Guillermo Almeyra
La revolución pasiva y sus ayudantes (I)
EL MUNDO VIVE LO QUE GRAMSCI llamaba una ''revolución pasiva'' o sea, conservadora. En efecto, vastos sectores populares protestan siguiendo a demagogos reaccionarios, a los que identifican con un ''cambio'' pero en el sistema, y no a quienes, vagamente, les hacen pensar en un sistema social diferente.
Ese ''partido del orden'', mayoritario en Occidente, incluso identifica al socialismo con la democracia, a la que repudia como desorden y fuente de corrupción, y sigue a los pinochetistas como Lavín, a los amigos guatemaltecos del asesino Ríos Montt, como Portillo, a los ex franquistas, como Pérez Aznar, o a los corruptos magnates de la tv italiana, como Silvio Berlusconi, o a los fascistas austríacos, o a Karol Woytila, el cruzado de la Iglesia católica preconciliar. O sea a populistas de derecha que saben llegar a ellos con los métodos del marketing y las pocas y conocidas palabras de la tv y que no les hacen pensar sino que apelan a su ''sentido común'', que es conservador.
La izquierda alternativa, por lo tanto, es minoritaria no sólo por sus límites propios y los de la Tercera Vía pierden terreno no sólo por su adaptación camaleónica al neoliberalismo y por su falta de espina dorsal, sino también y sobre todo, debido a las transformaciones sociales producidas por la mundialización y a causa de esta reducción del espacio de la política y de la politización, incluso de buena parte de los trabajadores.
El viento cultural y político que sopla es hoy fétido, irracionalista y quien quiera pensar en una alternativa a la política del capital financiero antes que nada debe tomar en consideración este hecho. Pero eso aumenta la responsabilidad de los que ayudan a remachar en las cabezas el conservadurismo y la resignación y también la de quienes, considerándose ''intelectuales'', se adaptan al viento de la reacción y abdican de cualquier pensamiento crítico.
Los recientes referendos promovidos con el apoyo de Massimo D'Alema y de los Demócratas de Izquierda (DI) italianos y que se hundieron en el repudio popular ofrecen material para un buen estudio de caso, a la vez sobre la ceguera y el oportunismo masoquista de quienes querían que triunfasen y sobre las posibilidades de resistencia al neoliberalismo.
Dos de dichos referendos, en particular, eran liberticidas: el referente a la ley electoral y el antisindical. El primero buscaba eliminar el sistema de representación proporcional e imponer el mayoritario, como en Inglaterra, borrando de la escena política parlamentaria (y, por lo tanto, de todos sus derechos, entre otros, a la tv) a los pequeños partidos, que representan a segmentos de la población, los cuales perderían toda visibilidad y capacidad de presión.
El argumento central de la gran finanza era que esa supresión de las diversidades obligaría a crear un régimen bipolar, a la estadunidense, con un centroderecha y un centroderecha-ma-non-troppo (instaurando una competencia entre dos variantes, la dura y la light, de la política del capital). Eso supuestamente daría ''gobernabilidad'', o sea, permitiría al gran capital tener un gobierno más estable, funcional y eficiente para reducir más los salarios reales y aplastar mejor las resistencias sociales.
Este tipo de agentes del ''pensamiento único'' reduce la política a las meras elecciones y piensa que el objetivo es un Estado capitalista más fuerte, por lo cual su principal enemigo es la izquierda alternativa, que encabeza las resistencias antiestatales y antisistema y se obstina en hacer política no sólo electoral.
En efecto, con los Berlusconi no tiene problemas reales pues, a pesar de disputar el gobierno, comparten las concepciones esenciales y forman parte del mismo bloque social mientras que de Fausto Bertinotti, secretario de Refundación Comunista, les separan diferencias y odio de clase.
La idea estúpida del voto útil les lleva a pensar además que todo voto radical ayuda al establishment cuando, precisamente, ellos son parte del mismo y defensores del mismo régimen, mientras el voto por una alternativa -y no sólo por una alternancia dentro del sistema- prepara en cambio las conciencias y las fuerzas para lo que realmente cuenta, es decir, para las resistencias postelectorales que podrían ayudar a preparar un bloque social capaz de conquistar a vastos sectores populares hoy arrastrados por la ''revolución pasiva''.
En la segunda parte de este artículo terminaremos de estudiar este caso emblemático.
galmeyra@ jornada.com.mx