LUNES 22 DE MAYO DE 2000
Ť Miles de peregrinos solicitan la pronta canonización de Juan Diego
El Papa declara santos a 27 beatos mexicanos
Ť Reconoce Juan Pablo II que nunca han faltado las persecuciones contra la fe católica
José Antonio Román, enviado, Ciudad del Vaticano, 21 de mayo Ť Luego de las duras pruebas que pasó la Iglesia católica en México durante los años convulsos de la persecución religiosa, los mexicanos pueden vivir hoy en paz y armonía, afirmó el papa Juan Pablo II en la misa para la canonización de 27 nuevos santos mexicanos, 25 de ellos mártires, un sacerdote y una religiosa.
Ante miles de peregrinos que casi llenaron la Plaza de San Pedro, unos 70 obispos y 300 sacerdotes, el pontífice subrayó que estos mártires, la mayoría originarios de Jalisco, no abandonaron el valiente ejercicio de su ministerio cuando la persecución religiosa arreció en la amada tierra mexicana, desatando un odio a la religión católica. Todos aceptaron -agregó- libre y serenamente el martirio como testimonio de su fe, perdonando explícitamente a sus perseguidores.
Aunque esta no fue la fiesta del beato Juan Diego, su nombre se escuchó fuerte y muy claro en la Plaza de San Pedro. Durante la celebración hubo un enorme sector de peregrinos que coreó una y otra vez el nombre del indio a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe en 1531, y cuya canonización se esperaba precisamente para esta fecha.
El grito de "šJuan-Die-go! šJuan-Die-go! šJuan-Die-go!" se fue generalizando poco a poco entre los miles de peregrinos, que con aplausos y decenas de banderas mexicanas en lo alto, moviéndolas de un lado a otro, pidieron su pronta canonización.
Tal vez sea este el proceso que con mayor ansiedad esperen los católicos mexicanos, pero que se ha visto entorpecido debido a las cartas enviadas a Roma por el ex abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, en las que pone en duda la existencia histórica del beato y la veracidad de las apariciones.
En la misa, Juan Pablo II señaló que la Iglesia en México crece y progresa siendo crisol donde nacen abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas, y donde se forman familias, según el plan de Dios, y donde los jóvenes, parte notable del pueblo mexicano, pueden crecer con esperanza en un futuro mejor.
Sin embargo, reconoció también que en esa expansión nunca han faltado las persecuciones contra los anunciadores de la buena nueva. Pero por encima de las adversidades humanas, la Iglesia cuenta con la promesa de la asistencia divina, dijo el Papa, con una voz apenas audible.
Pidió que el luminoso ejemplo del sacerdote Cristóbal Magallanes y de sus 24 compañeros mártires, tres de ellos laicos comprometidos -muertos entre 1915 y 1937- ayude a los mexicanos a un renovado empeño de fidelidad a Dios, capaz de seguir transformando a la sociedad mexicana para que en ella reinen la justicia, la fraternidad y la armonía.
Así, se refirió al sacerdote José María Yermo y Parrés, fundador de las religiosas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, y de la religiosa María de Jesús Sacramentado Venegas, cuyos nombres están inscritos, a partir de hoy, en el catalogo de santos de la Iglesia católica. La religiosa se convierte también en la primera mujer mexicana en alcanzar los altares.
Karol Wojtyla pidió que la intercesión de estos santos proclamados hoy mantenga al pueblo de México "siempre fiel" y que en su suelo se multipliquen "grandes" cristianos de la talla de los ahora canonizados.
La ceremonia, de poco más de dos horas y transmitida en vivo por varios medios de radio y televisión a México, fue concelebrada por los cardenales Norberto Rivera Carrera, de México; Juan Sandoval Iñiguez, de Guadalajara; Adolfo Suárez Rivera, de Monterrey, y el presidente del Comité Organizador del Gran Jubileo, cardenal Roger Etchegaray.
Con vivas a Cristo Rey, a la Virgen de Guadalupe, a Juan Diego y al mismo Papa, el pontífice fue recibido en un ambiente de fiesta. Faltaba poco para las 10 de la mañana. Salió de la Basílica, detrás de la procesión, con pasos muy lentos hacia el altar colocado en la parte superior de las escalinatas de la plaza, donde quedaban vacías unas cuantas de las 35 mil sillas colocadas hace unos días para la celebración del 80 aniversario del Papa, y que permanecieron para esta canonización.
El prefecto de la Pontificia Congregación para la causa de los Santos, el portugués José Saraiva, presentó una breve biografía de los 27 nuevos santos, para, posteriormente, pedir al Papa su canonización.
Poco antes de recitar la misa del Regina Coeli, que en este tiempo litúrgico sustituye al tradicional ángelus, Juan Pablo II se refirió a la Virgen de Guadalupe como la estrella de la evangelización en el continente americano.
Al final de la misa, en una acción poco usual -según el personal de la sala de prensa vaticana-, el Papa recorrió a bordo de un jeep descubierto el perímetro de la Plaza de San Pedro, lo que causó una mayor efusividad de los miles de peregrinos mexicanos que no dejaron de gritarle vivas.
Con esta celebración, la Iglesia católica cuenta con 614 santos, 324 de ellos han sido declarados por Juan Pablo II, el pontífice que más canonizaciones y beatificaciones ha efectuado en la historia del catolicismo. Así, México tiene hoy 28 nuevos santos, luego de que durante 137 años San Felipe de Jesús, quien fue canonizado en 1862, fuera el único mexicano en los altares.
Para mañana lunes, el Papa concederá una audiencia pública a los mexicanos que visitan el Vaticano, mientras que un "peregrinaje" a la ciudad de Asís previsto para la tarde fue cancelado, debido a una huelga de transporte y, en su lugar, se celebrará en Roma la primera misa de los nuevos santos mexicanos.
Por la noche, también en la Plaza de San Pedro, el cardenal Rivera, encabezó junto con unos cuantos obispos, la primera oración a los mártires que fueron canonizados por la mañana. Allí, pidió especialmente por ellos y antes de concluir, en medio de música de mariachis, se refirió a Juan Diego.
Ojalá que Juan Diego nos vuelva a unir pronto en este mismo lugar, dijo el cardenal en un tono sumamente optimista, que a muchos dejó casi la certeza de que la canonización del indio de las apariciones guadalupanas está casi consumado.