MIERCOLES 24 DE MAYO DE 2000

* Ciudad Botero *

Renato Ravelo * La primera obra de arte que llegó a Medellín en el siglo XVII fue una imagen de San Lorenzo, a solicitud del capitán Rodríguez Campuzano, quien le añadió el nombre de Aburrá como el valle. Esta, con la obra de Botero, podría formar parte de la nueva colección del Museo de Antioquia, toda vez que la Iglesia y otros actores sociales se han acercado con curiosidad, con maravilla, al proyecto que en algún momento lo han calificado como Ciudad Botero.

el colombiano Las actuales instalaciones del Museo de Antioquia son menores. Básicamente la entrada conduce a dos salas de lo que era la Casa de Moneda del Banco de la República. De hecho, con el oro que en cantidades mínimas se había pegado a paredes y pisos, con los años, una vez colado, se hicieron las primeras reformas al edificio cuando el museo se instala en 1955.

Esta ocupación, que representó la segunda etapa del museo fundado en 1881, está marcada por una anécdota que liga ese recinto de Colombia con nuestro país. En aquel entonces como parte del programa de adquisiciones del museo, enviaron a comprar arte a Teresita Santa María de González. Mil 500 pesos colombianos le dieron, buenos en aquel entonces para varias obras. Al llegar a México, Teresita se enamoró de la obra Rumbo a la zafra, que costaba mil 800 pesos. Teresita regateó y por simpatía con el autor se la llevó por lo que traía. Cuando llegó a Medellín, entre los regaños que recibió, una pregunta resaltaba: ƑQuién es Diego Rivera?

Tragedia de La Paloma

Cuenta Pilar Velilla: ''En 1955, Medellín tenía 350 mil habitantes, máximo 400 mil. Este museo era grande para ese momento. Esta zona era la mejor parte de la ciudad, era arbolada, bonita. Ya existía la alcaldía de Medellín. Llevaba unos 20 años el edificio. Empieza otra mitad de vida, la crisis de todos los museos, que si los sostiene el Estado, que si no hay plata para la nómina. Algunas veces, incluso, echaron mano de la colección porque ya no había manera de sostenerlo.

''En la década de los setenta llega la donación de Botero que abre la sala Pedro Botero en honor de su hijo. Y en los años ochenta dona las esculturas. Pero deja una promesa: el día que haya un museo grande, voy a hacer una donación..."

Cuenta Pilar que cuando llega en 97 a la dirección del recinto, le piden que venda el Rivera para hacer las modificaciones del edificio (en la actualidad el cuadro podría costar más de 3 millones de dólares). Ella se negó. Debiera haber otros caminos.

De hecho, son pocos dentro del museo y sus instalaciones actuales: ''Sólo le podríamos agregar mil 500 metros a la casa. El primer planteamiento que hago es que el museo no puede seguir viviendo de limosnas. Por otra parte, 90 por ciento de la colección actual está guardada por falta de capacidad de exhibición. Recordé lo que Botero había hecho público ocho años atrás y me animé a llamarle. El maestro me respondió: 'Si ustedes consiguen el cambio de sede yo doy tres salas, una de pintura, una de escultura y un millón de dólares para comenzar la construcción".

Un documento fechado en la notaría 29, registra que el colombiano con la cédula de identidad 149980, nacido el 26 de agosto de 1953, decidió el 4 de enero del 2000 firmar los papeles de donación de una colección, de 65 obras, con un valor estimado, sólo para trámites de ley en 13 millones 500 mil pesos colombianos (unos 7 mil 500 dólares).

casa Cotización simbólica, de trámite, que culminaba los anhelos de Botero, de siempre, de tener en su ciudad un espacio. De hecho, la donación que se registró ante el notario ya fue rebasada. Queda explícito en ese documento, sin embargo, que la misma nunca podrá salir de Medellín; ''no podrá prestarse ni alquilarse".

