José Antonio Rojas Nieto
Ahora o nunca
En un punto Cuauhtémoc Cárdenas ha sido reiterativo: la necesidad de un cambio de régimen político, que no sólo la alternancia, por más trascendente que ésta pueda resultar para el desarrollo político del país. Este cambio de régimen es posible porque cuenta con una perspectiva económica coherente y viable. Mucho avanzó en el debate de este viernes; pero deberemos avanzar aún más: hacer más incisiva la formulación de la propuesta económica.
Por ello, es necesario y urgente que señale cómo, por qué razones y de qué manera será posible ofrecer nuevos y mejores empleos, y una recuperación sólida del salario, los ingresos y las prestaciones sociales. Ratificar la existencia de alternativas para enfrentar una globalización subordinante; sin negar las tendencias de una economía mundial en la que naciones y bloques regionales se entrelazan cada vez más. Deberemos revisar el TLC, sin necesidad de formular una política regresiva; y, desde luego, ser mucho más incisivo en torno al fortalecimiento económico del Estado; lo cual supone no sólo no vender Pemex (finalmente eso, hoy, ya lo dice cualquiera), sino hacer de las industrias petrolera y eléctrica el núcleo de la fortaleza económica de la Nación. No para arribar a un estatismo anacrónico, sino, más bien para ejercer en beneficio de la sociedad el poder que confiere el control nacional de estos recursos, y con ello garantizar las condiciones para modular nuestro desarrollo, e impedir que sean los grandes monopolios y corporaciones financieras los que nos arrinconen y obliguen a un determinado modelo. Con este proyecto es posible superar una economía de producción de pobres cada vez más pobres y miserables, tanto en la ciudad como en el campo. El proyecto de Cárdenas trasciende la orientación maquiladora y altamente concentrada que ha ido adquiriendo nuestra economía. No niega la ineludible necesidad de una presencia creciente y cada vez más competitiva de México en el exterior y, sin duda, del exterior en México; pero afirma la posibilidad de hacerlo de forma que beneficie a toda la economía -no sólo a 500 empresas-, y se oriente al fortalecimiento conjunto de un mercado interno que, justamente por la apertura, es cada vez menos interno y más competido.
Cuauhtémoc Cárdenas es el único que se ha mostrado coherente y firme -importante en estos días de oportunismos y demagogias- y también es el único que ha postulado la necesidad de alterar la forma del desarrollo económico actual impulsado por el partido en el gobierno; no sólo maquillarlo con el apoyo para crear changarros y minibolsas. En 30 días puede convencer -como lo dijo el viernes- que es posible relanzar la inversión pública como instrumento para alentar el dinamismo económico, sin perder el equilibrio de las finanzas públicas ni ocupar espacios que no le corresponden a ésta. Que se puede fortalecer la función reguladora estatal, sobre todo en el caso de los bienes de servicio público, los bancos sin lugar a dudas. Que se puede mostrar la viabilidad de un cambio fiscal, merced al cual nuestra economía puede contar con más recursos fiscales sin que eso signifique, al menos por el momento, incrementar los impuestos; siempre y cuando cuidemos que no haya evasión y se amplíe la base de captación. Con ello -Cárdenas puede asegurarlo una y otra vez- se irá liberando gradualmente a Pemex de la pesada carga fiscal y con los recursos liberados se podrá fortalecer productivamente al mismo Pemex y a la CFE, nobles empresas nacionales que, sin negar su carácter nacional, pueden superar sus estándares de eficiencia y solvencia financiera para contar con el máximo de recursos propios para su expansión y modernización. En este poco tiempo que queda, Cárdenas podrá insistir en que cuenta con un proyecto para dar mayor autonomía a estas empresas estatales; lo cual no contradice la necesidad de un mayor control y supervisión por parte del Congreso para garantizar su orientación social, sin demérito de su capacidad competitiva interna y externa. Y que es posible también que Pemex siga participando en el mercado petrolero internacional con principios y con astucia, cuidando su cercanía con los productores. Es tiempo suficiente para señalar que en su proyecto hay una profunda relación entre la reivindicación del control estatal de los recursos energéticos y la determinación indeclinable por superar el presidencialismo y el corporativismo que han caracterizado la gestión del partido en el gobierno. La autonomía de Pemex y CFE puede integrarse, por tanto, en una estrategia que busca romper de raíz las bases en que se sustenta el presidencialismo y corporativismo estatal, y evitar para siempre que la fortaleza del partido oficial, se derive del control de Pemex y CFE. Cárdenas cuenta con los días suficientes para mostrar la viabilidad, la coherencia y la pertinencia de su alternativa. De veras que sí.