MARTES 23 DE MAYO DE 2000
Ť Foro de ARIC-I sobre defensa de la biodiversidad
En plenas lluvias, desplegados contra incendios inexistentes
Ť Irresuelto, el tema agrario, dice la Declaración de San Gregorio
Hermann Bellinghausen, enviado, Nuevo San Gregorio, Chis., 22 de mayo Ť "No aceptaremos el uso de la fuerza militar y policiaca para resolver los problemas de la pobreza y el hambre", declaró aquí la ARIC Independiente y Democrática, durante el Foro por la Defensa de la Vida, la Tierra y los Recursos Naturales, donde participaron 122 delegados de la organización procedentes de las comunidades circundantes.
En el corazón del corazón de la selva Lacandona, geográficamente hablando, los indígenas reunidos en Nuevo San Gregorio escucharon a Porfirio Encino Hernández, coordinador de la ARIC-I, la noche del sábado 20, quien dio a conocer en tzeltal y castellano la postura de las comunidades ariqueras de Montes Azules: "Los pueblos indígenas no somos enemigos de la biodiversidad, nuestra cultura no es destructiva, como lo han manifestado algunos señores ecologistas".
La Declaración de San Gregorio, en voz de Encino, asienta: "Al terminar el siglo XX, en este rincón del país no se han solucionado los problemas agrarios.
"Los pueblos amenazados con el desalojo hemos vivido aquí antes de los decretos de la comunidad lacandona y de la reserva de la biosfera", dijo. "Las críticas son bienvenidas, pero los invitamos a proponer soluciones para lograr un acuerdo sobre biodiversidad que cumpla con el Protocolo Internacional de la OIT. Los pueblos indígenas nos comprometemos a cuidar los recursos".
Tan es así que los campesinos tzeltales y tzotziles se manifestaron como "guardianes" de la reserva. Demandaron respeto a los conocimientos tradicionales, y un alto al saqueo encubierto de empresas e instituciones educativas que, con pretextos bienpensantes, se preparan para el gran negocio de la venta, a precios de risa, de la diversidad biológica de Montes Azules. Encino señaló a la UNAM y Ecosur como los testaferros del "gran" negocio.
"Nos sumamos a la denuncia popular contra el convenio de prospección entre la UNAM y la empresa Diversa por los extractos de ADN. No aceptamos los ensayos de campo ni la comercialización de tecnología genética".
En presencia de miembros de la comisión de observación para la paz, que estos días recorrió Chiapas; eran ecologistas, una diputada del PRD y el comisionado de Ecología del CEN de dicho partido, así como un representante de Semarnap, los campesinos manifestaron: "No al libre comercio de organismos trasgénicos".
A la reunión venían en camino, pero no llegaron, una representación nacional de Semarnap y el director de la Reserva Integral de la Biosfera, Alejandro López Portillo. Al parecer fueron, en cambio, a visitar en Trinitaria a los campesinos que ya aceptaron ser reubicados en Guadalupe Plumajillo, y Santa Cruz, y Nuevo Mundo, en el municipio fronterizo de Independencia. Estas familias, procedentes de Ampliación Palestina, Sol Paraíso y Santa Cruz, en la Reserva, serían el modelo que proponen las autoridades. Los pobladores de Montes Azules consideran priístas a estas comunidades reubicadas, y lo lamentan por ellas.
Aquí está la vida
"Nuestra magre tierra es de nosotros", dice sencillamente Susana, una niña de esta comunidad, a la concurrencia. Más de un centenar de hombres, mujeres y niños la escuchan en la penumbra del atardecer, mientras habla "a nombre de los niños de Montes Azules" en un castilla que no es, evidentemente, su lengua madre.
Esto lo dice de su ronco pecho. Poco antes había leído, en una cartulina rodeada de dibujos a colores, hechos por las decenas de manos infantiles que los sostienen ante la gente: "Siempre hemos vivido aquí, es justo que continuemos. Sólo aquí podemos resucitar en otras almas. Volveremos a encontrarnos completos, y si no, nuestro dolor sería eterno".
Las cartulinas reproducen guacamayas, tucanes, monos, tigres, ceibas, serpientes en distintos grados de detalle en color y forma, una explosión de figuras que reproducen lo que todos los días estos niños ven a su alrededor. Hoy mismo escandalizaron las guacamayas a orillas del caserío, y un poco más arriba se asomaron un rato varios monos.
La bandera nacional cubre en buena medida la fachada de la Escuela Primaria Comunitaria, una pequeña casa de madera pintada de verde. Transcurre una asamblea de varios pueblos, y la niña dice:
"Piden a las autoridades que no nos maten ni nos desalojen, que tengan un poco de conciencia".
Anochece muy despacio. Al pie de la sierra de San Felipe, que tapa el último horizonte, Nuevo San Gregorio se asienta desde 1970 al otro lado del río Negro. Chirrían los grillos y un inconstante coro de sapos, ululan las tórtolas (Ƒo serán búhos?), y agonizan con la tarde los cantos de cualquier cantidad de pájaros.
