Alberto Aziz Nassif
ƑY después del 2 de julio?
Los tiempos políticos dominan la actividad pública y no hay duda de que el país está metido en el cuadro electoral de las campañas y los candidatos. Los ciudadanos calculamos cómo van las preferencias en la intención del voto a partir de la información que nos dan las encuestas. Cada día de campaña hay una novedad declarativa que se reproduce a través de los medios de comunicación y, después del largo proceso electoral, hoy estamos cerca del fin: faltan prácticamente 40 días para llegar a las urnas. Frente a este panorama conviene empezar a preguntarse cómo llegaremos al 2 de julio y qué puede pasar después.
El clima electoral y la lógica del voto serán dominantes en las siguientes semanas, sobre todo por la cerrada competencia entre Fox y Labastida. Las últimas encuestas muestran dos retratos: el que ubica al candidato de la Alianza por el Cambio arriba del PRI con un margen que va de cuatro a cinco puntos (Reuters y GEA) y el que sigue marcando el empate técnico (Reforma).
En los próximos días el trabajo electoral de los punteros estará enfocado a lograr esos últimos votos necesarios para la victoria. El grupo de votantes indecisos se ha reducido a 5 por ciento del electorado (Reforma, 19/V/2000); la cerrada competencia ha polarizado la contienda y el ambiente político se ha cargado. Durante las últimas semanas de la campaña subirá el tono en los mensajes, las descalificaciones entre candidatos serán mayores y los espacios serán llenados con mercadotecnia política.
A pesar de la propaganda, o a causa de ella, la novedad en estas semanas se mantiene, es decir, la bajada de Labastida y la subida de Fox. El endurecimiento del PRI después del debate no ha dado los resultados esperados; los políticos de línea dura se han vuelto ineficaces para operar en un espacio competido y con reglas más equitativas; el famoso aparato priísta muestra hoy límites estructurales para generar las mayorías de votos de antes y, para rematar, la migración de priístas hacia el foxismo continúa. Sólo quedan la compra y coacción del voto, pero tampoco son vías infalibles.
De esta manera, el hecho de que el PRI pueda perder la Presidencia es hoy una posibilidad real. Sin embargo, la aceptación civilizada de un resultado adverso todavía es vista por muchos ciudadanos casi como un imposible y lo que suceda el 3 de julio y los días posteriores dependerá de lo que pase el 2 de julio. Se pueden dar los siguientes escenarios.
Si el PRI gana limpiamente la elección presidencial, habrá que aceptar que las oposiciones divididas todavía no son fuertes para gobernar el país. El corolario será que la mayoría volvió a confiar más en la opción conocida. Entonces las miradas se enfocarán hacia el Poder Legislativo para ver si tendremos un gobierno dividido, en donde el partido del Presidente no tenga la mayoría absoluta y sigan los contrapesos al Poder Ejecutivo. Si el PRI gana de manera fraudulenta, muy posiblemente estallará una crisis, peor que la de 1988, y estará en riesgo la estabilidad del país, sobre todo porque las fracturas sociales que existen se podrían multiplicar inconteniblemente.
En el caso contrario, si Fox gana, el tamaño de su victoria puede propiciar dos situaciones: con un margen muy estrecho, entre uno y tres por ciento, se puede abrir un complicado expediente de litigio que, en el mejor de los casos, se puede agotar dentro de las vías legales, pero al mismo tiempo nada asegura que no se pueda desatar una confrontación social peligrosa; si la diferencia es suficientemente amplia, más de cinco puntos porcentuales, y el segundo lugar acepta su derrota, el triunfo será de una gran legitimidad, sin embargo se tendrá que fortalecer de forma inmediata a partir del cumplimiento de las promesas de campaña sobre la pluralidad y los cambios que la ciudadanía espera. La elección presidencial se puede enmarcar en cuatro posibilidades después del 2 de julio: gana Labastida o Fox, con o sin conflicto.
De seguir las tendencias actuales, el triunfo foxista puede estar cercano. Mas, si Vicente Fox quiere ganar, necesita una definición sobre temas estratégicos como Chiapas y el mundo indígena, la UNAM, la seguridad pública o las herencias del viejo régimen, por mencionar algunos.
No sólo son indispensables estas definiciones, además se necesita un perfil de la futura coalición gobernante y un plan concreto para la transición que necesita ponerse en operación a partir del 3 de julio.