Luis González Souza
ƑQuién ganó el debate?
IMPORTANTE PERO ENGAÑOSA, esa pregunta absorbe estos días buena parte de las neuronas nacionales. ƑPor cuánto tiempo, con qué impacto electoral y poselectoral? Esto ya es asunto de neuronas más refinadas, pero la respuesta también depende de los criterios elegidos para definir al ganador.
Si resultan convincentes, tales criterios incluso servirían para ir más allá de la gastada fórmula: ''Ganó México, ganó la democracia''. El problema es que, como en los concursos de belleza, nuestros candidatos a la Presidencia siguen expuestos a, o cobijados en, el subjetivismo más primitivo.
Al explicar por qué ganó fulano, las razones suelen oscilar entre el prejuicio, la tautología y el machismo. Ganó fulano ''porque así me lo pareció a mí'', o ''porque ese es mi gallo y no podía fallarme'', o ''porque es quien puso en su sitio a los demás'', o ''porque es el que mejor se montó en su macho... y sin siquiera pestañear''.
Aun cuando los criterios de decisión logran transitar a un estadio más avanzado del razonamiento, las explicaciones permanecen en el reino del subjetivismo rampante. En este caso, del subjetivismo ilustrado, sólo asequible a los sabios, también conocidos como ''los expertos'', Ganó zutano (casualmente mi gallo), porque fue el más ''articulado'', o el menos ''anticlimático'', o el más ''estadista'', o el menos ''repetitivo'', o el más ''mesurado'', o el de menor ''anti-empatía'' (Ƒvale la palabra?), o el de mayor ''presencia''.
Lo cierto es que, con jueces tan caprichosos, ni México ni la democracia ganan. Quienes ganan son: el atraso político, la deseducación cívica, el amarillismo vestido de psicoanálisis al vapor, el subjetivismo disfrazado de ciencia, la politología convertida en duelos de ''melate'', el a-mí-me-parece erigido en argumento concluyente, el caudillismo ''intelectrónico'' (de los intelectuales con rango de sabios y con muchos medios a su disposición), el negocio de los medios de sobreinformación (por excesiva y por superficial), el no menos lucrativo negocio de los maquillistas de toda laya (de candidatos, de discursos, de debates, incluidos sus dictaminadores y sus dictámenes).
Ganan, pues, la educación antidemocrática, la subcultura del caudillismo (ahora ''intelectrónico'') y la correspondiente manipulación del voto (esta vez a cargo de los jueces-gurú). Obviamente pierden México y su ya desesperante transición a la democracia.
Nadie niega la importancia del debate, sobre todo en un país todavía tan preñado de autoritarismo como el nuestro. Pero hay de debates a debates: unos construyen educando, otros enajenan destruyendo. Y eso incluye los dictámenes posdebate. Si estos se basaran en criterios menos subjetivos y más educativos, entonces sí avanzarían la democracia y la cultura que le es propia. Por lo pronto se nos ocurren tres criterios de ese tipo.
1) Credibilidad. Es el primero, porque de nada sirven las promesas allí donde no hay confianza en su cumplimiento. Medir la credibilidad de los candidatos no es imposible. Tal vez bastaría con analizar su trayectoria y sobre todo la congruencia entre sus principios (cuando los hay) y sus conductas, lo mismo que entre sus promesas y sus resultados.
2) Receptividad social. ƑEn qué grado los candidatos reflejan capacidad para incorporar las demandas más sentidas de la sociedad, en sus programas de gobierno? ƑCuánto muestran conocer a esa sociedad? ƑQué tanto de ese conocimiento procede de un contacto estrecho con la gente?
3) Responsabilidad democrática. ƑMuestra o no disposición a asumirse como mandatario de la sociedad, y no más como mandante-todo-lo-puede? ƑRendirá o no cuentas claras, o seguirá usando los informes presidenciales como paño de auto-complacencias y demagogia? ƑAceptaría su remoción en caso de fallarle al electorado?
Si esa clase de criterios predominaran al decidir quién ganó el debate, entonces sí, todos ganaríamos. En suma lograríamos aquello que tanto se exige ahora a los candidatos, y que todos ellos aseguran hacer, ya hoy mismo: poner por delante el interés de México, y el compromiso de hacerlo una nación grande, digna, próspera, democrática.
Aguas, pues, con los juicios ligeros en torno a los candidatos. Usted mismo diga. Pero con sus criterios más razonados y razonables, Ƒquién gana los debates de esta temporada electoral tan turbulenta como engañosa?
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