El viejo San Gregorio quedó en Huistán, de donde salió Nicolás hace 30 años. Aquella era una finca, con patrón y todo, y las tierras estaban exhaustas. Nicolás, un anciano sonriente, con un ojo turbio por infección no atendida hace años, había expresado poco antes a este enviado, señalando los árboles y las montañas circundantes: "Aquí está la vida. Está bonito. Allá, pura piegra y arena".
Manuel, otro viejo de la comunidad, trabajó en la famosa finca Liquidámbar; de los 12 a los 18 años vivió como esclavo: "No se pensaba que descansáramos. Nos hacían trabajar a cualquier hora. Y no pagaban dinero, sino fichas".
A fines de los sesenta, un grupo de tzotziles jóvenes y padres de familia echó a caminar hasta acá, no había carreteras ni siquiera a las Cañadas, y al cabo de varios días se detuvieron aquí. De donde ahora amenazan con echarlos.
Un representante de la ARIC Independiente nuestra un fajo de fotografías, tomadas en el vecino pueblo de Candelaria, el año pasado. "Poco antes de que el Ejército Federal entrará en Amador Hernández", precisa. En unas fotos se ven helicópteros de la Policía Federal Preventiva, rodeados de agentes en guardia. En otras, de un helicóptero civil descienden unos enviados del gobierno del estado.
"Vinieron para amenazarnos de que nos iban a desalojar. Y estos del gobierno estatal eran más peores, nos trataban con grosería". En otras imágenes se ve a los indígenas discutiendo con los funcionarios. Todo esto, en la pista de aterrizaje de Candelaria. Al fondo, algunas casas.
Aquella "visita" fue sólo el preludio de lo que se avecinaba.
Cada quien su fuego
Con bastante bombo, a principios de mayo el gobierno federal proclamó el envío de la PFP a los Montes Azules para eventualmente expulsar a las comunidades dentro de su perímetro. Poco antes el Ejército Federal había concluido una misteriosa campaña de reforestación en la reserva que, independientemente de lo que hayan sembrado los soldados, permitió el continuo ingreso de tropas al santuario del antiguo Desierto de la Soledad de los tzendales.
El camino de la represión está pavimentado de desplegados y buenas intenciones. Pero sus promotores no contaban con las lluvias, que se adelantaron.
El argumento central de la "defensa" de la selva, los incendios que estarían devorando la Reserva de la Biosfera, se evaporó ante la inexistencia de quemas, que prácticamente no se registraron este año. Lleva días lloviendo torrencialmente aquí, a donde ya llegó la primavera (sinónimo de lluvias en la selva Lacandona), y los presuntos fuegos se antojan imposibles.
Se insiste en un posible desalojo de los indígenas que habitan dentro de Montes Azules, en un momento por demás delicado: las vísperas de elecciones.
También, una vez que las comunidades sembraron sus milpas, ahora consideran en riesgo su cosecha. Y en eso no hay diferencia entre ariqueros, zapatistas o priístas. Las generosas lluvias de mayo les están amacizando la promesa del maíz y el café.
El nido biótico de la Lacandona no se vio más destruido en los últimos ciclos agrícolas, a pesar de haberse vuelto un refugio de desplazados de guerra, y no sólo de colonizadores, muchos de ellos con más de 20 o 30 años aquí dentro. Pero con una celeridad y enjundia que no mostraron en momentos menos delicados, y no obstante más graves para los recursos que dicen apadrinar, ecologistas, intelectuales, instituciones y empresas se alarman hoy de lo que en 1998, cuando sucedieron los graves incendios provocados para allanarle el paso a la guerra, parecieron no enterarse.
Ahora, fogosamente orientados por la Semarnap, el Instituto Nacional de Ecología y la peña universitaria del doctor José Sarukhán, diversas instituciones, organismos no gubernamentales y personalidades con un determinado prestigio exigen un inmediato "hasta aquí", a la "inminencia" de un desastre ecológico, al cuarto para las doce del calendario político.
"Aquí estuvieron nuestros padres", dice Porfirio Encino, dirigente de la ARIC Independiente. "Nuestros pueblos llegaron antes que los decretos, y queremos probar que sabemos cuidar la selva. Ni los de ARIC, ni los zapatistas están quemando, ni tumbando monte. Aquí se siembra dos veces al año. Y la tornamilpa, que se hace en octubre, da todavía más que la siembra de ahora".
Algunos especialistas consideran que quizás no hubo una verdadera reforestación por parte del Ejército Federal, pero si se hizo, pudo ser más dañino que no hacerla, pues a nadie consta si se tuvo asesoría biológica, y si se sembraron especies adecuadas.
Sobre todos estos problemas, y la propiedad de las tierras que según papeles las comunidades ostentan, se celebró en Nuevo San Gregorio el Foro en Defensa de la Vida, la Tierra y los Recursos Naturales. Participaron representantes de unas 30 comunidades de dentro y fuera de la reserva de Montes Azules; un gran número de delegados que venían no pudieron hacerlo, pues se los impidieron las torrenciales aguas de los ríos Perlas y Negro.