LUNES 29 DE MAYO DE 2000
* La oposición ganó ese año 127 de 300 distritos
La disputa por el Congreso será más intensa que en 97
* Logró efectividad en los estados donde desplazó al PRI
Alonso Urrutia * La disputa por el Congreso de la Unión, y en particular por la Cámara de Diputados, será tanto o más intensa que en 1997, cuando el PRI perdió la mayoría. Con el antecedente de haber ganado 127 de los 300 distritos en las más recientes elecciones, la oposición ha logrado ampliar su influencia, pues ha sumado cuatro gubernaturas ųBaja California Sur, Zacatecas, Tlaxcala y Nayaritų más en estados donde el priísmo había ganado prácticamente todos los distritos hace tres años.
De acuerdo con los resultados electorales de 1997, los partidos de oposición tuvieron una gran efectividad en las entidades donde gobernaban, toda vez que obtuvieron el triunfo en 75 por ciento de las diputaciones en juego.
Para el analista del Centro de Investigación y Docencia Económica, Ignacio Marván Laborde, el avance electoral de PAN y PRD, registrado en las pasadas elecciones federales y en los comicios locales que se realizaron posteriormente, forman parte de un proceso de fragmentación de poder que incrementa las posibilidades de la oposición para disputar la Presidencia y el propio Congreso.
A diferencia de hace seis años, cuando ganó el candidato del PRI, Ernesto Zedillo, hoy existe mayor incertidumbre sobre los resultados, como consecuencia de que en este periodo se ha continuado con un acelerado proceso de cambios, que han permitido desmontar gran parte del aparato electoral del sistema. Actualmente muchos de los elementos que permitieron el triunfo de Zedillo ya no existen más.
Nuevas condiciones de competitividad
Marván destaca que la transición que vive el país, si bien ha sido fundamentalmente electoral, ha permitido generar condiciones de competitividad que hace incierto el resultado. El PRI no cuenta ya con muchos elementos que le permitieron mantener la hegemonía en el pasado, dice.
De entrada, subraya un elemento sustancial: la autonomía del Instituto Federal Electoral.
Si bien hace seis años ya existían los consejeros ciudadanos, es claro que con la presencia de la Secretaría de Gobernación en el organismo ųcuyo secretario aun presidía las sesiones del Consejo General del IFEų, era evidente que el verdadero control de la estructura era del sistema.
Paralelamente, otro cambio sustancial es el peso que tiene ya el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que hoy es un órgano plenamente jurisdiccional. Por primera vez en la historia será una instancia independiente de los partidos la que calificará los resultados de la Presidencia de la República.
Sin embargo, Marván es enfático en el papel del PRI en este proceso de reformas en las instancias electorales:
"Aunque reivindique su aportación, es claro que las sucesivas reformas se han gestado como producto de una presión social y una mayor capacidad opositora de negociación; se han dado en contra de la voluntad del sistema, y el Revolucionario Institucional ha mostrado su capacidad de resistencia al cambio, lo que ha derivado en una muy larga transición".
Y menciona un ejemplo:
"La reforma de 1996, que el presidente Ernesto Zedillo consideraba como definitiva, se concretó sólo con el voto del PRI, porque se rompieron los consensos a partir de un punto fundamental para el partido oficial, el financiamiento".
Ante la postura inflexible del PRI, la oposición no participó en la aprobación de la reforma.
Posteriormente, intentaría nuevos cambios en la legislación electoral, que la mayoría priísta en el Senado de la República frenó definitivamente.
Ante la mayor fiscalización de los recursos públicos, el PRI requería de un monto de financiamiento lo suficientemente elevado como para operar su maquinaria.
Y garantizarlo impidió consensar aquella reforma. A los cambios en la legislación deben añadirse otros factores que impiden que la maquinaria priísta funcione en las mismas condiciones.
La consolidación del PAN y el PRD en otras entidades ha logrado que "el aparato ya no cuente hoy con once estados; entre ellos los de mayor peso electoral, como son el Distrito Federal, Nuevo León o Jalisco".
También se han operado transformaciones en el papel que cumplen los medios de comunicación; su desempeño es sustancialmente diferente al que prevaleció en 1994. Hoy ųdice Marvánų las grandes televisoras deben ponderar el apoyo abierto que pueden ofrecer a un candidato o partido, porque existe una opinión pública muy crítica que censuraría que cumplieran un papel similar al que Televisa tuvo hace años.
"No es que tengamos los medios de comunicación óptimos para la realidad política actual, pero sí es claro que a las televisoras y la radio ųpor lo menos las que tienen cobertura nacionalų les interesa dar una imagen de pluralidad, la cual les permita competir por el mercado, pues al final de cuentas son empresas".
Hay todo un contexto ųconcluyeų que dificulta el pleno accionar del sistema que, aún así, "mantiene vigente parte de su maquinaria, como sería el uso de los programas sociales o la incorporación de estereotipos del viejo PRI como medida del sistema para preservarse en el gobierno".
