La Jornada martes 23 de mayo de 2000

José Blanco
El desmantelamiento

Al menos desde 1988 un sector significativo de las izquierdas sostiene contra viento y marea la derrota electoral del PRI como la prioridad política número uno, a efecto de "desmantelar" el sistema corporativo del régimen "emanado" de la Revolución Mexicana. Ciertamente nunca nos han dicho cuál es la prioridad número dos: una vez "desmantelado" el régimen corporativo, Ƒqué?; Ƒcuál es el futuro que espera a la sociedad mexicana a partir del año uno de la felicidad?

El argumento del "desmantelamiento" construyó la extraña amalgama política entre el nacionalismo revolucionario y la izquierda revolucionaria. En vista de que esa izquierda carecía de proyecto nacional, adoptó el nacionalismo revolucionario cardenista, cuyos perfiles, sin embargo, se diluían con rapidez debido a la avalancha de las transformaciones mundiales. Esa amalgama política, por tanto, pronto quedó prácticamente huérfana de todo proyecto nacional. En esas condiciones no es extraño que su suerte quedara unida sin remedio al discurso y las decisiones de una figura: su candidato único, que representa a una franja social con motivos para seguir aún el credo nacionalista.

Perdido en gran medida, aún en el discurso, el núcleo duro del nacionalismo revolucionario (el dirigismo estatista) queda apenas el ofrecimiento de un gobierno honrado. No es poco frente a los mares de corrupción conocidos, pero muy insuficiente frente a la complejidad y el pluralismo actual de la sociedad mexicana. Las imágenes cotidianas de Cárdenas puebleando muestran la ensambladura perfecta entre el candidato y su voto duro, pero se hallan lejos de abarcar tal pluralismo y complejidad.

Sin proyecto nacional, el espacio electoral perredista parece toparse con un límite infranqueable. Ese límite, sin embargo, sigue siendo atribuido al régimen corporativo y no a sus propias barreras estructurales.

Ahora un sector de aquel sector de las izquierdas se suma al foxismo con el reiterado argumento del "desmantelamiento"; en tanto, ciertamente del régimen corporativo quedan jirones: los tiempos del ejercicio de una eficaz dominación política de masas por la vía de la CNC, la CTM y el Congreso del Trabajo y la mutante CNOP, son historia definitiva del antiguo régimen. Aun los tiempos de la designación por el Presidente de su propio sucesor han quedado contundentemente inhumados.

Fox ahora parece rehuir el debate. Es perfectamente explicable si, como él mismo, sus amigos, el PAN y la cargada dicen, tiene prácticamente la victoria electoral en la buchaca.

Si es cierto, conjeturemos, Fox verá colmada su obsesión y en diciembre hará su entrada triunfal en Los Pinos. ƑVendrá después la operación "desmantelamiento"? ƑQué va a ser desmantelado? Anote usted lo que guste: Ƒcuál es la reforma del Estado? Es necesario acotar el poder del Presidente, se ha dicho; sí, algunos de los nuevos amigos de Fox tienen sus ideas, pero Ƒtienen también la fuerza política? ƑFox presidente va a escuchar al pequeño puñado de izquierdistas que hoy se le suman? ƑPor qué tendría que hacerlo?

Más importante aún: Ƒpara qué futuro de la sociedad es necesaria cuál reforma del Estado? Misterio.

La idea del desmantelamiento es extremadamente pobre como proyecto político. Es, sin duda, una buena estratagema en la lucha por el poder político, lo que es desde luego legítimo. Sin embargo, después del desmantelamiento --que en lo fundamental ya ocurrió por obra de su falta de necesidad histórica, y por gracia de la política presidencial de los últimos dos sexenios--, el país seguirá careciendo de proyecto nacional.

Algunos analistas dicen que la idea de un proyecto nacional, en una sociedad abierta y plural, aún más en el marco de la globalización, es un despropósito: pertenece a la infausta época del pensamiento único.

Justamente, como nunca antes, la vasta pluralidad exige acuerdos. Un acuerdo nacional en lo fundamental, dirigido a la organización de una sociedad incluyente, sigue siendo la gran asignatura pendiente. Un acuerdo nacional sobre la conformación de un nuevo patrón de desarrollo sostenido para el largo plazo, sigue también en asuntos fuera de trámite.

Nada de eso será posible sin unos partidos políticos enraizados en la sociedad, luchando por sus propias ideas de futuro de la sociedad y no sólo en la cruda porfía por el poder político.