DOMINGO 21 DE MAYO DE 2000

La alternancia: Ƒpodríamos atrevernos a imaginarla?

* José Agustín Ortiz Pinchetti *

EN ESTOS AÑOS HEMOS VIVIDO cambios políticos del tamaño de la Catedral, pero podría haber otro mayor: que ganara un opositor. Es un escenario "impensable" que desagrada a millones. Pero ya va siendo hora de que lo exploremos. Si la tendencia ascendente de Fox y descendente de Labastida continúa en las próximas cinco semanas, las elecciones van a terminar con la derrota del PRI. Las puertas de la alternancia van a abrirse.

šClaro!, éste no es el único escenario. Yo no apostaría... todavía. Podría haber un empate técnico y que ganara el de Sinaloa por unos cuantos puntos. También podría "despegarse" el candidato oficial y terminar desahogadamente. El repunte de Cárdenas podría convertirse en otra alternativa. Pero en esta nota voy a escarbar lo que parece más probable. Siéntese cómodamente, entrecierre los ojos e imagine: las tendencias son irrefrenables... Cárdenas repunta pero no lo suficiente... El 2 de julio Fox gana por una delantera de cinco a ocho puntos... Hacia la medianoche el IFE lo declara vencedor... Todo el país se lo cree. El presidente lo felicita... Varios partidos reconocen su derrota y finalmente el PRI acepta... Miles de ciudadanos hartos de la "dictadura perfecta" salen a las calles a festejar... Estas imágenes le dan la vuelta al mundo y se oye un aplauso global. Se recuerda que a Gabriel Zaíd, hace veinticinco años, se le ocurrió decir que ''sería muy raro que el PRI fuera eterno".

Demos otro paso... Ƒsería posible que el triunfo opositor generara en un régimen nuevo? El shock cultural, económico y político del derrumbe del PRI requeriría una gran prudencia de unos y de otros. Y acuerdos de transición que ni siquiera se han esbozado:

1.- Estados Unidos y otras naciones interesadas en la modernización de México tendrían que dar un apoyo muy sólido financiero, político y propagandístico al cambio.

2.- Los vencedores deberían de olvidar su embriaguez para establecer acuerdos con el gobierno de Zedillo, los cuerpos de seguridad, el Ejército, los grandes jefes del sistema. Deberían de renunciar a la venganza y al popular espectáculo de los cadalsos. Deberían de concretar una amnistía, pero no excesivamente generosa, y a la vez desmontar los poderes financieros y políticos capaces de desestabilizar al nuevo gobierno.

3.- Tendría que ofrecerse un programa de transición política, el establecimiento de un gabinete de coalición, y la "recuperación" de los mejores cuadros de la administración pública. Debería de garantizarse que por lo menos los tres primeros años el gobierno opositor se iría por el "centro" en un programa de política económica y reforma moderada semejante al que generó la frustrada alianza opositora.

4.- Sería necesario que el PRI se mantuviera disciplinado. Es decir, que el liderazgo del presidente Zedillo impidiera la creación de focos de resistencia al cambio.

5.- Lo más delicado y difícil sería el acuerdo de transición. Un conjunto de reformas aceptables para todos que constituyeran la gran reforma del Estado.

Además, tendrían que no pasar muchas cosas:

1.- La economía de Norteamérica deberá mantenerse estable. Estamos tan atrapados en ella que una alteración importante podría arrastrar a México a otra "crisis". La incertidumbre provocada por una victoria opositora sería la oportunidad de los especuladores. Sería importantísimo que no hubiera fuga masiva de capitales, las reservas actuales apenas resistirían unos días.

2.- Los trastornos mayores, magnicidios, rebeliones, resistencia violenta, asonadas promovidas por los núcleos más duros del viejo sistema serían muy peligrosos.

3.- La expectativa del cambio político podría generar una oleada de agitación social e inicio de rupturas. En estos veinte años la desigualdad se incrementó y la cohesión se debilitó.

La caída del PRI no sólo tendría impacto en la historia política al corto plazo. Sus efectos significarían el fin de un bloque histórico completo. El que se inició en 1985 cuando el presidente De la Madrid tuvo que aceptar que se impusiera el neoliberalismo en México. En la historia de larga duración, la alternancia sería uno de esos eventos que tienen un relieve profundo. Nunca antes un opositor ha ganado la Presidencia por el mecanismo legal y pacífico de las elecciones. Sería un hecho magno comparable a la caída de la dictadura de Díaz, o aún mayor, el final del Virreinato. La perspectiva no deja de ser angustiosa, pero me felicito y felicito a mis paisanos de ser contemporáneos de esta posibilidad. *