Angel Guerra Cabrera
Elián y la vuelta a las trincheras
LA NOBLE Y DIGNA BATALLA por el regreso a su padre del niño náufrago Elián González ha oficiado como una terapia de choque políticamente muy saludable para Cuba, contrariando las aspiraciones de los secuestradores del niño.
Revitalizó la tradición solidaria de la revolución cubana consistente no sólo en brindar ayuda desinteresada a otros pueblos, sino también en movilizar al país en su defensa cuando uno solo de sus hijos lo requiere. Propició que los revolucionarios con Fidel Castro al frente pasaran a la ofensiva en la lucha ideológica y ha ayudado a sacudir a la sociedad isleña del sopor y las explicables confusiones ideológicas en que la hundieron la debacle del llamado socialismo real en la URSS y otros países europeos.
Fidel, tan pronto supo de la retención del niño por los parientes lejanos de Miami estimulados por la Fundación Nacional Cubanoamericana, comprendió que sería necesario librar una gran batalla ideológica y política de masas para conseguir su liberación. Era evidente la intención de la contrarrevolución de hacer de la permanencia del niño en Florida una cuestión de vida o muerte como una forma de humillar al gobierno y al pueblo cubanos y al propio presidente Clinton, a la vez que intentaba arrastrarlos a un grave conflicto bilateral.
Habría sido irreal y miope aspirar a la devolución de Elián sin movilizar intensamente a la opinión pública cubana, estadunidense e internacional, aun cuando Clinton hubiese estado dispuesto --como parecería ser el caso-- a abogar por ella.
Después de una indefinición inicial, Clinton y su secretaria de Justicia Janet Reno se pronunciaron por el derecho exclusivo del padre a hablar por su hijo. Los favorecía el posicionarse en defensa de las leyes de su país, del derecho internacional y de la sólida tradición estadunidense en relación con la unión familiar, que no tardaría en expresarse en el respaldo creciente de la opinión pública estadunidense. Sin embargo, su actitud ha sido dilatoria y con frecuencia poco resuelta frente a quienes batallan porque el niño --y ahora también el padre-- se queden a toda costa en Estados Unidos.
Importantes sectores ultraconservadores de los círculos de poder de la Unión Americana, perennemente animados del espíritu de vendetta contra Cuba, se movilizaron en apoyo a sus correligionarios de la ultraderecha miamense secundados por los candidatos de los dos partidos y por no pocos legisladores republicanos, pero también demócratas, todos a caza de votos y, sobre todo, de los cuantiosos fondos que pone a disposición de sus socios políticos la Fundación Nacional Cubanoamericana. La impudicia sale a flote. Hasta la primera dama Hillary Clinton --ahora en trajines electorales-- ha llamado a Juan Miguel, el padre de Elián, a que se quede a vivir allí, lo que ella misma denominó "desertar".
No obstante, la reunión de Elián y Juan Miguel, después de la sonada operación de agentes federales en Miami, la batalla política y legal continúa y puede ser alargada mediante interminables recursos leguleyos.
Queda esperar el fallo del tribunal de apelaciones en Atlanta, que no tuvo empacho ya en sugerir el derecho de un niño a pedir asilo político sin contar con la voluntad del padre, algo no sólo ilegal, sino francamente demencial. El odio y el miedo a las ideas antimperialistas, de unión latinoamericana y socialistas que defiende Cuba dan para todo.
No obstante, la colaboración a la causa de la devolución de Elián brindada por la administración Clinton en contra de los designios de los extremistas de Miami y sus aliados es una señal indudablemente positiva.
Después de esta batalla es muy probable que se abran mayores posibilidades para un intercambio fecundo emigración-isla, dado el rotundo golpe político que ha significado contra la extrema derecha mafiosa asentada en la ciudad floridana, pero ese y otros cambios políticos y económicos deseables y necesarios en la sociedad cubana dependen mucho por ahora de que el realismo remplace a la arrogancia en el enfoque de la política de Estados Unidos hacia Cuba.
Más allá, la batalla por Elián ha tenido el efecto virtuoso de propiciar que los jóvenes y hasta los niños de la isla regresen al vórtice del quehacer político y social, de lograr que muchos revolucionarios --avasallados hace tiempo por los rigores de la vida cotidiana y desanimados por el trauma económico, político y moral postderrumbe soviético-- vuelvan a las trincheras.
Al influjo de esta experiencia ellos han reparado más conscientemente en una verdad monda y lironda: hay por delante una patria y una gran revolución que salvar de estas adversidades y, para conseguirlo, una tenaz contrarrevolución y un imperio que derrotar en el terreno de las ideas.