La vigencia del sistema está en duda, pero existen signos de que ante el escenario electoral pretendan reditar aquellas elecciones de Estado, dice Marván, y para ello ya han incorporado a algunos connotados miembros del viejo PRI, con Manuel Bartlett a la cabeza.
El paulatino proceso de fragmentación del poder que se ha dado a lo largo de la última década generó las condiciones de alternancia en el Ejecutivo y, por supuesto, de disputa cerrada en el Congreso.
Los antecedentes de la nueva disputa por la Cámara de Diputados
Eclipsada por las campañas presidenciales, la disputa por la mayoría en el Congreso de la Unión y, especialmente en la Cámara de Diputados, será mas intensa bajo estas condiciones y en las que incidirá la nueva geografía electoral que se ha modificado desde 1997.
La eficacia que ha mostrado la oposición, al ganar 75 por ciento de los distritos en los estados bajo su control, se asocia al peso electoral que tienen algunas de las entidades que gobiernan.
Los datos del padrón dan cuenta de ello: los estados en manos de PAN y Partido de la Revolución Democática suman cerca de 40 por ciento del total de electores, pues incluyen tres de las entidades con mayor cantidad de votantes.
En conjunto, el Distrito Federal, Nuevo León y Jalisco tienen 60 distritos electorales, de los cuales 45 fueron ganados por el PAN y el Partido de la Revolución Democrática en los comicios de 1997.
Por el contrario, el PRI tiene las otras dos entidades con mayor votación, Veracruz y el estado de México. En este último caso, la fuerte presencia de la oposición en la zona conurbada de la ciudad de México le hizo perder 21 de los 36 distritos en disputa en 1997.
En el caso de Veracruz, el PRI obtuvo 20 de los 23 distritos electorales en los comicios federales. Sin embargo, durante los comicios estatales de 1998, si bien el priísmo retuvo la gubernatura, AN y PRD ganaron casi la mitad de los municipios, incluidos Jalapa, Orizaba y Veracruz, por lo que ahora gobiernan a 60 por ciento de la población.
Cabe añadir que en los cuatro estados que perdió el PRI con posterioridad a 1997 ųAguascalientes, Baja California Sur, Tlaxcala y Zacatecasų, este partido había ganado 12 de los 13 distritos en las elecciones intermedias.
La geografía de la derrota priísta en 97
Aunque el factor central de la pérdida de la mayoría priísta en la Cámara de Diputados fue su incapacidad para alcanzar el porcentaje mínimo de votación que fijaba la ley para garantizarle la mayoría en ese órgano ų40 por cientoų, las derrotas en los distritos fueron otro elemento clave. PAN y PRD ganaron conjuntamente 126 distritos y el Partido del Trabajo, uno.
De los resultados electorales en 97 destaca también el hecho de que el PRI fue la segunda fuerza en 12 entidades del país, cuando la oposición sólo gobernaba cuatro estados. Los resultados tuvieron su efecto en el Senado de la República, bastión del PRI en el Congreso de la Unión, porque implicó que el priísmo perdiera la mayoría calificada automática en la cámara alta.
En lo que corresponde al comportamiento del PRD, el impulso que otorgó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura de Gobierno del DF lo posicionó en la disputa a nivel nacional, colocándolo como la segunda fuerza política, y consolidó su presencia en la zona centro.
Por primera vez el PRI no ganó un solo distrito en una entidad: la capital del país, que le otorgó 29 triunfos al PRD y uno al PAN. El efecto trascendió a los estados colindantes: en el estado de México, el perredismo ganó 15 de los 36 distritos, todos concentrados en la zona conurbada; en Morelos también obtuvo la mayoría en tres distritos contra sólo uno del PRI.
En zonas aledañas el PRD cosechó triunfos importantes: el más sonado, el de Michoacán, donde se adjudicó 10 de los 13 distritos, a los que sumaron tres de Guerrero, uno en Guanajuato y dos en Veracruz. Fuera de la zona centro, el PRD obtuvo sólo dos distritos en Chiapas, dos más en Sonora y uno en Tamaulipas.
El panismo hizo lo propio sólo en dos de los cuatro estados bajo su administración y en las entidades que ganó en los comicios concurrentes del 6 de julio.
Las victorias en Nuevo León y Querétaro le redituaron al PAN ocho de los 11 distritos del estado fronterizo y tres de cuatro en el Bajío, a los que se añadieron nueve de 14 en Guanajuato, así como cinco de los seis distritos en Baja California.
Para entonces ya se advertía la recuperación priísta en Chihuahua, donde ganaron cinco de nueve distritos, además de obtener la mayoría de los triunfos en Jalisco, con 12 de los 19 distritos.
En cuanto al PRI, algunos de sus resultados más contundentes se registraron en las entidades que perdería meses más tarde como efecto de los desgajamientos internos.
Algunas otras estados donde el priísmo mantuvo hegemonía, en cuanto a la elección de diputados fueron Oaxaca, Tabasco, de Roberto Madrazo, y Puebla, aún con la administración de Bartlett, que prácticamente marginó al panismo en su entidad.
Hoy Bartlett es responsable de la estrategia político-electoral del PRI en los once estados que gobierna la oposición.