La Jornada sábado 27 de mayo de 2000

Miguel Concha
Parlamento infantil

CON EL APOYO DEL PROGRAMA de la Casa del Arbol de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), el pasado 11 de mayo se inauguró el Parlamento Infantil, que extrañamente no tuvo toda la repercusión que ameritaba en los medios.

Participaron 200 niños y niñas representantes de escuelas primarias y secundarias del Distrito Federal y de las zonas conurbadas, provenientes de diferentes programas y sectores, entre ellos niños de educación especial, estudiantes de escuelas de participación social, participantes en el Programa de Atención a Niños Migrantes, y alumnos del Programa de Servicio Escolarizado Acelerado 4-14, así como del Programa de Niños de la Calle, del de Formación en Derechos de los Niños del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, y participantes en el Programa de la Casa del Arbol. El proyecto es auspiciado por la CDHDF, UNICEF y la Secretaría de Educación Pública.

Esta iniciativa de nuestra niñez expresa el interés de las nuevas generaciones en los asuntos públicos y privados, pues fue un grupo de niños y niñas el que al nombrar embajador de la niñez al ombudsman del DF, en noviembre de 1999, le propusieron la creación del parlamento. Como publiqué entonces, en enero pasado la niña Sandra Jiménez no dudó en hacer la misma propuesta al secretario de Educación Pública, quien de inmediato manifestó su apoyo.

No sorprende que exista este tipo de iniciativas entre la población infantil y juvenil, pues una parte de ella se ha organizado previamente en América Latina y México para demandar el cumplimiento de sus derechos. Recuérdese, por ejemplo, el movimiento de los adolescentes y jóvenes de México en la marcha global contra el trabajo infantil en el Distrito Federal, en 1998, y los movimientos de niños trabajadores y en situación de calle en países como Guatemala, Nicaragua, Colombia, Perú y Brasil, cuyos modelos económicos han generado que millones de menores trunquen sus posibilidades de estudio, obligándolos a incorporarse al trabajo informal. En este sentido la Organización Internacional del Trabajo estima que existen aproximadamente 45 millones de niños latinoamericanos que viven o trabajan en las calles. Estos fenómenos han propiciado que la niñez paulatinamente participe en foros nacionales e internacionales, como la Primera Cumbre de Niños y Niñas contra el Maltrato, realizada en El Salvador, en 1998; el Foro de la Niñez realizado en Ginebra, Suiza, en agosto de 1999; y la Cumbre Infantil del Medio Ambiente realizada en México el año pasado.

A partir de la aprobación de la ONU de la Convención sobre los Derechos de los Niños en 1989 y la adhesión de casi todos los países, se ha propiciado una nueva forma de considerar a la niñez que ha influido en el ámbito escolar hasta tal punto que se han ido incorporando en los programas educativos el análisis y estudio de los derechos de los niños, así como su formación en valores. Como indiqué antes, no sorprende, pues, que los niños y adolescentes conformen también en México un parlamento; lo que llama la atención es la enérgica espontaneidad y la clara convicción de sus propuestas.

Después de dos días de trabajo, los participantes expresaron sus conclusiones de esta primera sesión de su parlamento.

Manifestaron la necesidad de tener acceso a una enseñanza de mayor calidad; de recibir un trato igualitario entre hombres y mujeres o personas con discapacidad, y de contar con una administración honrada en cuanto al manejo de los recursos públicos. Expresaron igualmente la necesidad de recibir más apoyo en becas, sin favoritismos; de que existan más centros educativos para discapacitados y de fomentar mayor conciencia ecológica entre la población.

Pidieron que se evite el derroche económico en propaganda política y que se canalicen mayores recursos para brindar alimentos y libros de textos en las diferentes lenguas nacionales a todos los niños del campo y la ciudad.

Enfatizaron además que es importante que los partidos políticos consideren que los niños no les pertenecen y que no enarbolen sus propuestas, sino que se limiten a tomarlas en cuenta con la misma importancia que las de los adultos.

La experiencia del Parlamento Infantil puede ser considerada como otro paso concreto para escuchar la voz de todos los gobernados, entre ellos los niños, con su participación y sus aprendizajes, signo también claro de una nueva cultura política naciente en el país.