Luis Hernández Navarro
El debate
La sombra del sainete televisivo del martes 23 de mayo cayó sobre el debate del 26 y marcó, en parte, su desenlace. Oscurecida en un inicio por una serie de rounds de sombra, la polémica subió de tono e intensidad ante los fuertes cuestionamientos de Cuauhtémoc Cárdenas al candidato oficial.
Francisco Labastida, acostumbrado a una campaña en la que "nada de muertito", salió a administrar su voto duro y sortear los golpes en su contra. Vicente Fox, obligado a remontar su caída, necesitado de un triunfo claro, buscó recuperar terreno reconociendo errores y presentándose como el candidato de la alternancia. Cuauhtémoc Cárdenas, apalancado en un creciente protagonismo, apostó por poner sobre la mesa su autoridad moral, fijar la agenda y tomar la ofensiva en contra de sus adversarios.
Para Vicente Fox el ciclo de debates que va del 25 de abril al 26 de mayo ha sido un verdadero juego de serpientes y escaleras. Emergió del primer enfrentamiento como el gran ganador y un serio aspirante a la silla presidencial. Convencido de que quien va de puntero no necesita debatir, pero imposibilitado para decirlo con claridad, rehuyó una nueva discusión pública entre candidatos con todo tipo de maniobras. Sin embargo, sus artilugios resultaron ser sólo un frágil castillo de naipes que se derrumbó con el primer soplido. El 23 de mayo, frente a las cámaras de televisión, el abanderado de la Alianza para el Cambio se mostró tal y como sus detractores han dicho que es: como un fundamentalista disfrazado de oportunista, como un político mentiroso e intransigente. Su ventaja se desvaneció en unas cuantas horas.
Lastimado, incapaz de percibir que el traspié provenía de su propia estrategia, insensiblemente convencido de que ya ganó en la opinión pública la reputación de representar la única opción de cambio, víctima, en fin, de su propia propaganda, el hombre de las botas decidió huir hacia adelante, representando un guión que parece copia al carbón de uno de los tantos artículos escritos con pus por el ex panista Carlos Castillo Peraza: responsabilizó de su derrota a la familia priísta reunificada, y, convocó a una nueva versión de guerra santa en contra de la supuesta alianza de Cuauhtémoc Cárdenas y Francisco Labastida.
Fox llegó al combate del 26 de mayo dispuesto a enmendar con sutileza los errores del 23 de mayo y presentarse como el candidato de la alternancia y la transición política. Parcialmente tuvo éxito. Beneficiado por la ofensiva del candidato del PRD contra Labastida, el panista disfrutó de un respiro que no tuvieron sus contendientes. Pero, salió, además, a tratar de pegarle, sin mucha suerte, a una piñata que no existía. Quiso atacar a Cárdenas en sus puntos fuertes: sus logros culturales y su autoridad moral. Se vio obligado a recular. "Me la ganaste, Cuauhtémoc", tuvo que reconocer el panista.
En una campaña electoral en la que se ha privilegiado la construcción de la imagen de los candidatos en los medios y la proclamación anticipada de su triunfo, y se ha dejado de lado la discusión programática y la polémica acerca de los grandes problemas nacionales, Francisco Labastida apostó por presentarse ante la opinión pública como el hombre de las propuestas y el líder que el país requiere. Insistió en aparecer como el personaje del cambio sensato. Buscó no arriesgar y trató no perder. Procuró, no ganar, sino capitalizar la caída de Vicente Fox. Al hacerlo, resultó el gran derrotado del debate. Acorralado por Cárdenas, sin fuerza ni carácter, sin credibilidad, no pudo quitarse el estigma del salinismo ni el desprestigio del aparato gubernamental.
Después de una intensa campaña en las plazas públicas procurando consolidar su voto duro, y de aparecer ante las cámaras de televisión como un líder político nacional capaz de frenar los caprichos de Fox y de mostrar su ignorancia histórica, Cuauhtémoc Cárdenas mostró una significativa habilidad como polemista. Aprovechando su capital histórico, su autoridad moral y su trayectoria opositora, el candidato del PRD escapó sin problemas de las trampas de la estrategia foxista, señaló con claridad los problemas sociales más relevantes en el país (Chiapas, los acuerdos de San Andrés, el conflicto magisterial, Fobaproa) y reivindicó la aportación de su movimiento y persona a la transición democrática del país. Cárdenas demostró en el debate que no hay un dueño de las escrituras de la oposición ni abanderados únicos del cambio posible; que no tiene por qué ceñirse a la lógica del voto útil. Hizo evidente que al mantener en alto las banderas de su proyecto no le hace el juego a la continuidad del sistema, y que su legitimidad está fuera de toda duda.
Entre las muchas enseñanzas que dejó el debate del 26 de mayo está el que, en contra de quienes, a más de cinco semanas de la elección, pretenden presentarse como ganadores anticipados, el resultado final de la contienda no se ha definido: la moneda está en el aire. Hizo evidente, asimismo, que en la disputa por el sufragio hay tres jugadores en la mesa y no sólo dos.