Marco Rascón
Rompimiento inútil
Consta que desde los inicios de la Corriente Democrática, y en otras fuerzas políticas de izquierda, ya existía la obsesión del régimen por separar a Cuauhtémoc Cárdenas y a Porfirio Muñoz Ledo, porque ambos generaban una mezcla especial que dañaba profundamente al PRI desde la historia, el discurso social y la doctrina de la Revolución Mexicana.
Sin defender el pasado estatista, Cárdenas y Muñoz Ledo tejieron la gran alianza centro-izquierda contra el neoliberalismo, de ahí su valor como hombres del cambio positivo en México.
Consta también que sus diferencias políticas y personales eran en los hechos ejemplo de tolerancia que marcaban sus responsabilidades como conductores de una transformación en la que los choques de personalidad eran secundarios frente al propósito que les unía. Por el contrario, las campañas de los intrigantes de dentro y fuera del PRD profundizaban esas diferencias y presionaban a favor de la ruptura. Desde el principio profetizaban "la traición de Porfirio" y "el caudillismo de Cuauhtémoc" ya que se beneficiaban de la calumnia; consta además que en estas campañas estaba la mano de Carlos Salinas, su grupo compacto y los medios de comunicación.
Fue obvio que desde el inicio del proyecto tanto Cárdenas como Muñoz Ledo tenían profundas diferencias políticas e ideológicas, pero éstas, al lado de las coincidencias fundamentales, trascendían a ambos y generaban un poderoso movimiento multiplicador de ideas y voluntades. Si el compromiso de los dos construyó un proyecto, Ƒpor qué el rompimiento se convirtió en un asunto personal y silencioso? Salvo Ifigenia Martínez, nadie intentó detener la ruptura.
Cárdenas y Muñoz Ledo son el "viejo PRD", el que se impuso entre los proyectos de la derecha panista y el neoliberal priísta entre 1988-1999: el verdadero PRD. En sustitución, "el nuevo PRD" puso por delante el pragmatismo y, a diferencia de la Corriente Democrática de 1987, atrajo una ola de nuevos priístas que no representaban ideas, sino intereses políticos personales, lo cual creó el fenómeno de Zacatecas, Tlaxcala, Nayarit y Baja California Sur, mismos que llevaron en 1999 al partido del sol azteca hacia el aliancismo con el PAN; de esta manera el PRD gobierna sin programa perredista ni perredistas. El "nuevo PRD" se descarriló entre alianzas electorales sin sentido, violaciones estatutarias, adquisición de la cultura priísta y autoritarismo político disfrazado de unidad de izquierda.
Ante el vacío y la falta de contrapesos, los grupos de Amalia García, de Andrés Manuel López Obrador y de Jesús Ortega están más centrados hoy en la disputa por el control del PRD que en abrir la perspectiva política. Los tres, obedeciendo a sus intereses de grupo, dan por terminado el ciclo propiamente cardenista del proceso perredista y montados en la ruptura Cárdenas-Muñoz Ledo conducen el partido al vacío programático a través de prácticas clientelares y el oportunismo.
Sin duda la separación entre Cárdenas y Muñoz Ledo es un triunfo del viejo régimen. Esto debilitó la fuerza del campo democrático de manera absurda y trágica pues, a pesar de las profecías, Porfirio no está del lado del régimen priísta ni está muerto y quienes propiciaron la ruptura son los mismos que hoy negocian la declinación de Cárdenas y estarán en primera fila con Fox o Labastida para solicitar parabienes.
Muñoz Ledo se ha inclinado hacia el panista porque considera que la transición no tiene adjetivos. Va hacia Fox con todas sus consecuencias e inconsecuencias, porque frente al PRI siempre ha defendido la estabilidad del Estado mexicano bajo la concepción de que la estabilidad sólo puede derivar de la transformación de la República y del pacto por una nueva Constitución, que Fox ahora toma y suma a su proyecto.
Entre la ruptura de Cárdenas y Muñoz Ledo se coló Fox. Y en su juego de tres, el PRI advirtió la trascendencia estratégica de esta ruptura, y si Fox fue usado contra Cárdenas, la ruptura fue error de ambos, suma cero contra ellos mismos.
Hoy Cárdenas jala solo al PRD, el cual no camina porque quienes lo dirigen son afines a la ideología de Gilberto Rincón Gallardo y el viejo talamantismo de una izquierda sin vocación de poder y sumisa al régimen. Cárdenas y Porfirio agotaron la tolerancia de sus diferencias, pero la usaron con los grupos que no piensan en ganar votos por Cárdenas, sino en pactar con Labastida.
La decisión de Porfirio torna incierto su futuro; el trabajo de Cárdenas, difícil y sin partido. Ojalá no se hayan equivocado.