Botero recibió un desagravio público, una reconciliación simbólica con la ciudad, considerada la más violenta del mundo, cuando en septiembre del año pasado llegó otra versión de la escultura de La Paloma, destruida por una explosión junto con la vida de de 25 niños el 10 de junio de 1995.

El artista plástico nunca quiso que se reconstruyera, porque sería propiciar el olvido. Uno puede pasar por la Plaza Bolívar y ser testigo de cómo el fervor popular, la práctica de esa dura frase que muchos colombianos se repiten ''la vida comienza todos los días", hacen que se persignen ante ella.

El museo

Habla Pilar Velilla en el sitio: ''Este edificio fue diseñado en 1932 y terminado en el 37. Deco puramente. Fueron arquitectos los Rodríguez, muy famosos ellos.

''Me bromean amigos y me dicen que es un edificio que estaba esperando ser museo. Por el lado de allá las puertas son ventanas. Hay un piso de diferencia, como puedes ver, la calle de allá está más abajo."

En el sótano, continúa la también periodista, ''vamos a poner las oficinas administrativas, taller de restauración, fondo editorial, curaduría, investigación, una arcada de tiendas comerciales, aulas. Queremos estar en ese concepto moderno del museo como espacio integral".

Un millón de dólares, capital semilla

Para el primer piso quedará la sala internacional y otra area de servicios: cafetería, librería, restaurante. También algo de la historia prehispánica de los asentamientos. En el segundo piso la historia regional: ''Tenemos una colección de 3 mil piezas, con énfasis en la historia del arte de Atioquia, aunque tenemos vacíos y por primera vez la sistematizamos".

En el tercer piso, la sala dedicada a Botero recibirá las 70 pinturas y cerca de 30 dibujos donados por el artista, todos relacionados de alguna manera con Medellín. Uno de ellos, La muerte de Pablo Escobar, es el narcotraficante en un típico techo botereano con sus típicas balas que más que destrozar el espacio lo remontan. Las esculturas invadirán la plaza de enfrente.

Y habla del financiamiento: ''Rentas fijas. No vamos a depender de la buena voluntad. Empresas comerciales culturales que unidas tendrán que producir el dinero que el museo requiere para operar, incluida la compra de servicios culturales del Estado. Ambicionamos conseguir los mil 200 millones de pesos (700 mil dólares) que vamos a necesitar para operar inicialmente, vendiendo nuestros servicios y productos al Estado y a los particulares: taller de restauración, la tienda, el restaurante, el parqueadero, la venta de derechos de autor. Esto sumado a que el Estado nos tiene que comprar la visita de las escuelas".

Y agrega: ''Aparte tenemos una corporación que va a coger el millón de dólares como capital semilla, con el propósito exclusivo de hacer dinero para apoyar el proyecto. Estamos planeando un museo simple, conscientes de que en el futuro no puede depender de limosnas; se montan por ejemplo equipos que pueden ser muy costosos ahora, pero que harán que la operación futura sea más barata. En el campo de la vigilancia el museo, por ejemplo, será controlado por una persona. El área administrativa no va a tener puestos sin necesidad. Además, emitimos 18 mil medallas para vender en el mundo a mil dólares cada una. Si esto sale como ambicionamos el museo vivirá de eso exclusivamente".

Sobre la anécdota del Rivera, Pilar ríe y explica: ''Rivera era famoso, pero no como ahora. Lo más lindo es que ese Diego Rivera debe estar en Medellín, porque nosotros tenemos una relación con México y su arte por medio de Pedro Nel, que bebió de esa fuente y vino a hacer acá sus murales.

''Nosotros no hemos salido a mostrar nuestra cultura. El sueño es que nuestro Francisco Antonio Cano, nuestro Pedro Nel se puedan mostrar en el mundo", termina la directora del Museo de Antioquia cuya colección, en el entendido de que no puede ser prestada, sólo podrá ser vista por los que acudan a ese sueño extrañamente paradójico: Ciudad Botero, anhelo de convertir el centro de Medellín en un sitio a la vez frágil y seguro, como los pies de las gordas que flotan en sus cuadros.