saludables para México. Resaltan así las diferencias entre las fragilidades venezolanas que obligan a posponer sus elecciones o las ilegitimidades y fraudes de las instituciones peruanas que son asentadas por el pueblo mismo y la comunidad internacional. Pero también hay que meditar en algo que se va dejando de lado: la trascendencia del equilibrio de poderes y partidos hacia el cual se camina y que da mucho mejores garantías de un desarrollo cierto de la democracia. El voto que garantice los balances y controles entre el Ejecutivo, Legislativo y el aparato judicial, en sus varios niveles, es un asunto de mayor relevancia para la apertura y el cambio que especificar cuál partido y personaje llegará a la Presidencia.